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22 de diciembre de 2010

Cruce de caminos


Dicen que la casualidad no existe y a mí me gusta pensar que es así. Por eso creo que hay algo de maravilloso en lo que ha pasado. Les cuento:
El lugar donde trabajo colabora con algunas entidades para que el alumnado de ciertos cursos realice sus prácticas. En los primeros meses de este año que ahora termina, contamos con la presencia de una chica que se trasladaba semanalmente desde su Vizcaya natal. Terminado su prácticum, volví a tener noticias suyas en una sola ocasión, al poco tiempo de concluir su etapa de aprendizaje.
Pero hace dos días volvió a escribirme y, entre otras cosas, me facilitaba una fotografía muy parecida a la que yo he colgado en mi post siciliano VIII. Ella la tomó la primavera pasada. Yo la hice en agosto. Vean y comparen. Esta es su instantánea:


Y esta la mía:


Si ya es coincidencia que, viajando a Sicilia en fechas diferentes, vayamos a pasar por la misma calle sin habernos puesto de acuerdo, díganme si no es sorprendente que a las dos nos inspire la misma casa y el modo de tender la ropa.
Gracias otra vez, Eva. Espero que no te moleste esta referencia personal.

Navidad, Saturnales o la Marimorena


Me gusta la Navidad o, mejor dicho, el tiempo navideño. Observo este paréntesis en la rutina y comienzo a percibir los buenos augurios del solsticio. Ya falta menos para que los días comiencen a crecer y, como ser gaseoso que soy (mi elemento es el aire), reconozco pequeños y paulatinos cambios en las alboradas, que orean otros aromas, otros sabores, otros colores.
El Sol regresa a nuestras vidas por estas fechas; quizá por eso lo invocamos sembrando brillos y destellos a nuestro alrededor, a la par que nos entregamos a ritos que hunden sus raíces en tiempos lejanos. No es casual que los cristianos tomaran prestada de los romanos y otros pueblos anteriores la data conmemorativa del nacimiento de su dios hecho hombre y que se le reconozca como “la luz del mundo”. Al fin y al cabo, lo llamemos como lo llamemos, son días en que se celebra el destierro de las tinieblas.
Feliz Navidad a todas y a todos.

16 de diciembre de 2010

Soledad



Entro en un bar y pido un té con limón. Tienen puesta la televisión, donde entrevistan a una señora de edad incierta que enseña a cámara la fotografía (bastante ampliada, para que se viera bien) de la persona a la que ella tilda de ‘asesino’. Dos mujeres que, sentadas a mi derecha, comparten barra conmigo, comentan la noticia y ofrecen su opinión al respecto. El camarero entra en la charla y dicta su veredicto: “esto se arreglaba con dos tiros en la espalda” (al de la foto, por supuesto) y remata la faena aconsejando el tipo de arma: una parabellum. Otras personas presentes en el local afirman cosas parecidas. Pago mi té y salgo pitando de ahí.
Ya en la calle me pregunto por qué razón causa más alarma (para el Gobierno) un conflicto laboral, que la actitud agresiva con que muchos compatriotas zanjarían los casos de violencia, justficando a estas alturas el Talión más intransigente. Intentando explicarme lo inexplicable, pienso que las dictaduras largas desgastan tanto a las sociedades, que estas no se recuperan en muchísimo tiempo, aunque el sátrapa esté muerto y remuerto.
¿Pero, en el fondo, no es lo mismo gestionar el problema de los aeropuertos a golpe de tanqueta, que aplicar el fanatismo delictivo a ciertos crímenes? ¿Cuál es la causa y cuál es el efecto?
Mientras se me agolpaban en la frente pensamientos de todo tipo, supe que nado a contracorriente y noté de pronto el sabor de la soledad.

1 de diciembre de 2010

Episodios sicilianos (y VIII): Cuidando la ropa


¿Cuál es el cometido del santo de la hornacina? ¿Protege la ropa de la lluvia, de los ladrones...? ¿Vela por que no se caiga el tendedero?

19:30


Hace años, viendo un programa de la RAI, se me heló el corazón al escuchar a Giulio Andreotti, entonces procesado por corrupción, justificarse y legitimar sus acciones en lo que para él era la naturaleza normal de la política. Vino a decirnos, a los idiotas de siempre, que todos los Estados, desde que el mundo es mundo, han tenido sus cloacas, sus cadáveres en los armarios y sus trapos sucios. Este anciano ha ocupado siempre cargos relevantes desde la segunda mitad del siglo XX, por lo que sabía de qué hablaba.
Esta semana la prensa se despacha a gusto con las últimas filtraciones de Wikileaks, que en algunos puntos afectan a España, concretamente en lo relativo a la guerra de Irak, el caso Couso, Guantánamo, etc. Como hace mucho que dejé de confiar en los políticos (la vez que confié nos metieron en la OTAN los mismos que se manifestaban conmigo a favor de la neutralidad), nada de lo supuestamente filtrado me sorprende, pero no quita que, en caso de ser cierto y como me ocurrió al escuchar a Andreotti, sienta una honda amargura y tremenda tristeza.
Vaya por delante que creo firmemente en la presunción de inocencia y que desearía con todas mis fuerzas que nada de lo aparecido en esos informes fuera verdad, pero parece que algo de realidad sí recogen, malgré tout. Así que respiren hondo, saquen el pañuelo o suspiren cuanto quieran, porque no ha cambiado nada desde los tiempos de Julio César. Nuestros dirigentes, que permanecen sentados cuando desfila la bandera estadounidense, al parecer intentan tapar la responsabilidad de los marines en la muerte de un cámara de televisión español. Nuestros dirigentes, que cuando estaban en la oposición enarbolaron el “no a la guerra”, siguen enviando militares a diferentes puntos bélicos del planeta. Nuestros dirigentes, que abrazan el principio de “justicia universal”, aparentemente están detrás del intento de que los tribunales no procesen a determinados americanos por un crimen de guerra. Nuestros dirigentes ponen velas en todos los altares, en aras de lo que para los diplomáticos norteamericanos, según Wikileaks, es un claro afán de no perder votantes.
En la obra teatral 19:30, de Patxi Amezcua, los personajes hablan de “sacrificar las torres para salvar a la reina”. ¿Quién será la torre?

