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31 de mayo de 2010

Hooper, blues y el Alphaville

Ahora lo llaman Km 0,8 e intenta abarcar un cuadrante donde conviven en Madrid varias salas cinematográficas, la mayoría de un mismo dueño. Pero al principio sólo fue el Alphaville, que ya ni existe como tal. De todas formas, a veces se nos escapa su antiguo nombre y, en vez de denominar al cine que ocupa su lugar con su nuevo y legítimo apelativo, sale de nuestra boca un mantra que vuelve a evocar la ciudad alfa de Godard.

Una de las primeras películas que vi allí fue “El amigo americano”, de Wim Wenders, con un Dennis Hooper tan soberbio, que a partir de entonces me hice adicta a sus interpretaciones (me pasa con muchos artistas; soy promiscua en lo cultural) No sé si por casualidad o qué, pero la fortuna quiso que fuera en ese local y no en otro donde mi persona viera casi todos los filmes de tal sobresaliente actor y, claro, no pude por más que acudir en su día al estreno de “Caído del cielo”. La amargura de su argumento, las pinceladas incestuosas y el dolor de los personajes los recibí hábilmente subrayados por los blues de Neil Young y otros músicos, todo ello mezclado en armónica cadencia con las sombras blancas de la cinta.

Para mí Dennis Hooper no ha sido sólo un maldito, como desde ayer apuntan periódicos y foros. Forma parte de mi andadura personal, de mi modesto aprendizaje, de mi pirueta vital. Por eso, siento que con su recientísima muerte he cerrado para siempre la puerta del veterano Alphaville.

28 de mayo de 2010

El payaso cojo


Algunas veces he visto a un payaso realizar toda una suerte de malabares y equilibrios aprovechando los cambios de semáforo. Concretamente, me lo suelo encontrar en Mateo Inurria con Plaza de Castilla y en Virgen del Puerto con calle Segovia. Cuando el disco está en rojo y los coches se detienen, ese muchacho aprovecha para hacer piruetas, jugar con pelotas y esbozar siempre la mejor de sus sonrisas. Lo veo muy profesional, entregado a su trabajo, concentrado en lo suyo.

Los payasos caen bien en general y, encima, éste tiene bastante mérito, pues le falta la pierna izquierda y, aun así, no hay quien lo gane en hacer el pino, sostenerse sobre un solo brazo o caminar cabeza abajo. Sorprende su pericia, que denota no poca fuerza de voluntad y muchas horas de entrenamiento. Este payaso no lleva muletas, se traslada de la acera a la calzada a saltos sobre su único pie y da la impresión de que nadie lo ayuda, pues siempre lo he visto solo.

Cuánto me acordé ayer de él, pues anduvieron cojos en el hemiciclo parlamentario, aunque allí todos se sirvieron de trucos y muletas.






Un voto, please

Un solo voto es muy importante. Quien diga lo contrario, miente u oculta algo. Por un voto se aprobó ayer en el Congreso un controvertido decreto gubernamental. Como todo el mundo conoce de qué se trata, eludo repetir la noticia que ha abierto telediarios y sido portada de periódicos. Me pregunto qué legitimidad profunda puede dar un solo voto de más, pero así son las reglas del juego que tenemos. C’est la vie! En cualquier caso, pone de relieve la notable división que existe en temas que deberían concitar un verdadero consenso. Pero, insisto, estas son las pautas con que nos regimos y permiten que, por conseguir un voto más que los adversarios en las próximas elecciones, los diputados hicieran ayer lo que hicieron. En fin, no me negará nadie que esta gente siempre está en campaña. Se trata, pues, de mantener posiciones, de dar buenos cuartos al pregonero (de las radios y demás medios) y seguir a lo suyo, que es sumar adeptos.

De esta forma, por continuar congraciados con potencias que en esta crisis  económica únicamente persiguen sus intereses particulares, los que gobiernan  nuestro país defendieron lo que hasta entonces se libraban mucho de justificar.

