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6 de febrero de 2011

Domingos



Los domingos siempre han sido para mí como una calle adoquinada donde resuenan los tacones de la única paseante que la transita. Son páginas en blanco para escribir o dibujar el contrapunto de la semana, con el trazo que queramos, con la tinta que nos venga bien. 
De niña, el domingo era sinónimo de "ir con papá"y escaparme de la rutina materna. Anclarme al que salió de casa y recargar la batería de mi corazón compartiendo unos momentos que yo atisbaba como únicos y fuera de serie.
Después vinieron los domingos de codos y concentración, los de trabajo y también los de salir con amigos y los de ir con mi amor, los de hacer mudanzas o limpiar la nevera, los de arroparme con una siesta larga y hasta los de salir corriendo por una urgencia. 
Pero todos los domingos me han regalado, hasta ahora, la oportunidad de estar de otra manera, de mirar afuera y emprender la ruta que marca esa calle vacía.