Visitas

29 de junio de 2011

Residuos



No recuerdo la primera vez que en casa asumimos la posibilidad de deshacernos de un envase de cristal, sin necesidad de entregarlo en la tienda. Supongo que, a nivel general, aquello fue recibido como un avance moderno, liberándose a la gente de acudir con sus tarritos de yogur o botellines de cerveza tintineando en la bolsa, para comprar tantas unidades como cascos se llevaba encima.
Tras el cristal apareció el plástico, el bote de aluminio, los poliestirenos del tetra brik y todo lo que usted sabe ya, porque lo utiliza. Como acabo de decir, no recuerdo exactamente cuándo empezó todo, pero soy consciente de haber participado durante casi toda mi vida en el ensuciamiento del planeta.
Ahora, cuando las cosas han llegado a unos límites alarmantes, los poderes públicos nos instan a reutilizar y reciclar. Desde hace tiempo, nos resultan familiares los cubos de basura diferenciados en función del material de nuestros residuos, pero no todo el mundo los usa de manera adecuada. Por eso, ayuntamientos como el de Pamplona han puesto en marcha el canje de latas y botellas de plástico por entradas de cine. La iniciativa me parece espléndida, pues, a la par de hacer pedagogía acerca de la necesidad de separar en origen los desechos, fomentamos una forma de ocio sencilla, barata, sosegada y, si además la película es buena, enriquecedora y artística. Parece que el experimento está dando resultado, pues desde enero de este año se han recogido casi un millón de envases (para quienes no conozcan Pamplona, se trata de una ciudad de doscientos mil habitantes, aproximadamente).
En otros lugares del mundo se lleva a cabo algo parecido, pero reembolsando el dinero de la tasa que la gente pagó al comprar el producto cuyo recipiente devuelve. Por eso me sorprende que en municipios como el mío se optara por inspeccionar las bolsas de basura y multar al vecindario si alguien osaba a mezclar raspas de sardinas con un tarro de mayonesa. Como la medida se declaró ilegal (a mi juicio, afortunadamente), pescado y botes siguen yaciendo juntos más veces de las que serían recomendables, con gran perjuicio para el medio ambiente.
¿Para cuándo medidas que fomenten de verdad el reciclaje? Si bien es verdad que todos somos responsables del estado de la Tierra, quienes poseen la capacidad de gestionar, administrar y decidir deben promover entre la ciudadanía actitudes responsables, facilitando el hacerlo y, si es preciso, incentivándolo. ¿O acaso, por idénticos fines ecológicos, no se está impulsando la renovación de los electrodomésticos, bombillas y ventanas? Creo que, mientras se expande el ejemplo de otras ciudades y los de arriba deciden si incentivar o no, bastaría con que se llevara a la práctica algo muy sencillo: incrementar el número de contenedores para cristal y papel, dotando de ellos a cada comunidad de vecinos. En la actualidad y en Madrid, solo contamos con el de restos orgánicos y el famoso amarillo, por lo que, desprenderse de periódicos atrasados, cajas de cartón o tarros de mermelada, a veces conlleva ir cargado hasta dos o tres manzanas... y no todo el mundo es joven, ágil o sano. Asimismo y respecto a los lugares donde la basura se tira a contenedores grandes, de los que están en la calle y son comunes a varios edificios, sería harto recomendable que, al lado de ellos, hubiera también receptáculos para papel y vidrio, por las mismas razones.
Es decir, si no se opta por la recompensa o compensación, al menos abastézcase a la población de elementos, recursos y dispositivos suficientes para que separar los residuos no se conciba como un castigo divino.

Para saber más acerca de lo de Pamplona,
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/lata/invita/cine/elpepusoc/20110627elpepusoc_2/Tes

24 de junio de 2011

Pecados capitales: la soberbia y sus parientes

 
Quisiera ser tan alta como la luna, ¡ay, ay!
(Canción popular española)

Desear quedar siempre por encima de todo y de todos, aparte de inútil, debe de dañar profundamente el ánimo. En este sentido, supongo que la persona soberbia verá frustrada sus aspiraciones en muchísimas ocasiones, porque, no nos engañemos, la mayoría de las cosas van a su aire y cuantos nos rodean son libres para pensar y actuar como quieran (o puedan). Nadie es superior a nadie.
El soberbio suele jactarse de ser inconformista y rebelde pero, cuando el destino le da una vara de mando (aunque sea la muy común de criar a sus hijos), se muestra rígido e imperativo, con no pocas dosis de intolerancia. Así pues, no le faltan ocasiones para andar malhumorado y estallar en cólera por la cuestión más nimia, aun a costa de hacer el ridículo.
Son, en fin, tiranos y tiranillos. Algunos protagonizan los acontecimientos y páginas más execrables de la Historia, a otros les basta con ser responsables del profundo malestar de sus empleados, familiares, compañeros o amores. En cualquier caso, todos son la pesadilla de alguien.