En cuanto al resto, tampoco se salvan: buscando tu voto o el mío, la oposición se libró de aportar mejores ideas. Por un voto, los convergentes se abstuvieron. Por un voto, los minoritarios opinaron en contra. Por un voto, por un voto, por un voto... Para que luego pienses que tu papeleta no vale. Pues algo ha de importar, cuando se la disputan tanto. Y es que, traducido a escaños,  cuando los problemas aprietan, a veces las cosas se “ganan” por un solo voto.




            

27 de mayo de 2010

Lo que bien empieza...


Sé de parejas que se sumergen en los preparativos de su boda con muchos meses de antelación. Ya no es solo la casa, sino el traje (de la novia, por supuesto), el menú, la fiesta, los invitados, el viaje y cien cosas más. Me han hablado de iglesias que tienen todas las fechas reservadas hasta dentro de tres años, aunque siempre he pensado que esto es porque casi todo el mundo quiere casarse en los mismos días y a las mismas horas. Supongo que si alguien quisiera dar el paso canónico un lunes lectivo, por ejemplo, a las once de la mañana, no habría problema.

Entiendo que es un día importante, para compartir con los allegados, disfrutarlo como si el mundo se hubiese detenido y sólo importaran quienes sellan su compromiso ante las miradas de familiares y amigos. Comprendo que el casorio convierte a estas personas en protagonistas de una película cuyo guión han elaborado ellas mismas, en el difícil intento de que un acto social tan extendido desde siglos remotos, lleve sin embargo algún sello personal.

Pero he aquí que, a veces, el marchamo de autor no lo imprimen quienes se casan, sino hechos externos, casi siempre inesperados y, por lo tanto, extraordinarios. Me imagino que la pareja de la fotografía supo apreciar el alfombrado que "le regaló” MoviStar tan venturoso día y, por eso, se retrataron gustosos, ajenos a las riadas de gente que caminaban por esa Gran Vía azul de la que ya he hablado en este mismo blog. Yo les robé la instantánea de lejos, mientras posaban ante su fotógrafa. Viendo la imagen, quiero apostar por su felicidad, pues me sugiere que son capaces de amoldarse bien a las circunstancias y de saber aprovechar las buenas ocasiones.





25 de mayo de 2010

Ballesta Connection


Existía hace tiempo un cancioncilla universitario-juvenil que, en una de sus estrofas, decía “La calle de la Ballesta la van a desinfectar. Envueltos en las sombras, caminan muy felices cuarenta y cuatro grises...” La referencia a las redadas policiales estaba más que clara y obedecía a que la suerte dispuso para esa señera vía un porvenir de sofá y bidé, encajes y colonia espesa. Esta calle forma parte del que ha sido durante muchísimos años el corazón rojo de la cuidad y en él, desde hace relativamente poco, un grupo de diseñadores y artistas jóvenes han ocupado algunos de los antiguos meublés para exponer y vender sus obras, mayoritariamente enmarcadas en el mundo de la moda.

Uno de aquellos lupanares va a ser derribado próximamente, pues parece que el edificio no aguanta muchos trotes más, al menos para la oficialidad. Se trata del inmueble que aparece en la fotografía y, como puede observarse, la fachada fue decorada por sus actuales moradores con motivos chinescos, en concordancia con el rótulo comercial del local abierto en sus bajos (“La maison de la lanterne rouge“) Como despedida, el pasado fin de semana se montó una fiesta artística en la primera planta de la casa. Varios creadores reinterpretaron el prostíbulo de antaño, cuyas paredes aún destilan olor a confidencia, asueto y regocijo, pero también a silencio, amargura y destierro.

Entre el laberinto de pasillos, puertas y cortinas, me topé con un reportaje fotográfico donde aparecía, como modelo, un chico que me resultó familiar. Te cruzas con tantos rostros al cabo de los días, que de primeras no caes en la cuenta de quién es ese que te va mirando desde el cristal que protege su imagen: aquí enfundado en unos pantalones de impecable corte, allí con una camisa de cuello imposible y en aquel otro rincón asomando su naturaleza de diva austriaca.

