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7 de julio de 2010

Para cambiar


Me gustan las personas, me considero un animal sociable y, entre Hobbes y Rousseau, desde mi adolescencia me decanté siempre por este último, a pesar de que, con el paso del tiempo, he conocido un poco de todo y hasta he tenido que protegerme de algunos seres dañinos.

Pero lo cierto es que continúo apostando por el ser humano. En concreto, por quien ha sido capaz de inventar la rueda, descubrir rutas marítimas, sacar música de la nada, hacer reír a sus semejantes, atravesar kilómetros para llevar agua y comida a quienes carecen ello, concebir artilugios que nos facilitan la vida, imaginar historias, recrear el arte, originar la escritura, llorar de emoción, elegir la belleza, nombrar a los astros... Por eso me duele esa otra faceta que, desde el comienzo de los tiempos, le ha llevado a idear todo tipo de artilugios para castigar a sus adversarios. Es la triste historia del alma humana, encerrada en esa extraña dualidad que la empuja a evolucionar, crecer y avanzar, aunque con los pies tan lastrados que parece desandar cada noche lo que camina durante el día.

He visitado algún museo dedicado a la tortura y lo que a priori podría parecer morboso o desagradable, en realidad ha sido toda una lección de filosofía y antropología que me inclina a pensar que, a través de los siglos, han podido variar los utensilios utilizados para mortificar y sancionar, más toscos y evidentes en tiempos pasados, ahora mucho más sofisticados, sutiles y refinados.

De vez en cuando es bueno bucear en esa arqueología de la ignominia, no para creernos mejores que nuestros antepasados, sino para comprender que aún queda mucho trecho que caminar o, si no, asomémonos a Guantánamo, a bastantes cárceles del mundo entero, a los métodos terroristas... Pero tampoco nos olvidemos de esos miles de escuelas y hogares donde el bofetón, la burla y el chantaje emocional sustituyen la razón y la palabra sosegada.

Cambiemos, cambiemos pues. Está en nuestra mano.

Nota: La foto obecede a una silla de castigo de la Baja Edad Media. Se exhibe en un museo de Rottembug Ober Tauer.

5 de julio de 2010

Tiempo de viajar


Soy usuaria del metro y, además, se diría que me tocan todas las horas punta  del día. Sí, sí, ya sé que, en teoría, horas punta son dos o tres, pero como todo es relativo en la vida, yo debo de hacer las mías y las de ustedes. El caso es que no recuerdo cuándo salí sin arrugas (en la ropa) de un vagón, sin engancharme  el pendiente en el bolso de una adolescente o sin escuchar la música machacona y ratonera de siete u ocho viajeros que, para más inri, llevan el ritmo con cabeza y pies, moviéndolos en los pocos milímetros que distan de los nuestros.

De todas formas, los hay que lo pasan peor, pues, al fin y al cabo, yo ya estoy acostumbrada. Así, esta mañana, observé en el andén de Nuevos Ministerios cómo arrastraban maletas y bolsos al menos media docena de turistas. Supuse que iban o venían del aeropuerto y que, optimistas ellos, pensaron que, como el metro de Madrid vuela, ¡hala, al túnel de la risa... ¡  

La mía se me congeló cuando observé que les era imposible entrar en los vagones, por más que empujaran. Ninguno era capaz de hacerse hueco. Si metían las ruedas del equipaje, dos de ellos se quedaban fuera, si entraban todos, sus bultos no.... Y así durante casi diez minutos, es decir, todo el tiempo que nos ha tenido parados el ilustre maquinista, sin explicación alguna, y a pesar de que hoy no es día de huelga... oficial.

La gente resoplaba y miraba el reloj. Yo pensé que ya estamos en julio, que es época viajera, y recordé un título de película: “El extraño viaje”.

PD: Aunque hay días señalados de huelga y con independencia de que  se respeten o no los servicios mínimos, quienes cogemos el metro estamos habituados a parones intempestivos, demoras en la marcha, retraso en cerrar las puertas y un sinfín de monerías más que nos dedican, con muchisima solidaridad, a quienes nos damos calor humano en las horas punta.

29 de junio de 2010

Huelgas



HUELGA VOLUNTARIA

HUELGA INVOLUNTARIA

HUELGA LA HUELGA

ELLOS  HUELGAN

...... Y LOS DEMÁS EN EL RINCÓN DE LA PACIENCIA....