13 de junio de 2011

Universos paralelos


Los cosmólogos nos han familiarizado con la idea de que, más allá del universo que observamos, existen otros, algunos igual al nuestro y otros muy distintos, prácticamente inimaginables, en los que las leyes físicas difieren de las de aquí.
Me impresiona pensar que, a miles de años luz, puede que exista una Amparo que, en este preciso momento, teclee un ordenador y escriba palabras como las mías. Esta impresión se acrecienta si pienso que, más lejos aún, haya otra Amparo empezando a vivir lo que yo ya he vivido hasta ahora. Las posibilidades son inabarcables y la imaginación se me desboca. Parece que, para acceder a esos mundos, se necesita una puerta, elemento en el que investigan algunos científicos y que ya me gustaría a mí tenerla hoy, para trasladarme por el multiverso y recoger, en algún lugar de la energía flotante, los libros que perdí ayer.

22 de mayo de 2011

Sol






“En los exámenes, respondan con preguntas”
(Muros de la Sorbona – Mayo francés)

Los biempensantes, sean del color que sean, indagan estos días la ideología que albergan las más de veinticinco mil personas acampadas en la Puerta del Sol. Parece que todo tiene que estar clasificado, ordenado según las normas ISO y, por supuesto, pasado por el tamiz de quienes viven de hablar por hablar, ya sea en los medios de comunicación, ya sea en sus poltronas. Se diría que todo aquello que es diferente nos deja intranquilos, porque nuestras hamburguesadas mentes son incapaces de concebir otra cosa que no sea el pensamiento único, aunque se nos pinte con siglas distintas.
El pasado Jueves Santo, durante la sobremesa de una comida con amigos, un famoso y popular actor español (por eso omito aquí su nombre, no vaya a ser que, encima lo perjudique) dio en la diana de lo que está pasando desde hace años: “el futuro del mundo es una dictadura, no como las que han sido hasta ahora, sino mucho más sofisticada; por eso van prohibiendo y asfixiando paulatinamente, para ver hasta dónde aguantamos; y el caso - proseguía ese actor- es que lo aguantamos todo”.
Por eso hay que indignarse y responder con preguntas.



18 de mayo de 2011

Pecados capitales: Lujuria, gula y algo más



Cuando era niña, asociaba lujuria a lujo, sin duda por la similitud fonética de ambas palabras. Además, en mi mentalidad infantil todo cuadraba, pues qué peor cosa para los cristianos que arrojarse a los pies (o patas) del becerro de oro, vender el alma por la opulencia y pensar que todo está al alcance de la chequera. Era lógico, por tanto, que el ansia sin medida de pompa y oropel se castigara y se elevara a la categoría de pecado capital.
Pasó el tiempo y, aunque pude desligar los conceptos que encierran tales vocablos, reconozco que he seguido percibiendo obscenidad en ciertas exhibiciones relumbronas. Si la lujuria trae de la mano la impudicia, la sordidez y la indecencia, impúdico, sórdido e indecente es también que el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Strauss-Kahn, se aloje en habitaciones de hotel que cuestan tres mil dólares la noche, cuando desde el organismo que representa llevan varios años recomendando recortes del gasto público, rebaja de salarios, amortización de empleo y mano dura con los países derrochadores. Nuevamente la vida, que es tan obstinada, me ha servido lujuria y lujo en el mismo envoltorio
La prensa habla de las andanzas libidinosas de este hombre, del presunto delito por el que fue detenido hace unos días, de su amor al boato y la ostentación..., pero casi nadie se cuestiona el hecho de que individuos así ocupen cargos como el suyo.
El próximo domingo, en España, habrá elecciones municipales y autonómicas. Circulan por ahí los nombres de más de cien candidatos con causas judiciales pendientes. Son de casi todos los partidos que cuentan con representación en las diversas administraciones del Estado. Dejando a salvo la presunción de inocencia, de la que siempre he sido una firme y tenaz defensora, lo que sí está claro es lo poco que importa, para medrar en política, que los otrora llamados próceres hagan caso omiso de lo que exigen al resto de la ciudadanía.
La ambición de darse todos los caprichos pasa por codiciar cuerpos, trajes, mansiones, drogas, amistades y un sinfín de cosas más, por saciar un hambre que les nubla la conciencia hasta el punto de no importarles más que ellos mismos. Se ven tan poderosos que no se imaginan reventando como lo haría un vulgar neumático al pasar por una calzada llena de cristales. Como el niño glotón que trata de esconder las migas de un bizcocho que se acaba de zampar, así aparecen estos personajes ante nuestras narices.
Efectivamente, es lujo-lujuria, pero también gula. ¿Vamos a dejarnos comer?