Pero de pronto se te hace la luz interna y te dices: ¡es mi vecino, el que madruga tanto como yo, el que hace la compra con carrito, el que vive con ese chico tan...! Y también caes en la cuenta de que, más allá de un intercambio de saludos, jamás has cruzado una frase con él, ni para hablar del tiempo. Me pregunto si la próxima vez que coincidamos en el portal será como siempre, o flotará en el aire un suave rumor a “Ballesta Connection”

19 de mayo de 2010

La flauta mágica o movimiento de capitales

Mientras llegaba a casa, he visto a un flautista callejero. En el suelo, un gorro con la boca abierta en actitud pedigüeña. Al lado, un perrillo que se lamía las patas. Lo normal... Pero, al escuchar las notas que se iban encadenando en el aire, he sonreído para mis adentros: estaba tocando "A las barricadas" y de verdad que lo hacía muy bien.

Me he parado frente a él, le he dicho algo a su acompañante canino y, mientras sacaba el monedero, dos monjas le han soltado un billete de cinco euros. Así que no he podido por menos que asociar el himno ácrata que ejecutaba el músico con la equis en la casilla de la declaración del IRPF y me he dado cuenta de que, para acto libertario, el de esas dos religiosas.

17 de mayo de 2010

Criaturas

De un tiempo a esta parte, papá Estado se preocupa mucho de nosotros: no fume, beba agua a todas horas, haga deporte, no lo haga con calor, rebaje el consumo de sal, tome cinco raciones de  frutas y verduras al día.... ¿Le suena? Vaya por delante que jamás en mi vida he fumado, ni bebo alcohol desde hace años y, por si esto fuese poco, buena parte de mi presupuesto lo gasto en fruterías y herbolarios (no por moda, sino porque siempre he sido más herbívora que omnívora, ¡nadie es perfecto!) Pero han pasado bastantes años desde que me hice mayor de edad y los consejos de mis padres dejaron de ser órdenes, para convertirse en sugerencias y opiniones, con mi correlativo derecho a discrepar cuando estimo que andan equivocados.

En el uso del lenguaje también se nos dicta cómo hay que hablar y escribir, no porque los políticos estén precupados por la cantidad de soeces que la gente es capaz de decir en una frase corta, ni por los errores ortográficos que salpimentan letreros públicos, rótulos de telediarios y noticias de periódico. No, eso no les preocupa. Lo que quieren es darnos visibilidad a las mujeres, lo cual resulta encomiable, ya que durante siglos hemos estado apartadas del lugar que nos correspondía, pero nos lleva demasiadas veces a situaciones bastante chuscas, por no decir demenciales.

De sobra es sabido cómo se construye en español el plurar genérico, así como la posición de la RAE sobre el abuso de determinadas fórmulas reiterativas y el empleo de arrobas sin ton ni son (@ es la abreviatura de la cuarta parte de un quintal; nada que ver, por tanto, con el lenguaje, sino con las unidades de pesas y medidas) No obstante, la corrección política lleva a muchos a traicionar su lengua y a construir frases que, de seguir así, nada tendrán que envidiar a las que, injustamente, los directores de western antiguos ponían en boca de los indios. Al hilo de esto, la última (por ahora) recomendación ministerial consiste en aplicar el termino "criaturas" a los recién nacidos, composición gramatical esta que debemos desterrar. A mí no me parece mal que se amplíe el vocabulario del españolito medio y que se nos recuerde que una acepción de la palabra "criatura" se refriere a los bebés (no sé si ahora estará bien visto decirlo así) Todo sea por la educación del pueblo. Aunque, lamentablemente, estas invitaciones a utilizar la lengua en un determinado y dirigido sentido nos llevan al encorsetamiento y empobrecimiento de la misma. Se ha perdido en España el gusto por la precisión léxica (¡cuánto envidio aún a los hispanoamericanos!), por no hablar de la semántica. 

Volviendo a las "criaturas", así se ha designado muchas veces a los fetos y a cualquier persona a la que se haya querido tratar de manera peyorativa o burlesca: en los anales de nuestra historia reciente quedan las referencias de Joaquín Leguina a Alberto Ruiz Gallardón como "la criatura". Pero la criatura de las criaturas, la criatura por méritos propios, el prototipo de criatura desde el siglo XIX hasta hoy, ha sido la de Frankenstein. ¿Cómo habremos de llamarla ahora? ¿Enmendaremos la obra de Mary Shelley?