30 de noviembre de 2010

Episodios sicilianos (VII): Ferragosto y mi despacho

Italia cierra entre el 15 y el 16 de agosto. Las populosas calles se vacían de gente, decidida a celebrar en plena canícula una especie de nochevieja veraniega. Al filo de la medianoche, cientos de personas acuden a playas, ríos, piscinas o fuentes para bautizarse con agua de fiesta. Balcones y ventanas se llenan de velas encendidas, esperando la madrugada, para sumergirse, con el alba, en el obligado letargo del día siguiente. Se me antoja que las ciudades se purifican con estos ejercicios de inactividad, en línea similar a lo que Christo Javacheff hace cuando cubre por completo esos objetos monumentales, islotes o edificios emblemáticos.
Acabo de encerrar en cajas de cartón libros, carpetas y papeles. Ya no existen para la vista, han perdido la identidad que albergaban como habitantes de un cajón o un estante. Cuando para ellos llegue su dieciséis de agosto, veré si aún conservan la importancia que les imprimí alguna vez.

Nota: La fotografía fue tomada este Ferragosto pasado, en una de las más céntricas y concurridas avenidas de Palermo. El equivalente a nuestra calle Alcalá, a la altura de Banco de España.

24 de noviembre de 2010

Lo que no me gusta



  1.  NO me gusta la palabra víctima, porque imprime carácter, fagocitando a la persona que denominan así, hasta el punto de estigmatizarla  para siempre.
  2. NO me gusta que hablen a los niños utilizando siempre diminutivos y palabras cursis. Son niños, no idiotas.
  3. NO me gusta el tono de los locutores deportivos cuando retransmiten algún encuentro, especialmente de fútbol. Me pregunto si hablarán así con su familia y amigos.
  4. NO me gusta lo extendida que está la mala educación.  
  5. NO me gusta comprobar que los bancos siguen ganando mucho a costa de los pequeños depósitos, que son precisamente los peor tratados y a los que más fríen con recargos y descuentos.
  6. NO me gusta que abandonen a los animales, ni que los maltraten.
  7. NO me gusta el burka.
  8. NO me gusta que en los restaurantes cobren por un plato lo que cuestan en el mercado dos kilos de la comida que lo compone.
  9. NO me gustan las consignas ni los adoctrinamientos, aunque vengan de "los míos".
  10. NO me gustan los topicazos políticamente correctos. Algún día dejarán de serlo. 
  11. NO me gusta el 99 % del cine que sale de la factoría hollywoodiense.
  12. NO me gusta que, cuando las cosas van mal, a algunos solo se les ocurra añadir algún delito nuevo al Código Penal o endurecer las sanciones de los que había.
  13. NO me gusta ser un coñazo, cuando lo bueno es cojonudo.
  14. NO me gusta que no se pueda cuestionar al Banco Central Europeo o al Fondo Monetario Internacional.
  15. NO me gusta que en muchos pueblos, para festejar a sus patrones y vírgenes, torturen toros, cabras, gallos, etc.
  16. NO me gusta que me toleren. Prefiero que me respeten.
  17. NO me gustan las trampas ni los chanchullos. Por eso me molesta que en mi país se tilde de "listos" a los aprovechados y caraduras.
  18. NO me gusta que mis impuestos los utilicen en mantener conflictos bélicos, aun disfrazados de "acciones humanitarias".
  19. NO me gusta que, por la radio o la televisión, al leer los titulares de la prensa escrita, hagan comentarios subjetivos. Eso debe quedarse para el artículo de opinión, el editorial o la tertulia.
  20. NO me gustan los best seller y menos si aparecen disfrazados de novela histórica. De novela tienen poco, pues les falta creatividad y destreza literaria; en cuanto a la historia, son poco más que el corta y pega de cualquier estudiante de Secundaria con la Wikipedia a mano.
  21. NO me gustan las ovejas merinas. Queda dicho.
  22. NO me gusta la pena de muerte ni la cadena perpetua, aunque existan en países a los que llamamos democráticos.
  23. NO me gusta que califiquen de "tontas" a las personas generosas.
  24. NO me gusta la falta de sentido de humor.... así que, por favor, no se tomen a la tremenda esta entrada bloguera.


