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13 de octubre de 2021

La circularidad del tiempo

 



Hemos cambiado de estación astronómica y, dependiendo del hemisferio que habitemos, es otoño o primavera, es decir, caerán las hojas y las castañas o renacerán nuevos brotes cargados de savia. El tiempo es circular, que es igual a decir que el tiempo no existe y que en realidad todos vivimos el mismo instante,  solo que interpretado de acuerdo a los cánones y convenciones, a esas circunstancias que nos tocan.


Llevamos unos meses en que parece que se han desatado las furias, esos personajes vengativos dispuestos a castigarnos seamos o no responsables de todo o de nada de lo que sucede. Sin salir de España, durante el verano hemos tenido devastadores incendios, temibles riadas, se han batido marcas en cuanto a las temperaturas altas y, para colmo, se ha despertado un volcán que, a juzgar por los días que lleva vomitando y la forma en que lo hace, sin duda es primo hermano de alguna de esas furias. Desde aquí mi respeto y afecto a las personas de La Palma que temen perderlo todo (o ya lo han perdido) bajo un torrente de mineral fundido. 


La Naturaleza, una vez más, nos recuerda que es soberana y que nosotros, los seres vivos, solo somos un esqueje liliputiense al lado de esas leyes que configuran la materia y la energía. ¿Nos ha quedado claro? Me temo que no. 


Dicho esto, las temibles furias no se conforman con agitar ríos, vientos y fuegos o estrujar las entrañas de la Tierra hasta reventar, ¡qué va! Están siempre ocupadas en atormentar a sus víctimas, sirviéndose de cualquier cosa para hacerles la vida imposible y, así, estos engendros demoniacos han hecho que la Edad Antigua regrese a Afganistán tras veinte años de intervención internacional que han resultado estériles. Igualmente y a nivel doméstico, han acelerado el contador del coste energético, abocando a muchos a no acosarse hasta pasada la medianoche   o levantarse de madrugada para planchar, poner lavadoras o apretar el botón del lavavajillas. 


Y cuando nos estábamos acostumbrado a desayunar cada día con un nuevo precio de electricidad (siempre al alza, por supuesto), el ministro del ramo de las pensiones y subsidios se disfraza de tarasca y nos asusta inaugurando la era de la esclavitud y la locura, del sálvese quien pueda y hazte a la idea de que polvo eres y en polvo te convertirás, mas no en polvo enamorado como dijo el poeta, sino polvo trabajado hasta los setenta y cinco años o más, si quieres coger alguna miguita de lo que hayas cotizado.


No hace falta que me expliquen eso de que hace tiempo se cascó la hucha de las pensiones y de su panza han ido saliendo más fondos que los que entran. Por supuesto, también habría que hablar de cómo se llegó a esa situación y les aseguro que, sin ánimo de ofender a nadie, los responsables son muchos y lo ven todo desde sus poltronas no solo de poder político, sino también del patronal o del sindical. 


Cuando se arrojó del Paraíso a esos Adán y Eva a golpe de espada flamígera y maldición, lo de “ganarás el pan con el sudor de tu frente” debería haber llevado la coletilla de “hasta que no tengas dientes para comer ese pan”. Para mí es un salto regresivo a otras épocas o tal vez, en esta circularidad del tiempo cósmico, llevemos miles de años dando vueltas sobre el mismo eje.


Hablando de miles de años, los primates superiores y, por supuesto los humanos, perdimos el rabo como consecuencia de un gen que los científicos llaman saltarín. Al parecer, la pérdida del apéndice trasero supuso uno de los pasos evolutivos más significativos que facilitó, entre tras cosas, la bipedestación. Investigadores de la Universidad de Nueva York mantienen que eso sucedió por azar, por un cambio simple en un cromosoma. Sin embargo, teniendo en cuenta que otros científicos (en este caso orientales) han descubierto que animales y humanos poseemos un cerebro cuántico y que el mismo es la fuente de los procesos cognitivos y de la propia consciencia, ¿por qué dejar al azar lo que pudo ser un hecho voluntario de nuestras neuronas?