16 de mayo de 2010

Hubo un tiempo

Ayer alfombraron de azul la Gran Vía. Era festivo en Madrid y, como esa emblemática calle está de cumpleaños, una compañía telefónica puso los dineros para hacer casi realidad lo que se dice en un chotis: "... y alfombrarte con claveles la Gran Vía..." Mientras caminaba por allí, recordé mis tardes de cine, de alegres compras, de meriendas y helados. Recordé que hubo un tiempo en que era el eje de nuestras vidas, viviéramos donde viviéramos, porque lo importante de verdad se cocía allí. 

Lo elegante y lo hortera, lo distinguido y lo cutre, todo tenía cabida alrededor de esa avenida. Convivía el ansia de cosmopolita de la gran urbe, con el sentimiento castizo y provinciano de los madriles. La diva de noches de lujo, con las damas de esquina y habitación a oscuras. Los cócteles más exclusivos hasta altas horas de la noche, con el anís mañanero de dependientes, ascensoristas y mozos.

Desde hace unos años, los cines han ido agonizando, las tiendas de postín se han reducido hasta lo insospechado, los bares, cafeterías y restaurantes han perdido su verdadero brillo. Todo es franquicia, todo es barato, demasiado barato... No por el precio de las cosas, sino por la ausencia de entidad.

Por eso, aunque fuera temporal, no estuvo mal que alfombraran la Gran Vía, como se se ha hecho siempre con el lugar más destacado de nuestros hogares.

15 de mayo de 2010

Vasos


Vasos llenos de aire, vacíos del líquido que contuvieron, prestos para rellenarlos de palabras, como éstas:

Detesto los partidos, en tanto que profetas. 
Hace falta una gran ignorancia para predecir en política y en cualquier cosa viviente. 
La historia es propicia a hacerlo, ya que disimula la ignorancia del pasado. 
La historia más completa solo da el 0,00001 % de la realidad observable -por las vías más burdas- y enmascara el resto.  
(Paul Valéry -1871-1945-, Los principios de An-Arquía pura y aplicada)

Apurad el vaso. 

14 de mayo de 2010

Correspondencia




El Cabildo de Gran Canaria ha lanzado a la red de redes la correspondencia de Benito Pérez Galdós. Estudiosos, aficionados o simplemente curiosos están de enhorabuena, pues seguramente a través de esas misivas podrán hacerse una idea más real y ajustada de la personalidad del escritor. Son ochocientas diez y no solo están las que él escribía, sino también las que recibía. Me imagino que, en su vida, remitió y le llegaron muchas más... ¿dónde habrán ido?

Hoy apenas existe correspondencia epistolar a la antigua usanza, es decir, la del papel que transporta sentimientos, emociones, que anuncia eventos, que nos acompaña en la soledad, nos divierte a ratos, nos acoge... en fin, la que nos hace sentirnos importantes para otras personas. Pero eso no quiere decir que no escribamos. Si juntáramos todas y cada una de las líneas virtuales que emitimos cada día, probablemente envolveríamos el planeta unas cuantas veces. No sé si esta modalidad posee el mismo tono, trascendencia y peculiaridad que las cartas que viajan en sobre, porque aún hoy nos sobresalta o alegra recibir una de éstas, cosa que con el correo electrónico he notado que no pasa igual.

Ahora bien, me temo que, con el transcurso del tiempo, resultará mucho más difícil recopilar la correspondencia de nadie. Ahora escribimos en el aire, como los funambulistas, pero "con red".

http://www.lascartasdeperezgaldos.es/

13 de mayo de 2010

Deus ex machina

¡Menos mal que no somos Grecia! Por un momento creí que aquí tampoco dábamos pie con bola, que venían malos tiempos para quienes cobran algo de la Administración, que nos iban a subir los impuestos, que vendrían recortes de gasto público, que la gente se empobrecería en proporciones no recordadas en casi un siglo (estamos a tiro de diecinueve años para el centenario de la Gran Depresión y dicen que la de ahora es peor...) En fin, futuro negro el que yo, desde mi ignorancia supina, pensé que se cernía sobre nuestras cabezas. Pero menos mal que aquí no iba a pasar nada de esto, sino que "viento en popa, a toda vela", continuaríamos liderando el acontecimiento planetario. Menos mal, ya digo. ¡Qué peso se me quita de encima! Debe de haber sido un sueño ver y oír a un Presidente de Gobierno expeliendo en el Congreso disposiciones gemelas a las que, semanas atrás, llovieron sobre los helenos.