El gran ojo

Siempre he sido aficionada a la ciencia-ficción. Además, crecí en una época en que el género gozaba de buena salud y frecuentemente se reeditaban relatos y novelas o se estrenaban películas ambientadas en el futuro.
Muchas de esas obras tenían puntos comunes entre sí, aunque sus autores trataran de aportar alguna nota original. Uno de esos lugares frecuentes era ese ser que todo lo ve, que vigila, acompaña y registra en su cerebro electrónico la vida de las personas. A veces, ese pope de la seguridad avisaba de peligros, advertía de ciertas normas o simplemente hacía cualquier gesto para que los humanos (sobre todo los humanos, por delante de androides o robots) recordaran que nada se escapa al gran ojo.
A estas alturas de blog, casi todo el mundo sabe que viajo en metro habitualmente y, miren por dónde, qué alegría me llevé al comprobar (con permiso de Santiago Auserón) que “el futuro ya está aquí”. Les cuento:
Miércoles 17 de noviembre, sobre las 22 horas. Estación de Cuatro Caminos. Cinco o seis personas por andén, esperando un convoy anunciado para dentro de seis minutos. De repente escuchamos no una voz, sino la voz: ‘No se pongan tan pegados al borde’, dijo de manera asertiva y correcta. Automáticamente, dos jóvenes de unos diecinueve o veinte años pegan un saltito al unísono hacia atrás, dándose por aludidos.
Lunes 22 de noviembre, sobre las 8,45 horas. Estación de Príncipe Pío. Los vagones a rebosar y, aun así, la gente intenta colarse por algún centímetro libre. Otras vez la voz. No era la misma, pero estaba claro que desempeñaba idéntico cometido: ‘El tren tiene cuarenta y dos puertas. No utilicen todos la misma’.
Bien usado, ese ojazo omnipresente puede ayudar en ocasiones. Lo malo es que, como se le cruce a alguien un cable (de su cerebro no-electrónico) y empiece a advertirnos de que el peligro puede morar en la casa de enfrente, o que nos quedan veintisiete minutos para llegar al colegio electoral (a votar, se entiende), o que somos unos descuidados por besar a un bebé sin mascarilla, no le arriendo a nadie las ganancias, pues el final de la historia ya me lo sé y me da miedo. Ahora que hemos matado a Dios, resucitamos fantasmas.

15 de noviembre de 2010

Episodios sicilianos (VI): Con la pancarta a cuestas


Siracusa y Madrid se parecen en algo: sus respectivos cuerpos de bomberos protestan contra sus patronos (es decir, los ayuntamientos de cada villa) y, para hacer visibles sus reivindicaciones, han pintado los camiones con diversos letreros. Allá por donde pasan, la gente no solo se aparta al escuchar las sirenas, sino que también se entera de que son colectivos en lucha.
Me imagino a otros grupos haciendo lo mismo: el profesorado escribiendo sus reclamaciones en la pizarra, en vez de fórmulas y declinaciones; los empleados de correos adhiriendo pegatinas con eslóganes incendiarios en las cartas y paquetes que pasaran por sus manos; los jueces con dorsales encima de sus togas pidiendo más medios materiales y humanos; las empleadas de hogar dibujarían sus demandas en los paños y gamuzas, que obviamente tenderían a la vista de todos... Y yo, a modo de peineta, me colocaré un cartel pidiendo su dimisión.

14 de noviembre de 2010

¿Pero sabe leer?


Acaban de salir al mercado las memorias de Bush, sí el que buscó hasta la saciedad esas armas de destrucción masiva que jamás halló. Reconozco que solo he leído las reseñas y resúmenes que hace la prensa, pues no me veo visitando Amazon con la finalidad de hacer un pedido así. ¡Y miren que he comprado a veces cosas inútiles!.
El caso es que los párrafos entresacados por los comentaristas no tienen desperdicio (y les prometo que he le leído periódicos de varios signos ideológicos, si se me permite esta licencia, pues cada vez aprecio menos matices distintivos entre unos y otros). Todos destacan esa naturalidad que entronca con su querencia por poner pies y zapatos encima de las mesas y, al respecto, quien otrora gobernó el mundo dice: “No importa qué imagen tenga la gente de mí. Ya no importa. Y francamente tampoco me importó entonces”. Al leer esto me lo imaginé con el pecho descubierto, encima de una carroza festejando el Día del Orgullo y cantando a voz en grito la canción que escribieron Nacho Canut y Carlos Berlanga cuando se denominaban “Alaska y Dinarama”. Lo siento, una también sufre visiones de cuando en cuando; debe de ser el estrés...
Ahora bien, lo que más me ha asombrado es que George W. Bush se define a sí mismo como un bibliófilo. Apasionado de la lectura, afirma que durante su mandato no paró de ejercitar la vista con páginas y páginas de libros, hasta el punto de haber jugado con uno de sus asesores a eso de “a ver quién lee más”. Le ganó el otro (110 volúmenes contra 95), pero él ostenta los laureles de ser quizá el humano que más biografías de Lincoln se ha tragado: catorce en total. Aunque lo malo de esto es que se ha identificado con don Abraham, hasta el punto de decir “él también fue vilipendiado por la gente, pero se mantuvo firme a sus principios” .  
Ahora díganme ustedes qué tiene en común un presidente que abolió la esclavitud, trató de evitar por todos los medios la Guerra de Secesión y, al término de esta, promulgó medidas de reconciliación nacional vigentes hasta ahora, con ese otro que ordenó invadir países y en cuyo nombre se bombardearon indiscriminadamente miles de kilómetros cuadrados habitados por hombres, mujeres y niños ajenos a esa locura. Díganme, por favor, si se parecen en algo quien ha pasado a la Historia como baluarte de la unidad y de la dignificación de los hombres, pagando con su vida por ello, con quien ideó “limbos jurídicos” como la prisión de Guantánamo y dio manga ancha a sus militares para emplear la tortura en sus interrogatorios.
Creo que está claro y, salvo que alguien opine otra cosa, Bush Jr. no sabe leer.