Ya saben ustedes que estas cuestiones me apasionan, porque denota que aún podemos ensanchar más y más nuestras capacidades y, por qué no, modificar algún cromosoma en favor de la bondad, que buena falta hace. No está de moda hablar de esto, pero desde aquí reivindico la benignidad. 


Y al respecto, resulta que una galería danesa le entregó a un artista plástico 74.000 euros para hacer dos obras. Al cabo del tiempo, el pintor presentó dos lienzos vacíos, en blanco, titulados “Coge el dinero y corre”. Noticias así me repatean, no me parecen ni graciosas y si las traigo aquí es para señalar que estas acciones suponen verdaderas sinvergonzonerías y quienes las hacen, para mí, son unos bellacos. 


Mientras le doy vueltas a estos y otros pensamientos, aparece Voltaire para informarme de que, reunidos en asamblea general, sus colegas de eternidad han decidido dedicarse a montar juicios con jurado en los que, cada semana, un acontecimiento histórico será traído a sus estrados. 


— Madame, es una forma de restaurar el orden natural de las cosas, analizando el porqué y la razón de algunos hechos que han pasado a la Historia y su repercusión en la evolución social. Lo primero que sentaremos en el banquillo será el asesinato de Abel a manos de Caín. Hemos recuperado el arma del crimen, que andaba dando vueltas por la galaxia.  

— Se lo cuento yo, se lo cuento —  interrumpe un Nietzsche más saltarín que los genes esos que nos amputaron la cola — Resulta, Frau Quintana, que tendré el honor de llevar la acusación y es un tema que me motiva mucho.  

— No sabía de su interés por los hijos de Adán y Eva, don Federico. 

— Me interesa todo aquello que en definitiva refrenda la tesis de mi Zaratustra, la transmutación de valores a escala geométrica. En realidad, cuando aquel homínido que fue Caín coge un hueso y golpea a su hermano, se produce  una  metonimia en la que a quien verdaderamente ha matado es a su dios, a todos los dioses y a cuanto representan, alejando  con ello a todo el género humano de la posibilidad de superación  y evolución moral. Es ahí donde damos un paso atrás como especie y aún no nos hemos recuperado. 


Sigue el filósofo del caballo intentando convencerme de lo que ya estoy convencida de antemano: hay que transformar esas acciones y los pensamientos que las engendran para dar paso a un ser moralmente superior, acorde con la naturaleza de las cosas, como diría Voltarire. 


Y cuando Nietzsche se dirige a ocupar su sitio en esa sala de juicios que han montado en el salón de mi casa, aparece en el techo la sonrisa de un Richard Strauss sinfónico, a la manera del gato de Cheshire… Es ahí cuando veo, dando vueltas, el arma homicida de Caín. 


NOTAS: 

1. Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo", dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 3 de octubre de 2021, correspondiente a este mismo mes y que puede es echarse aquí https://go.ivoox.com/rf/76528197

2. Música para acompañar: “Así habló Zaratustra, de Richard Strauss. Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert Von Karajan. 

3. Fotografía ©️Amparo Quintana. París, 25 de agosto de 2017 (“Les premières funérailles”, de Ernest Barrias, Museo Nacional de Bellas Artes. En esta escultura se muestra a Adán y Eva portando el cuerpo yacente de su hijo Abel). 


27 de enero de 2020

Estoicos










De un tiempo a esta parte, leer y escuchar noticias en periódicos, radios  y televisión se convierte en un esfuerzo titánico por no vomitar. Como en la canción de Aute, “parece que anda suelto Satanás”, a juzgar por las tropelías que nos cuentan y los sucesos que describen. Se diría que asistimos a una época cochambrosa donde todo vale y nada es mejor o peor, porque lo que importa es nuestra subjetiva relación con las cosas, no las cosas en sí. 

Revolviendo en la biblioteca de mi casa, se me cayó al suelo un libro de Marco Aurelio y hete aquí que se abrió por una página doblada en la que pude leer lo siguiente: “Si no es correcto, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas”. En ese aforismo se esconde la esencia de la vida y nos demuestra que ser persona conlleva un compromiso ético con nuestro entorno. 