Aquí no ha pasado nada. Tonta de mí, no me fié de cuando esa misma persona, hasta hace unos días, proclamaba a los cuatro vientos que aquí no iba a ocurrir lo de Grecia y que no se iban a adoptar los mismos recortes.... ¡Ay, qué cabeza la mía y qué mal talante tengo! Mira que desear el regreso de todas las tropas que España ha diseminado por el orbe, en guerras y ocupaciones que ni nos van ni nos vienen, si seguro que con eso no se ahorra nada. Mira que pedir, a estas alturas, la intervención de los grandes capitales (algunos protegidos por esas s.i.c.a.v. tan modernas y avanzadas) ¿Dónde voy yo aspirando a que desaparezcan esos altos cargos y gastos caprichosos, que se multiplican hasta por tres entre las diversas Administraciones de nuestro país? ¡Menos mal que ya me he enterado bien de todo! Lo que ha sucedido es que, al final de la tragedia, alguna deidad ha bajado en su grúa y, entre versos de dramático lirismo, el héroe ha reconocido su error. Esa misma deidad ha convertido al superhombre en remedio contra el mal (para los griegos clásicos, pharmakon) y, habiendo aprendido la enseñanza moral que le transmite la divinidad, nos la muestra a la plebe: ¡Pueblo, la Unión Europea y Obama (perdón, los dioses) me han hablado y yo os digo....!

Y llegado este punto, a mí sí me gustaría ser como Grecia, porque sus maestros, policías, carteros, conductores, pensionistas, etc. se rebelaron contra dioses tan falsos como las monedas que nos unen, incluso sabiendo que todas las tragedias acaban como acaban.

3 de mayo de 2010

Alan Bennett y las flores del Corán


Hacia el final de la obra teatral "Los chicos de Historia", Bennett pone en boca del protagonista Héctor unas palabras que impulsan a dar a la gente aquello que nos ha sido entregado. Estando escrita en un contexto académico, la cita se refiere a los conocimientos. Literalmente, este profesor (encarnado en Josep María Pou) les pide a sus alumnos que "pasen el testigo", que para mí es algo así como "vaciaros, lo que sabéis no os pertenece del todo, debéis compartirlo".

Esta idea nos conecta con la generosidad, hermosa palabra de la que todos hablan, pero que no siempre practican. ¿Quién es generoso? Probablemente el que se mueve por fines distintos a los meramente materiales, procurando el favor o bienestar ajeno por delante del propio. La raíz "gen" me evoca  generalidad, genealogía, gentes... y, por tanto, se me antoja cualidad exclusivamente humana. Por eso me gusta, porque está alcance de todos con democrática simplicidad. No es cosa de titanes o superhéroes, sino de imperfectas personas. En principio, todos podemos ser generosos, moralmente comprometidos con los demás.

En otra obra, cuya segunda parte de su título da nombre a este post, el viejo Ibrahim le da al joven Mo más de lo que éste se hubiera figurado nunca: "le pasa el testigo" hasta el punto de convertirse, tras la muerte de aquél, en el árabe del barrio (hay que decir, para quienes no han visto ni la representación teatral ni la película, que Mo es francés y, además, judío) 

Por si esto fuera poco, en un momento, Ibrahim le dice a su discípulo que "las cosas que das te pertenecen para siempre y las que te quedas, las desperdicias". Y yo pregunto: ¿hay alguien ahí dispuesto a seguir desperdiciando?

Nota: He elegido una imagen de derviches giróvagos no solamente porque Ibrahim fuera sufí, sino porque estos danzantes recogen con una mano la idea mística de lo supremo y con la otra la depositan en la tierra de los hombres, es decir, "nos pasan el testigo".