13 de noviembre de 2010

Episodios sicilianos (V): Cuestión de espacio


Cada vez hay más vehículos. Las calles no son elásticas y no siempre hay plazas de garaje para todos. A este paso, tendremos que llevarnos el coche o la moto a casa.

2 de noviembre de 2010

Para que no me olvides

Desde pequeña he frecuentado los cementerios. En mi familia es costumbre llevar flores a los familiares y allegados que se marcharon y, cuando su partida es reciente, no sólo se visita las tumbas en noviembre, sino en fechas clave o significativas para quien se fue (onomásticas, cumpleaños, etc.). Además, nunca lo hacemos desde la tragedia o el patetismo, sino desde la tranquilidad que da el haber aceptado el propio ritmo de la vida. Confieso que, cuando me adentré en el mundo de las constelaciones familiares (la cosa va de psicología, no piensen en nada esotérico), me di cuenta de que en mi vida también cuentan los que no están. En cierta forma, van conmigo.
Cuando iba con mi padre, nos entreteníamos leyendo epitafios y descubriendo cosas curiosas. Me enseñó que muchas lápidas reflejan la personalidad del difunto y la idiosincrasia de toda su familia.
Ayer me impactó una tumba de 1942 en la que escribieron: “Después de la muerte no hay nada”. Me fijé en que ocupaba una buena parcela de tierra yerma, sin una mala hierba que la habitara. Tampoco había flores, ni rastro de que las hubiera habido en décadas. Me pareció estar ante la profecía cumplida y pensé en que a su habitante el tiempo le había dado la razón: no hay nada a su alrededor. Contrastaba con otros panteones que, aunque solitarios, mostraban marcas de musgo y líquenes o, incluso, albergaban hierbajos de varias clases.
Después de esto, quise reconciliarme con la vida viendo el mausoleo de Nicolás Salmerón. En estos tiempos tan proclives a recordar, me gustaría traer a colación que, allá por 1873, fue presidente de la I República Española y que dimitió de su cargo por negarse a ratificar unas penas de muerte (de militares carlistas condenados por rebelión y sedición). Fue valiente al poner sobre el tapete sus ideales abolicionistas y renunciar por ello a la Jefatura del Estado, máxime en una época en que apenas se cuestionaba la legitimidad de la llamada pena capital.
No sé si habrá algo después de la vida terrenal, pero Salmerón ha dejado su ejemplo…. para el que quiera seguirlo, claro.





29 de octubre de 2010

Esclavos modernos

Dice el Diccionario de la RAE (22ª edición) que esclavitud es la “sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación”. Me resulta curioso observar que, una vez abolida oficialmente de nuestro “primer mundo” esa clarísima forma de abuso, el concepto se expande tanto y se difumina de tal modo que raro es quien, en una u otra fase de su vida, no ha sido esclavo.
¿Qué es, si no, trabajar a turnos que cambian cada día, aumentar unilateralmente las jornadas hasta lo patético, rebajar los salarios por el artículo dieciséis y admitir como única contraoferta el abandono del puesto? Todo esto y mucho más está pasando en nuestro querido mundo occidental. En España, sin ir más lejos, lo abanderan organizaciones privadas y corporaciones públicas a las que, en teoría, deberían repugnarles tales actuaciones. Pero está visto que, en vez de provocarles el vómito (por más que intenten proceder dentro de los parámetros de lo políticamente correcto), les inocula la bastarda alegría y maléfica tranquilidad que dan dividendos y prebendas.
Ante esto, ¿volverá el Capitán Trueno? ¿A nadie le importa saber que tenemos un excelente caldo de cultivo para el ascenso de cosas que nunca jamás deberían volver? Por favor, auxilio; la Humanidad peligra.

21 de octubre de 2010

Borrascas y anticiclones

¿Qué fue de aquellos hombres del tiempo que, ante un mapita con isobaras, señalaban con un puntero los lugares donde se preveía lluvia o granizo? Les bastaban cinco minutos para despejarnos cualquier duda sobre los meteoros que nos visitarían en los días siguientes. Eran señores muy respetados, aunque se equivocaran a veces, pero sobre todo eran claros en sus exposiciones e iban al grano.
Últimamente, las previsiones climatológicas tienen espacio propio en las parrillas de muchos canales televisivos. Disponen de una avanzada tecnología y quienes los conducen parecen preparados..., pero son un tostón. Para enterarme de qué temperatura alcanzaremos en Madrid en las próximas horas, o si lloverá en Burgos, debo empaparme (nunca mejor dicho) de los litros por metro cuadrado que han caído en Castuera, Xirivella, Cebreros o Vargas. 
Ya no hablan del anticiclón de las Azores (¿emigraría tras la foto de Bush and the boys?). También echo de menos la marejada del Golfo de Vizcaya y la marejadilla en aguas del Estrecho, pero en su lugar nos relatan si en Baqueira hay nieve en polvo o si la de Cerler es nieve dura. Ahora hablan de "inversiones térmicas", de "masas de aire caliente liberadas a la atmósfera", nos ponen fotos de  amaneceres en las Lagunas de Ruidera y de atardeceres en Écija. Total que, cuando crees que ya se aproximan los dos segundos y medio que dedican a tu ciudad, el soniquete que utilizan es tan raro y hacen tantos aspavientos (ésa es otra) que, al final, no entiendo qué tiempo va a hacer y, además,  yo me aburro.