A este emperador romano se le asocia con el estoicismo, esa corriente filosófica que, sucintamente hablando, intenta eliminar lo más posible las emociones destructivas y cultivar las positivas. Para los seguidores de Zenón  de Citio, si mejoramos como personas estaremos mejorando la sociedad, y si trabajamos para mejorar la sociedad nos estaremos mejorando a nosotros mismos. Es como la pescadilla que se muerde la cola; nada se desperdicia; todo es circular. 

Por eso me pregunto qué puedo hacer para mejorar la sociedad. El otro día, ante un auditorio de registradores y empresarios, mencioné que una sociedad mejor será aquella que, fortaleciendo la autorresponsabilidad de sus individuos, busque fórmulas pacíficas para resolver los problemas. Porque donde no hay paz, no hay justicia.  

De ahí que he empezado un ejercicio que les comento por si a alguien le sirve. Se trata de que, ante una noticia fea, ante una aberración, echo mano de la memoria para recrearme en algo positivo. Si, por ejemplo, en el desayuno escucho que una manada de energúmenos ha violado a dos chicas, pienso en la cantidad de hombres que quieren a las mujeres y las quieren libres. Porque no nos engañemos, si solo vemos la fachada horrible  de los noticiarios, acabaremos viendo al mundo como un lugar inhóspito en el que tendremos que estar permanentemente defendiéndonos de lobos reales e imaginarios. 

Michael Moore, en su película sobre la matanza del instituto Columbine de Colorado, en 1999, donde decenas de estudiantes fueron asesinados por dos de sus compañeros, realiza un estudio sobre la violencia ocasionada por las armas de fuego en Estados Unidos. Compara esa situación con la de su vecina Canadá y llega a la conclusión de que en el país de las barras y estrellas lo que empuja a la gente a armarse es el miedo y esa necesidad de estar alerta porque cualquier acontecimiento malo puede suceder cuando menos lo esperen. 

Yo no quiero vivir con miedo; me niego a caminar mirando hacia atrás cada dos por tres. Creo que, al igual que quedó demostrado hace décadas que la pena de muerte tiene efectos crimonógemos, sumir a la población en una espiral de noticias acerca de estafas, homicidios, peleas, explosiones, atentados, sin dejarle a esa población ni un centímetro cúbico de esperanza, es sumirla en un camino hacia su propio cadalso. 

¡¡Ojo, no quiero que se me malinterprete!! No estoy diciendo que no se deba informar. Lo que mantengo es que llenar un telediario con noticias escabrosas termina alimentando el morbo y, a la postre, eliminando nuestra capacidad de comprender que eso es solo patología social, no la regla general. 

En la puerta de la nevera tengo un imán que reproduce una singular fotografía. Se trata de veinticuatro personas que, durante la I Guerra Mundial y en las dependencias del Palacio Real de Madrid, contribuyeron a que el mundo fuera un poco mejor. Son ujieres, mecanógrafas, archiveros, botones,  traductores, oficinistas que ayudaron a llevar a cabo una acción benefactora, prácticamente desconocida, pero que tuvo una enorme importancia a nivel humano y diplomático. 

A pesar del papel neutral de España en la Guerra del 14 y debido a que la familia política del rey Alfonso XIII era británica, el monarca estaba al corriente de los horrores de la contienda. Pero quiso el dios de los justos que llegara a él la carta de una chica francesa pidiendo que hiciera algo por averiguar el paradero de su hermano desaparecido en el frente. Vi la misiva el año pasado, en la exposición que se hizo al respecto, y me enternecieron las palabras de esa joven justificando por qué acudía al rey de España: porque sus padres estaban muy tristes sin saber nada de su hijo y habían perdido las ganas de vivir. 

El encargo pudo haberse traspapelado o haber caído a la chimenea, pero el bisabuelo de Felipe VI puso su empeño en dar respuesta a esa chiquilla y, tras las pesquisas necesarias, le pudieron contestar dando noticia del paradero de su hermano. 

Esa carta dio origen a otra y luego otra y luego otra… y así nació la Oficina de la Guerra Europea, que generó 200.000 expedientes de mediación  humanitaria. Es decir, en mitad del apocalipsis, fue posible diseminar miguitas de paz.