3 de mayo de 2011

Confucio in USA


Tras el espanto del 11-S, el por entonces presidente de los Estados Unidos lanzó un “wanted, dead or alive” que se cumplió ayer, diez años más tarde y bajo el gobierno de un mandatario distinto, supuestamente opuesto al anterior. Por televisión sacaron la algarabía de muchos norteamericanos que celebraban la muerte del alma mater de los atentados de Nueva York, Bali, Casablanca, Londres o Madrid. Mostraban su orgullo por pertenecer a una nación que, desde su origen, no ha temblado a la hora de aplicar su ley y su orden. A uno y otro lado del Atlántico, los políticos empezaron a declarar, con una sola voz, que el mundo era, ahora, un lugar más seguro. Simultáneamente a esto, aumentaron el nivel de alarma y reforzaron las medidas de seguridad en varios países, pues sin duda comparten lo que hace más de dos mil años dijo Confucio: “Antes de iniciar un viaje de venganza, es mejor que caves dos tumbas”.


28 de abril de 2011

Pecados capitales: La envidia


“La envidia es mil veces más terrible que el hambre,
porque es hambre espiritual”
(Miguel de Unamuno)

Recuerdo que, a los pocos meses de acabar la carrera, una compañera me confesó que siempre me había tenido mucha envidia. Me explicó sus razones y comprendí que no hablaba en sentido figurado. La noticia me sorprendió, pues hasta entonces no había considerado la posibilidad de que alguien pudiese codiciar algo mío y menos que lo ansiado fuera la imagen que ella percibía de mí, imaginándome libre y etérea como el aire, como si yo no tuviera problemas.
Esta anécdota me sirvió para darme cuenta de que, la mayoría de las veces,  alguien siente envidia por la interpretación que hace de las cosas, no por esas cosas en sí mismas. Al envidiar, por ejemplo, la popularidad de alguien, nos da por pensar que a ese o a esa los consideran mejores que a nosotros, cuando lo cierto es que seguramente seamos igual de queridos y respetados. Sin embargo, gastamos la energía en amargarnos, agrandando el resquemor y la oscuridad de nuestros pensamientos.
Dicen que el pecado nacional de los españoles es la envidia, que nos volvemos verdes cuando al vecino le toca un premio o a nuestro compañero le dedican un halago. Será por eso, es decir, porque se trata de algo generalizado, por lo que hemos llegado incluso a ser indulgentes con los envidiosos, responsabilizando muchas veces de su defecto a quienes son objeto de sus dardos. Seguro que a usted le han dicho alguna vez algo parecido a esto: “lo tuyo es suerte”, “qué feliz eres, con la que está cayendo”, “ya sabes cómo es, procura no ir por delante”, “conociéndolo, tenías que haber cedido tú”, etc.
Los hay, incluso, que se ufanan proclamando que sienten “sana envidia” por esto o por aquello, como si la pelusilla que padecen pudiera ser benéfica. No nos engañemos, la envidia nunca es sana, porque no incita a mejorar ni a superar los obstáculos, sino que se convierte en odio y en desearle todo lo peor a la persona envidiada, a ridiculizarla y, en casos extremos, a acosarla o maltratarla.
La envidia son celos, es inseguridad, incapacidad de disfrutar con lo que se tiene y, en definitiva, un trastorno del alma. Compadezcamos a los envidiosos, porque seguro que sufren, pero guardémonos de ellos, porque pueden hacernos la vida imposible.

14 de abril de 2011

La república de los pantalones


 14 de abril. 