20 de octubre de 2010

Retoques


Una de las costumbres más extendidas es la de acicalarse. No existe cultura que se libre: desde que el mundo es mundo, con más o menos profusión según épocas, la gente utiliza pinturas, aceites, polvos y cuantos elementos pueda tener a su alcance para verse más favorecida, para contar con la aprobación de los demás e, incluso, para aparentar lo que no se es.
Creo que no se salva nadie, ni jipis, ni clérigos, ni mendigos, estén a favor o en contra del sistema, pues se me antoja que todos ellos utilizan sus ropas para mostrarle al mundo cierta imagen de sí mismos, normalmente la que más les complace a ellos..., o la que quieren vender.
Pero no sólo se adornan las personas, también hermoseamos a nuestras mascotas y los hay que maquillan cuentas, balances, noticias, encuestas... Parece que la realidad a secas no nos satisface y que necesitamos aún la apacible quietud de los cuentos de hadas. Lo malo es cuando alguno se erige en único contador de historias y trata de imponernos su paleta de colores.

¿Por qué?


Vengo observando, a tenor de la prensa, que muchas personas, tras su paso por hospitales y tratamientos psiquiátricos, acaban suicidándose o atacando a quienes conviven con ellas. ¿Acaso no sirven las terapias utilizadas? ¿Será que sus dolencias no tienen cura? Siempre me he resistido a ser pesimista y prefiero pensar que algún día la medicina dará en el centro de la diana también con los enfermos psíquicos. Ahora bien, ¿cuándo será eso?
Tengo una amiga que toma un cóctel de fármacos diarios para contener su extravío. Lleva  así desde los veintitrés años y ya es una mujer adulta. Me parece mucho tiempo para que su vida se reduzca a contar píldoras y caminar al paso que éstas le permiten. Ni ella ni los que sufren como ella han merecido tan bárbaro destino.

NOTA: Rebuscando entre papeles, he dado con un relato que escribí hace veinte años, más o menos. Empezaba  como transcribo a continuación:

“Laura se despertó con un ruido, como un pequeño golpe que lejanamente le avisara de algún evento. Tras dar la luz, tardó unos instantes en poder vislumbrar con claridad lo que había ante ella, ya que la miopía, unida al súbito despertar, desajustaba sus ojos y hacía que las imágenes aparecieran envueltas en un papel de celofán algo manoseado. A decir la verdad, cuando se incorporó y dirigió la vista al frente, no vio ninguna sangre ni fue consciente de lo que pasaba, pero una vez más su intuición le susurró que aquella Maite que ahora se presentaba en el dormitorio luciendo una hierática imagen, extraña y pálida como nunca la había visto antes y que no emitía sonido alguno, acababa de representar la función más importante de su vida, el acto por el que  -injustamente- sería recordada durante los años venideros.
Cuando al cabo de las horas y ya fuera de peligro, en la sala de urgencias de un hospital cercano a su domicilio, pudo empezar a analizar los acontecimientos, se preguntó una y otra vez de dónde demonios salió la cuchilla, porque en la casa de esas dos mujeres se usaban otros métodos para depilarse. Además, no vivía con ellas ningún hombre y, por otra parte, Maite estaba mucho mejor, según los médicos que una semana antes le habían dado de alta tras su breve paso por un sanatorio psiquiátrico, a causa de una crisis depresiva que le dio el tres de abril. Según los facultativos, ni había una causa objetiva ni un peligro real de suicidio y, sin embargo, aquella noche algo le alertó los sentidos, alterando así las previsiones médicas”.

7 de octubre de 2010

Episodios sicilianos IV: Clase de solfeo


Cada uno a lo suyo: las aves a cantar... con partitura

Vocaciones, predestinaciones y otras tendencias


Me he preguntado muchas veces por qué me dedico a lo que me dedico y no acierto a averiguar el motivo. Quienes me conocen opinan que no puede ser de otra forma, dado mi carácter y “concepción romántica” de la existencia (lo entrecomillo porque, cuando me lo dicen, no sé si se trata de un cumplido o de una ironía... y prefiero no preguntar). Recuerdo el hecho que me disipó cualquier duda sobre la elección de carrera universitaria: el asesinato a sangre fría de unos abogados madrileños. Este aciago acontecimiento fue la señal que inclinó la balanza a favor de querer zambullirme en el piélago de los derechos, las libertades, las normas y todo el sursum corda. Cuando perpetraron la matanza, avanzaba a zancadas la década de los setenta. Yo era una cría, pero se vislumbraba en mí mucho de lo que, como persona adulta, he sido luego. Ahora bien, profesionalmente podría haber sido cantante de orquesta o actriz cómica, cosas para las que siempre he tenido vocación, pero se ve que no estaba predestinada. Y hablando de destino, ¿tendrá algo que ver el que haya nacido bajo el signo de Libra (la balanza) y en un día consagrado a la patrona de los presos? ¿Saben lo que significa mi nombre de pila en germanía o argot lumpen? Pues consulten el diccionario.