24 de junio de 2010

Corazas

Una amiga me ha mandado estas fotos de un erizo. Las imágenes iban acompañadas de una fábula con moraleja, que nada tiene que ver con lo que a mí me suscitan: hay muchas personas que se envuelven en duras corazas, no para hacer daño, sino para protegerse de lo que ellas perciben como hostil.

Escúchame


He leído en la prensa que un australiano lleva años impidiendo que la gente se suicide. A mí esto me parece una buena noticia, de las que deberían llenarse diarios, tertulias radiofónicas y telediarios. Pues bien, está comprobado que más de ciento sesenta personas continúan vivas gracias a este hombre, que lleva dedicado a dicha actividad más de cincuenta años. Él ahora tiene ochenta y cuatro y ha sido recientemente nombrado Ciudadano del Año en Sidney. Cuando trabajaba lo hacía en el ramo de los seguros (no me nieguen que no resulta curioso, ¿eh?).

Leyendo esa noticia me he acordado de los ángeles berlineses de Wenders, que en ocasiones se acercaban a los suicidas, susurrándoles razones para que desistieran de su atormentado impulso. Pero para librarse de la muerte había que escuchar, no bastaba con oír.

Supongo que algo parecido ocurrirá con Donald Ritchie, quien normalmente se acerca a los supuestos suicidas ofreciéndoles un café y un rato para charlar. Él también reconoce que trata de no inmiscuirse en sus vidas y que intenta salvarlos planteándoles una alternativa, como los guardianes de Berlín. Estoy segura de que aquellos que se han salvado lo han hecho porque lo escucharon y, a la vez, se sintieron escuchados. Y es que escuchar consiste en llegar al corazón.

Año Nuevo


Con el solsticio de verano se cierra un ciclo. La luz empieza a menguar y el estío abre un paréntesis en nuestras vidas. Nunca entendí por qué celebramos la llegada de cada nuevo año en enero, cuando lo lógico sería hacerlo conincidir con las fechas en las que ahora nos encontramos. De hecho, durante la noche de San Juan, la costumbre es quemar y desprendernos de todo aquello que nos resulte pesado, molesto o desagradable, renaciendo más limpios y ligeros. Se trata, en suma, de un rito de purificación.

Para el misticismo y la interpretación hermética de algunos monoteísmos, el 21 de junio está marcado por el agua (S. Juan Bautista), que arrastra los yerbajos y la maleza que nos impiden avanzar. Con él llega el recogimiento (se encogen los días), en paulatina preparación para la crecida de la luz, a partir del solsticio de invierno (las saturnales romanas, nuestra Navidad).


Todos hacemos balances y propósitos cuando llega el verano. Interiormente señalamos esa frontera en el calendario. Por eso os deseo que tengáis un FELIZ AÑO NUEVO.


10 de junio de 2010

Identidad de identidades


Es importante tener conciencia de lo que somos, porque así podremos saber más acerca de nuestras limitaciones y actuar en consecuencia. Nosce te ipsum (conócete a ti mismo) pone en el frontispicio del templo de Delfos, lo que viene a decirnos que debemos pasarnos la vida procurando ser auténticos y honestos con uno mismo, sin caer en espejismos y apartándose de las empresas inalcanzables. ¿En eso consiste la felicidad? A lo mejor sí. Se me antoja, además, una tarea continua, porque creo que las circunstancias y los momentos nos van moldeando. En fin, que tenemos ocupación para mucho tiempo... Desde este punto de vista, la identidad sería ese conglomerado de trazos propios que nos caracterizan y llegan a diferenciarnos de otras personas, aunque sean muy parecidos a los de ellas. Me pregunto si, desde este punto de vista dinámico y evolutivo, podemos desarrollar varias identidades, como quien pertenece a distintos clubes, o por el contrario albergamos dentro la esencia de lo que somos.

¿Cuál sería mi esencia? Una vez me asomé al espejo que porta en su mano el mono de Heidelberg y vi algo gracioso. ¿Será el humor?

8 de junio de 2010

De arañas

Tengo entendido que algunos cosmonautas, en sus misiones, se han llevado arañas para observar su comportamiento. Parece que la falta de gravedad las lleva a tejer unas telas sin pies ni cabeza, muy alejadas de la estructura geométrica a que nos tienen acostumbrados aquí en la Tierra. Vamos, como si la abuela hubiese tomado algo raro y llenara la labor de puntos sueltos y enloquecidos dibujos. Cualquiera de mis yayas habría quedado muy poco satisfecha del resultado de su trabajo y, a decir verdad, me las imagino deshaciendo el paño, el cojín o lo que tuvieran entre manos, hasta que la hazaña saliera de su gusto. Pues lo mismo les ocurre a esos artrópodos, porque al cabo de los días empiezan a acostumbrarse a su nuevo hábitat y vuelven a entrelazar sus hilos a la manera clásica. Pero, hasta que se acostumbran, ríanse del ácido lisérgico.