Por eso, y aunque Alfonso XIII sabe que no caeré jamás rendida ante él, de cuando en cuando, al vernos en ese metro que inauguró hace cien años,  me agasaja con las pastitas que de niño le daban en las reuniones del Consejo de Estado, para que no se aburriera. Así que, cuando esto ocurre, me permito llamarle partisano porque en cierta medida él también resistió a la inercia de no hacer nada, poniendo en práctica la virtud que preconizaron los estoicos.

Por tanto, enfrentémonos a los holocaustos y guerras diarias buscando el sol en los pentagramas de las cosas bien hechas. 

Fotografía ©️A. Quintana. Pienza (Italia), 11 de agosto de 2017


NOTA: Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo", dentro del programa radiofónico “Te cuento a gotas” del mes de enero de 2020 y que puede escucharse pinchando aquí

16 de septiembre de 2015

Dudas atemporales



¿En qué sistema vivimos?
¿Hay subsistemas dentro del sistema?
¿Por qué a un libertario se le considera antisistema y a un corrupto no?
¿Para qué se crearon los Estados?
¿Necesitamos permiso para ser libres?
¿Por qué los gobernantes y mandatarios nos consideran a todos potencialmente perversos?
¿Un empresario puede ser antisistema?
¿Todos los pobres están fuera del sistema?
¿Dónde está el peligro del sistema y de quedarse fuera de él?
¿Por qué pretenden acabar con el sistema introduciéndose en sus instituciones y quedándose en ellas?
¿Los sistemas caducan?
¿Por qué algunos me tratan tan autoritariamente, siendo antisistema?
¿Por qué los ácratas nunca han sido valorados?
¿Por qué nada cambia?
¿Por qué los antisistema abrazan el gatopardismo cuando gobiernan?
¿Por qué seguimos en un sistema decimonónico?
¿Por qué es más democrático votar que no hacerlo?
¿Por qué se me considera inmersa en el sistema si jamás cobré una beca, subvención, pensión o ayuda pública, ni alcancé cargo alguno?
¿Por qué nadie reconoce que es de derechas?
¿Qué es el centro en política?
¿Por qué la izquierda se tiñe de rosa palo?
¿Por qué cambian las sociedades y los problemas siguen siendo los mismos?
¿El sistema da la oportunidad de ser antisistema?
¿El cristianismo se fundó en teorías antisistema?
¿Por qué todos intentan manipular?
¿Son necesarias tantas leyes?
¿Por qué se niega lo obvio?

No se asusten, no fumo ni bebo ni tomo psicotrópicos. Estoy cuerda y, como tal, dudo de casi todo.


NOTA sobre la fotografía: Salerno, 20-8-2015

20 de mayo de 2015

El poder de la mirada






Asistí a la representación, en un teatro de Madrid, de la obra “La mirada del otro”, basada en el trabajo que llevó a cabo un equipo de mediación con el objeto de facilitar el diálogo entre algunas víctimas del terrorismo vasco y algunos pistoleros disidentes. Ya iba siendo hora de que se tocara el tema con pulcritud, sin panfletos ni frases políticas y que, además, los protagonistas sean dos personas unidas por la misma tierra, que buscan en sus respectivas miradas la clave para pasar página sin tener por ello que olvidar. El 2 de octubre de 2011, y en este mismo blog, me hice eco de dichos encuentros mediados, rompiendo una lanza a favor de los mismos. Si alguien quiere echar un vistazo a lo que escribí entonces, puede pinchar aquí
Lo que más me gustó de la obra fue lo bien que se recoge el vértigo que casi siempre nos atenaza cuando sabemos que tenemos pendiente una conversación y que debemos realizarla, no porque sea necesaria en sí misma, sino por nuestro propio compromiso interno. Dialogar es darle al interlocutor la oportunidad de mirarnos y de que, a través de sus ojos, se sumerja en las profundidades de nuestro discurso, encontrando así su verdadero sentido. En esta época de guasapeo, mail y videoconferencias, no es casualidad que la gente se decante por “hablar” a través de métodos electrónicos, parapetada tras un escudo que proteja su mirada de la observación del otro. 
Me pregunto si hubiera sido posible efectuar con éxito la mediación que da origen a la referida obra de teatro si, en lugar de encontrarse frente a frente, los protagonistas se hubieran escrito o llamado por teléfono. Mi respuesta es un no rotundo, de la misma manera que nos enamoramos de alguien a través de sus ojos, pues su mirada nos devuelve siempre lo que percibe de nosotros, más allá de las palabras, más allá de los silencios, mucho más allá de los prejuicios… Mirarnos para comprendernos, para conocer lo que encerramos tanto que ni siquiera somos capaces de verbalizar. Ese es el fin del diálogo, conversar sin boca, pues las palabras no alcanzan las ramas donde anidan los sentimientos y, además, a fuerza de nombrar las cosas con vocablos ajenos, casi nunca acertamos.