29 de septiembre de 2010

Ceremonia de iniciación


Madrid, domingo 26 de septiembre.  Residentes del Colegio Mayor Mara buscando por la Puerta del Sol a quien, por un euro, atizara un tartazo (que no tortazo, ¿eh?) al bello rostro de alguna novata. Todas eran chicas y, por lo que vi, no estaban dispuestas a terminar el día sin su ración de dulce.

24 de septiembre de 2010

Episodios sicilianos (III): Hacer alarde

Me contaron hace mucho que en la Italia del Sur está bien visto secar la ropa a la calle, a la vista de todos, porque es sinónimo de limpieza. Vamos, que quien tienda la ropa de manera más discreta será sin duda tachado de marrano y abandonado. Todo aquel que se precie de ser limpio y relimpio sacará por ventanas y balcones, si es preciso ocupando parte de las ajenas, sus camisetas, manteles, almohadones y lo que se tercie, para constancia del hecho y admiración de todos. Reconozco que esto mismo, que valoro como costumbrista y pintoresco de Nápoles para abajo, no me hace tanta gracia cuando lo veo cerca, en mi ciudad concretamente. En este sentido, más de una vez me he regocijado pensando lo oportuno que sería la estampación de algún excremento pajaril en esas ropas tan groseramente exhibidas y tapando fachadas que, como las pobres no pueden hablar, aguantan lo que no está en los libros.
Tendederos aparte, lo de colgar artilugios de muros para afuera debe de ser consustancial al ser humano. En los edificios oficiales hay banderas y, dependiendo de que se trate de un inmueble estatal, autonómico o municipal, las enseñas pueden llegar a ser tres e incluso cuatro (si estamos en campaña europeísta). En el ámbito casero y ante determinados acontecimientos, a mucha gente le da por colocar cosas en sus rejas, barandillas o cristales. Pensemos en los mantones bordados del Corpus, en el distintivo de un equipo de fútbol cuando gana la liga (o la copa, o las dos cosas juntas), en las palmas del Domingo de Ramos e, incluso, en aquel "no a la guerra" que hace unos años se elevó como grito unánime en toda España.
Creo que la finalidad de todo esto es testimoniar una posición, compartir con un universo indefinido de personas aquello que sentimos o nos motiva y, por ende, dejar entrever cómo somos. Considero, además, que exhibimos aquello de lo que nos sentimos orgullosos, lo que no cuestionamos, como las limpias mammas italianas hacen con su ropa. Por eso, cuando vi los balcones de la foto en una plaza de Cefalú, pensé que, aun en el caso de que allí no hubiera un perro real, sería bienvenido.

23 de septiembre de 2010

Familias, sucesos y Arthur Miller

En algunas ocasiones, la tranquilidad familiar se asienta sobre un pacto de silencio. A medida que transcurre el tiempo, dicho acuerdo va moldeando los hechos y los acomoda a unas a las circunstancias que deberían haber sido y sin embargo no fueron, con lo cual termina modificándose la propia historia de esa familia. Todo esto suele ocurrir casi siempre en relación con sucesos graves o lo suficientemente fuertes como para preferir otra lectura, otro desenlace, otro rumbo.
Hay quienes opinan que en todas las familias conviven tabúes, mitos y verdades a medias. A lo mejor, hasta es sano que sea de esa forma y que no todos tengamos derecho a hurgar sin medida los cajones del alma de nuestros mayores. A lo peor, si supiéramos la verdad auténtica podríamos detestar haber nacido con los genes que portamos... Es más, al final, ¿cuál es esa verdadera realidad? Si hacemos caso de Valle-Inclán y damos por sentado que las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos, nadie rememora exactamente lo mismo que otra persona respecto a idénticos acontecimientos (hagan la prueba). Es decir, desde su origen, las verdades ya son relativas, pues las pasamos por el tamiz de nuestra subjetividad, cuando no de nuestra ensoñación.
En la obra “Todos eran mis hijos”, de Arthur Miller, la armonía familiar pasa por un estado de cosas fabricado a la propia medida de una madre y un padre al uso. Pero se trata de una paz inestable, acosada desde diversos frentes y en un tris continuo de desequilibrarse. Cuando llega la catarsis, quienes eran felices dejan de serlo; quienes no lo eran, permanecen tristes. Nadie gana nada y todos han perdido algo. ¿Mereció la pena? Siguiendo con el teatro, esta vez de Calderón, “en la vida, nada es verdad y nada es mentira”, exactamente igual que la fotografía que he colocado, pues aparece un bingo denominado Alcalá, cuando se trata de un local de Catania.

Otoño.....


... Tiempo de celebraciones. ¡Salud!

17 de septiembre de 2010

Don de lenguas

Escucho en la radio la honda preocupación del ministro de Educación por el escaso nivel que, en el conocimiento de idiomas, poseemos los españoles. Parece que este déficit obedece principalmente a las políticas educativas, que han arrojado a generaciones enteras al grotesco chapurreo, cuando no al limbo de la mudez. Sobre todo, la inquietud ministerial se centra en el inglés, que se ha ganado (por dejación de otras, todo hay que decirlo) el título de lengua vehicular, como en su momento fue el latín o aspiró a serlo el esperanto. Nada que objetar al Sr. Gabilondo. Comparto sus tribulaciones. A mí también me gustaría que todos salieran de la Secundaria hablando y escribiendo dos idiomas foráneos y que, como en tantos países, al menos uno de ellos con igual destreza que la lengua materna. Ojalá se consiga y podamos desterrar al olvido la ingente cantidad de chistes en los que nuestra infinita ignorancia o tosca pronunciación arrancan las carcajadas de media humanidad.