Hay personas que viven como arañas, desplegando redes donde los demás puedan caer y con el único propósito de engullírselos, es decir, de que desaparezcan. Trenzan sus tramas a base de sutileza y disimulo. Atraen a la víctima con artificio y astucia, casi siempre valiéndose de algo que pueda cautivar al futuro mártir, que la mayoría de las veces no se percata de su infeliz destino. ¿Quién no se ha topado alguna vez con una araña humana? Por eso se me ocurre que, a lo mejor, cambiándoles el sentido de la orientación, hilarían trampas defectuosas y podríamos escaparnos por los agujeros. Resumiendo, contra la manipulación, jugar al despiste. Con un poco de suerte, esas personas se pierden en su propia confusión.

Nota: A la memoria de Louise Bourgeois, cuyas arañas no pican, pero hacen pensar.

5 de junio de 2010

Grandes simios


La especie humana siempre ha tenido bastante de egocéntrica, en el sentido de que nos creemos los reyes del paraíso, los dueños y señores del orbe. Todo gira en torno a nosotros, hasta el punto de que en un tiempo ideamos dioses que imitaban nuestro comportamiento (ahí están Artemisa, Zeus o Afrodita) y luego nos dio por pensar que éramos nosotros los que estábamos hechos a imagen y semejanza suya (el monoteísmo es lo que trajo) Cualquier argumento es propicio, en definitiva, para salir a bailar a la pista a bastante sobraditos, sin atender siquiera a la orquesta, porque es ella la que debe seguirnos y amoldarse a nuestro ritmo.

Cuestiones filosófico-religiosas aparte, quien más quien menos se quiere tanto que se pasea por este mundo sin cuestionarse sus actos, pero, eso sí, poniendo muy a menudo en solfa los del vecino. Creyéndonos los reyes de la creación, hemos diezmado bosques y selvas, aplastado especies animales, agotado acuíferos, variado el paisaje, mudado el clima... Y lo peor de todo es que pensamos que la responsabilidad es ajena.

Mientras tanto, estamos condenando a gorilas, chimpancés y orangutanes a una vida que no buscaron, para que nuestros preciosos simios sapiens arramplen con todo, hasta con los cuatro lirios que el alcalde de Madrid ha puesto en el Manzanares, porque el mono tiene derecho a bañarse donde le dé la gana.



Nota: Hoy es el día mundial del medio ambiente y, aunque soy bastante escéptica respecto a estas conmemoraciones, valga al menos para reflexionar sobre todo lo que va a perderse por la acción directa de las personas.

31 de mayo de 2010

Hooper, blues y el Alphaville

Ahora lo llaman Km 0,8 e intenta abarcar un cuadrante donde conviven en Madrid varias salas cinematográficas, la mayoría de un mismo dueño. Pero al principio sólo fue el Alphaville, que ya ni existe como tal. De todas formas, a veces se nos escapa su antiguo nombre y, en vez de denominar al cine que ocupa su lugar con su nuevo y legítimo apelativo, sale de nuestra boca un mantra que vuelve a evocar la ciudad alfa de Godard.

Una de las primeras películas que vi allí fue “El amigo americano”, de Wim Wenders, con un Dennis Hooper tan soberbio, que a partir de entonces me hice adicta a sus interpretaciones (me pasa con muchos artistas; soy promiscua en lo cultural) No sé si por casualidad o qué, pero la fortuna quiso que fuera en ese local y no en otro donde mi persona viera casi todos los filmes de tal sobresaliente actor y, claro, no pude por más que acudir en su día al estreno de “Caído del cielo”. La amargura de su argumento, las pinceladas incestuosas y el dolor de los personajes los recibí hábilmente subrayados por los blues de Neil Young y otros músicos, todo ello mezclado en armónica cadencia con las sombras blancas de la cinta.

Para mí Dennis Hooper no ha sido sólo un maldito, como desde ayer apuntan periódicos y foros. Forma parte de mi andadura personal, de mi modesto aprendizaje, de mi pirueta vital. Por eso, siento que con su recientísima muerte he cerrado para siempre la puerta del veterano Alphaville.