Dürrenmatt y el Coliseo


Siempre ha habido mecenas y promotores que ponen su dinero para que una empresa artística, cultural o deportiva salga adelante y no se extinga. En el pasado y en el mejor de los casos, se colocaba una placa o un busto en su honor, para que las generaciones venideras pudieran saber quién fue el prócer que contribuyó con su patrimonio a tan grandiosa tarea. Otras muchas veces ese benefactor quedaba en el anonimato.
De un tiempo a esta parte, asistimos a una curiosa variante del género bienhechor o protector. ¿Se han dado cuenta de que muchos teatros llevan el nombre de una marca comercial? Me refiero a locales señeros, con casi un siglo de antigüedad, que han contribuido a la historia de su ciudad. Por ejemplo y sin salir de Madrid, el Calderón se llama como unos helados y el Rialto como una compañía telefónica. No me imagino a las musas dándole a la stracciatella ni mandando mensajes a móviles, así que siempre me pareció que sobraban esos apellidos comerciales. Discúlpenme, pero aún soy romántica.
De los equipos de baloncesto o balonmano, mejor no hablamos, porque a los nombres que conocemos desde niños les han salido unos apéndices que los emparentan con jabones, cementos, bancos, lácteos y mil cosas más. Y no estoy hablando en sentido figurado, porque habrán oído alguna vez lo de Jabones Pardo-Fuenlabrada, Metrovacesa-DKV Joventut o CAI Zaragoza.
Ahora bien, el premio al mecenas más interesado se lo lleva la firma Tod´s, que, a cambio de poner dinero para unas obras que van a realizarse en el Coliseo de Roma y con las bendiciones de Berlusconi, podrá gestionar la explotación turística de ese monumento (patrimonio de la Humanidad), sembrarlo de publicidad propia, poner un córner para vender sus zapatos y accesorios y estampar su firma en los tickets de entrada. ¿Hay quien dé menos por más?
El viejo aforismo “lo que no está prohibido está permitido”, a base de aplicarse a todo tipo de cosas, de naturaleza variada y con fines diversos, se aleja cada vez más del soplo de libertad que en su día lo inspiró y, aunque algunas de esas cosas no sean en sí mismas ilegales, pisan el campo de lo feo. En “La avería”, Friedrich Dürrenmatt  disecciona esta idea a través de unos personajes que, ya jubilados, juegan a hacer la justicia que en su momento no pudieron hacer. Me pregunto cómo encauzarían el caso Tod’s-Coliseo, donde ética y estética no salen bien paradas. 

8 de abril de 2011

Cuestión de tiempo



Los griegos idearon al dios Chronos como el dueño de los días, los meses, los años, las etapas, las edades.... Se trataba de una deidad creada a sí misma, lo que nos avisa de su poderosa naturaleza, de su indómita razón, de su superioridad en suma. Por eso se permitía vagar alrededor de todas las cosas, envolverlo todo. Se diría que, hagamos lo que hagamos, el tiempo siempre está allí, inexorable e imperturbable.
Será por eso que el cambio de horario primaveral me sienta tal mal. Por más que se empeñen las autoridades y cambie las manecillas del reloj a la hora indicada, mi mente y mis entrañas se aferran al camino que le señala Chronos. Cuando me levanto, no son las 6:45, por más que me engañe. En realidad son las 4:45, porque vivimos con dos horas de adelanto en relación con el Sol. Comprendrán que me sienta gallina que se pregunta por qué este baile absurdo de cambiar las horas dos veces al año. En esta Yenka particular que nos imponen desde hace varias décadas y que se justifica por la necesidad de gastar menos energía, me pregunto cada mañana qué clase de ahorro de es este, cuando lo primero que hago es encender las luces de mi casa, para alumbrarme y no llevarme por delante la esquina de la cama o el canto de una puerta, por ejemplo.
Sé que el tiempo se concibe como una convención más; son las siete o las diez porque todos estamos de acuerdo en que así sea. Es la victoria pírrica de los mortales: jugar a cambiar la apariencia de las cosas. Por eso no me extrañaría que, en unos años, decretaran que debemos contar el tiempo al revés, so pretexto de eficiencia laboral o aprovechamiento de los recursos.
Hagamos lo que hagamos, ese dios firme e impasible, señor de las horas, que nos lleva la cuenta exacta de los minutos vividos, nos seguirá acompañando invisible cada día y nos recordará que a él no lo creó nadie y, por lo tanto, nada lo cambia, nadie lo amolda.... ni tan siquiera el meridiano de Greenwich.