Pero también me preocupa lo mal que se habla, en general, el castellano, que es la lengua en la que yo me expreso diariamente. Estoy alarmada por el deterioro que sufre y a veces pienso que la estamos perdiendo por completo. Sólo se me aleja la zozobra cuando escucho hablar a personas latinoamericanas, cuya precisión en el uso de las palabras, sea cual sea su formación y edad, supera con mucho a la de la mayoría de mis compatriotas. Sin ir más lejos y a propósito de los mineros que permanecen soterrados en Chile, a la espera de que los rescaten, escuché a una jovencita de no más de quince años expresar a cámara lo que sentía por tener a su padre atrapado allí abajo. La claridad con que habló, la exactitud de sus giros y la corrección sintáctica me hizo desear en ese momento que la entrevista se alargara más allá de los cuarenta o sesenta segundos que debió de durar aquello. Esto no suele ocurrirme cuando escucho a muchos españoles (incluso periodistas) emitir frases sin artículos, olvidar cómo se pronuncian debidamente las sílabas ge y gi, aspirar la hache en palabras que en castellano han llevado siempre hache muda o, finalmente, empeñarse en que toda uve doble es hija de la fonética anglosajona. Son sólo cuatro ejemplos, pero podría poner muchos más. Y lo peor de todo es que hace años, en el colegio, a algunos les bajaban nota por expresarse de forma tan desastrosa.







9 de septiembre de 2010

Foto de foto o el cazador cazado


Poca gente conozco a la que no le guste fotografiarse. En general y fotogenia aparte, a veces rezongando, atusándonos el pelo u ordenando los botones de la ropa, el caso es que las personas solemos acceder a que nos inmortalicen. Cualquier evento o paraje son propicios y servirán de excusa para que alguien, cámara en ristre, deje testimonio de ese instante..., como los japoneses de arriba.

Con el auge de lo digital, además, hemos multiplicado por ene las fotos que hacemos y nos hacen: que el niño ha llegado el décimo en una carrera colegial, foto al canto; que la abuela ha cambiado de peinado, fogonazo de flash y, así, lo que ustedes quieran. Al fin y al cabo, desde que en el siglo XX se acuñara el eslogan de “una imagen vale más que mil palabras”, casi todos hemos sucumbido con gusto a esa magia.

Cuando pasa tiempo y revisamos imágenes, repasamos también nuestra vida y, aparte de celebrar o rememorar el acontecimiento que se plasma en las fotos, a menudo nos preguntamos qué habrá pasado con tal o cual persona, dónde habrá ido el traje que llevábamos puesto, quién ocupará la casa que ya no es nuestra o cómo habrá quedado el incipiente paseo marítimo. A mí también me gusta especular con la posibilidad de que sólo haya un ejemplar de la instantánea que contemplo y, si se pierde o se elimina, pueda desvanecerse para siempre un trozo de mis recuerdos. Son minutos excitantes en que yo, humilde mortal, acabo poseyendo la facultad de arrojar a un agujero negro cualquier recuerdo aciago.

Volviendo a los japoneses, el chico tal vez atrapó y congeló para siempre una gota de encanto, diversión y asueto, esto es, la imagen de su acompañante en ese preciso momento. Pero a mí lo que me ha salido es la inmensa de felicidad que les traspasaba a ambos.







7 de septiembre de 2010

Episodios sicilianos (II): Los tiempos están cambiando


Hay en el exterior una batalla furibunda/ pronto golpeará sus ventanas y crujirán sus muros/ porque los tiempos están cambiando. (Bob Dylan)

Los primeros normandos que arribaron a Sicilia iban “de Cruzada”, esto es, a luchar contra los musulmanes y tomar el territorio para la cristiandad. Nosotros también tuvimos nuestra Reconquista, por lo que no nos sorprende la cantidad de iglesias e imágenes diseminadas por toda la isla. Me han llamado la atención aquellas en las que se aprecia el influjo oriental, casi casi como en Bizancio, llevándoles a compartir el rito católico con el ortodoxo. También he visitado catedrales en las que algunas de sus columnas de la nave central provenían de antiguos templos griegos o romanos (paganos, en suma). Se diría que, desde siempre, las cosas se han ido acomodando al paso del tiempo, integrando elementos y flexibilizando posturas, para acercarse a la realidad.

En Noto, un pueblecito plagado de palacios barrocos y casas solariegas, el museo de la catedral alberga los porta-mitras que aparecen en la fotografía de arriba. Observándolos hoy, no he podido por menos que imaginarme cómo serán las ropas y atuendos de las obispas y cardenalas, cuando el derecho canónico permita que las mujeres accedan al sacerdocio, igualándose así a las anglicanas y luteranas.

