Visitas

24 de enero de 2013

Aquel 24 de enero



Quien decide estudiar una carrera, sabe Dios qué razones le impulsan a hacerlo. En mi caso, tras un tiempo inclinada a la psiquiatría, el aburrimiento de una tarde llevó hasta mí un libro sobre instituciones romanas. Debía de ser una niña muy rara (tenía escasos catorce años), pues aquella lectura me llevó a unos libritos que andaban por mi casa, donde descubrí legislación española antigua, casi toda ella abolida y dejada sin efecto por la dictadura que imperaba entonces. Terminé aquel curso de lo que entonces se llamaba Bachillerato Superior resuelta a hacer Derecho y aparqué para siempre el sueño de trabajar con diván.

En enero de 1977, cursando COU, la mala fortuna quiso que mataran a unos abogados laboralistas y la coincidencia hizo que uno de ellos fuera hermano de una compañera de colegio. En ese momento di un paso adelante más: no bastaba con estudiar Derecho, yo "tenía" que ser abogada, con todo lo que eso implicaba entonces de sacrificio, compromiso y cierta reivindicación. Jamás me arrepentí de haber tomado esa decisión y, a pesar de que los años me han llevado por derroteros entonces impensables, me siento orgullosa de que aquellos pistoleros, en vez de pánico, sembraran en una adolescente las ganas de cambiar las cosas, de usar la palabra para convencer y no la fuerza para imponer nada. Aquel 24 de enero, en el fondo y a pesar de lo que algunos de ustedes puedan pensar,  llené las maletas con puro realismo, eso sí, supongo que mágico.

NOTA: He sabido que hoy ha aparecido la placa conmemorativa de aquel suceso pintarrajeada. Sobran las palabras.