La mirada del otro, cuando es franca, reflejará siempre la tuya.


  

27 de diciembre de 2012

Para seguir en pie




Finaliza el año y la vida se nos sigue escapando entre los dedos. Quienes vaticinaron el fin del mundo hace unos días, tendrán que postergarlo a otro momento, porque por ahora los hados se empeñan en que sigamos siendo pasto de esta época tan agria.  A mi alrededor se suceden las huelgas y las protestas, la línea ascendente del desempleo sigue a la deriva, el Estado no hace nada por sus pobres y, como si se tratara de un servicio público más, los ha transferido a organizaciones de voluntarios para que alimenten y vistan a quienes hace tiempo perdieron hasta la esperanza.
Mientras tanto, el monarca nos exhorta a que arrimemos el hombro, muchos jóvenes emigran a tierras aparentemente más prósperas y otros jetas ponen su dinero rumbo a paraísos opacos, donde no imperan ni leyes ni tratados, ni por supuesto la vergüenza.
Un poco más allá, la Antártida sigue derritiéndose como si fuera un helado de vainilla, quienes usted y yo sabemos la emprenden con los monumentos de Tombuctú, aflora el hecho de que en la India se suceden las violaciones de mujeres, alcanzando cifras alarmantes, en Italia hay quien se ofrece para gobernar sin presentarse a las elecciones y montones de civiles siguen muriendo en los territorios falsamente liberados de Oriente Medio.
Ante tal panorama y mientras reflexiono sobre lo que nos deparó el siglo pasado y lo que nos puede deparar la presente centuria, caigo en la cuenta de que, para seguir en pie, lo mejor es no dejarse tumbar.

Felices fiestas a todos.  

21 de octubre de 2012

La ventana indiscreta, o váyase, señor…



  
Hay días que, al asomarte a la ventana, además de las nubes que vaticinan lluvias, la soledad del anciano que maquinalmente recoge su alcoba y los colores del televisor de algún vecino, percibes que un hombre fisga los contenedores de basura. Con medio cuerpo dentro, revuelve las bolsas, abre algunas, rebusca entre sus desperdicios y las vuelve a dejar donde estaban. Así hasta cuatro contenedores distintos.
Hoy no ha habido suerte; nada que aprovechar. Nadie ha tirado yogures a medio comer, ni peras pochas, ni el trozo de filete que desecha el niño melindres.
Al cuarto de hora aparecen dos jóvenes. Idéntico ejercicio. Parece que les acomoda un cubo viejo de fregona y desaparecen con su tesoro calle arriba.
Lo que hasta ahora solo había visto de noche, pasando por algún centro comercial recién cerrado, o en reportajes de la prensa, resulta que ya lo tengo debajo de mi ventana.
Mientras la congoja se me expande por dentro, maldigo esa publicidad de Contrarreforma que pretende hacer creer por ahí fuera lo felices que son los españoles cuando les quitan la esperanza de mejorar. Denigro a los corifeos que se echan las manos a la cabeza cuando las personas decentes imprecan a los políticos y a los que la emprenden a palos con los soñadores.
Lo que a mí me asombra es que nadie en las Cortes pida la dimisión de quien preside el banco azul.