Este verano, una norma vaticana declaró que la ordenación de mujeres es un delito de fuero eclesiástico, perseguible por los tribunales de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se pretende exterminar de raíz el tema de las ordenaciones de sacerdotisas que, de unos años a esta parte, vienen practicándose en algunos lugares. Pero me parece a mí que esta salida de la iglesia oficial, más que resolver el problema a favor del dogma, lo que ha hecho es evidenciar aún más lo anacrónico de la organización eclesial, en un mundo donde las mujeres ya están presentes en la mayoría de los estamentos. Cuesta asumir que no haya párrocas, cuando existen teólogas, profesoras de religión, santas que hacen milagros, doctoras de la Iglesia, ha habido abadesas de ilimitados poderes y hoy casi siempre son mujeres quienes se encargan de leer, pasar el cepillo o cantar en las misas.

Como me gusta pensar bien, creo que tarde o temprano todo esto se enmendará, porque “los tiempos están cambiando”.

Nota: Dedicado a Rosa, Pilar, Mª Carmen, Lourdes, Conchita y tantas otras.

En todas partes cuecen habas


Hace meses, en un blog amigo, su autora colgó una fotografía parecida. Cuando vi este coche el mes pasado, no pude por menos que recordarlo y constatar cómo cunde el mal ejemplo, o como ella insinuaba, la falta de educación.

5 de septiembre de 2010

Emisiones



Alguna vez me he confundido al tirar algún residuo a la basura. Sin querer, ha ido una chapa de botella junto con los restos de fruta o viceversa. Menos mal que me he dado cuenta y he podido deshacer la fechoría, no sin reprenderme seriamente a mí misma por el despiste: “Guapa, es que vas como un zombi, no te fijas. ¿Para qué tienes tanto cubo con bolsas de diferentes colores, a ver? Si sigues así, por tu culpa van a morir más peces, ya no habrá primavera, estás contribuyendo al deshielo polar, desaparecerá Tarifa ...” Y hago propósito de enmienda para estar más atenta porque, a decir verdad, me lo tomo en serio y sé que los objetivos de Kyoto dependen de la actitud responsable de los ciudadanos de a pie y subrayo lo de “a pie”, pues no comprendo cómo no se toman medidas más eficaces contra las emisiones de CO2, verdaderas causantes del efecto invernadero y cambio climático. ¿Qué pasa con esos vehículos que atestan carreteras y calles? A lo mejor purifican el aire y aún no me he enterado.

3 de septiembre de 2010

Episodios sicilianos (I): Contrasentidos

Garibaldi mira a los paseantes desde mil rincones. Subido a pedestales, rodeado de gaviotas o palomas, cubierto de guirnaldas secas e incluso rotulado por manos grafiteras, eleva su pétrea mirada como sólo pueden hacerlo quienes han pasado a ser semidioses oficiales, esas figuras triunfantes nacidas para pasar a la Historia eclipsando otras historias... El revolucionario libertador y unificador de Italia, látigo de aristócratas, prelados y estamentos ociosos, sacudió el polvo de borbones y habsburgos, asentando en el trono a la Casa de Saboya. Paradojas de la vida.

En Palermo, deambulando hacia el puerto a través de calles plagadas de edificios nobles del XIX, puedes toparte con la mansión donde Visconti filmó algunas escenas de “EL Gatopardo”. Al verla, recuerdo a ese Burt Lancaster-Príncipe de Salina que se desazonaba comprobando cómo avanzaban las tropas garibaldinas, poniendo en peligro las estructuras sociales imperantes hasta entonces. Pero no olvidemos que, al observar cómo algunos parientes se alistaban a las huestes rebeldes, su espíritu se va tranquilizando hasta ser capaz de analizar, con pasmosa lucidez, lo que está sucediendo y lo que irá a ocurrir. Cuando el personaje dice que todo ello se trata de “…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está", vaticina la incongruencia y nos advierte a todos.

Los gatopardos siguen vivos y no son sólo sicilianos.

1 de septiembre de 2010

Como objetos


El País Semanal tiene una sección dedicada al sexo. En ella se lanza una pregunta y publican las respuestas de lectores y de algún famoso. El domingo pasado (página 83) le tocó a Cayetana Guillén Cuervo el honor de contestar a la siguiente cuestión: ¿Qué experiencia exótica querría tener este verano? A lo que la conocida actriz y presentadora literalmente contesta: “Pues mira, ya que pasamos estas vacaciones en Indonesia, me apunto a una experiencia asiática. Tengo amigos que viven allí que me aseguran que una vez que has probado el sexo con una chica asiática, te cuesta volver a la mujer europea. Y como los chicos indonesios no me gustan especialmente (físicamente, por supuesto, porque de carácter son como para llevártelos a casa), tendremos que probar el rollo bollo. ¡Seguro que mi chico no nos deja solas!”

Huelga decir que me parece estupendo lo que la Sra. Guillén sueñe, evoque o desee y que me importa un bledo lo que haga durante sus vacaciones. Pero cuantas veces leo sus palabras, más se me asemejan a las conversaciones zafias que, en boca de los peores machos, tanto hemos denostado siempre. Me chirrían porque parece que se trata a las mujeres asiáticas como objetos lúbricos nada más, a la altura de un consolador o de una muñeca hinchable. Y me molesta también que, por el tono empleado, se anime a la gente a salir al encuentro de la presa asiática, de esa esclava que deberá satisfacer todas nuestras fantasías.  Yo creía  que esa forma de turismo sólo la practicaba otra clase de personas.



4 de agosto de 2010