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25 de marzo de 2013

Animales y alimañas




Esta mañana he sabido que el toro Ratón se ha muerto. Para quienes no estuvieran familiarizados con el astado, les diré que se trataba de un animal famoso por su fiereza y bravura en festejos, saraos y celebraciones patrias. Los ayuntamientos y pedanías se peleaban por contar con Ratón entre sus atracciones porque, pásmense, tenía en su haber un buen número de heridos y algunos fallecidos. Es decir, el caché del animalito subía a la misma velocidad que la adrenalina de cuantos mozos y mozas salían a gritar, empujar, dar patadas o saltar por encima del morlaco. Bien es sabido que hay quienes no se divierten si no es demostrando a la comunidad su osadía y arrojo, resto sin duda atávico de cuando nos esperaban fieras espantosas a la salida de nuestra cueva y teníamos que darles muerte para alimentarnos o simplemente seguir vivos. Ahora bien, entonces nos cubríamos con pieles y ahora lo hacemos con pantalones y camisetas de marca.

Mientras escuchaba la noticia, he pensado en el toro y el nivel de estrés que habrá acumulado a lo largo de sus correrías por plazas, pueblos y aldeas. ¿Merece la pena hacer sufrir así a un ser vivo? ¿Hasta cuándo seguiremos los españoles festejando cualquier cosa con el sacrificio de un animal? Aunque el regodeo y el espectáculo de mis compatriotas no haya sido la causa directa del fallecimiento del bovino, no puedo por menos que empatizar con él y sentir por unos instantes cómo sería mi vida si me obligaran a embestir continuamente, salir corriendo tras las piernas y brazos de gente que vocifera y me pega, huir de cigarros encendidos que me acercan a la piel, aguantar cubos o manguerazos de agua fría, resbalarme por calles pegajosas y malolientes, soportar alguna que otra vomitona a escasos metros  de mí y, además, sobrellevar como pueda el apelativo de “asesino”.

Si esto es acervo popular, yo elijo otro camino.

De blogueros y nominaciones




Hace unos días me enteré de que habían nominado esta bitácora que ustedes leen para el premio Liebster Awards. Se trata de una acción interbloguera, dirigida a aquellos cuadernos virtuales con menos de trescientos seguidores, es decir, una forma de reconocer a los más humildes que, a pesar de la modestia de medios y alcance, alguien los lee y los sigue.

Lo primero de todo y para cumplir fielmente los mandatos de esta nominación, quiero agradecer a Mar del Rey que me haya nombrado. Además de ser una persona estupenda, se merece triunfar en la carrera literaria que emprendió hace unos años. Sé que los dioses están con ella y bastantes mortales también.

Asimismo, tengo que contestar las once preguntas que me hace y una, que no ha venido al mundo precisamente para ser famosa, intentará salir airosa de esta prueba, teniendo en cuenta de que alguien podrá analizar con lupa sus palabras durante los más de cincuenta años que pueden perdurar en el espacio internauta. Estas son las cuestiones:

¿Cuál fue el primer blog que te enganchó? Mar Abierto.
¿Qué te llevó a escribir un blog? La insistencia de alguna amiga.
¿Cuál es tu finalidad escribiendo un blog? Plasmar por escrito cosas que me preocupan o llaman la atención. El nombre “Tildes y Acentos” tiene que ver con esas cosas pequeñas que, sin embargo, pueden cambiar el sentido de una palabra. Para mí, tildar un determinado hecho o nombrar las cosas bajo diferentes acentos enriquece la visión de la realidad. En el fondo, es una manera de rebelarme contra los acentos y las tildes de quienes pretenden marcarnos la vida.
¿Cómo encuentras la inspiración para escribir tus posts? Noticias, conversaciones que cojo al vuelo por la calle, un color, un paisaje, cualquier olor…
¿Qué tipo de blogs te gusta leer? De todo un poco, siempre que transmitan la honradez y autenticidad de quienes los escriben.
¿Te ha despertado algún tipo de interés el participar en la red de manera activa? Ningún interés concreto, aunque pienso que, en el fondo, cierto afán por dar a conocer lo que escribo. Por cierto, hasta que empecé el blog, mis afanes literarios iban por la ficción y la poesía. Jamás pensé que pudiera derivar a esta crónica de la realidad.
 ¿Qué te aporta personalmente el escribir tu blog? Salir de mi enclaustramiento mental, cambiar de aires cerebrales y variar el estilo. Debe comprenderse que me dedico a cosas más profanas que me obligan a leer y escribir textos con cierta metodología y dentro de unos parámetros determinados.
 ¿Cuál es tu aportación especial? Ser yo misma.
¿Cómo te inspiras para escribir? Creo que he contestado antes algo parecido: noticias, charlas, paisajes…
¿El mejor consejo que le darías a un no iniciado sobre blogs? Si es para leerlos, que sea respetuoso con los valores y el estilo de su autor o autora. Si lo que pretende es escribir uno, que se deje llevar y se divierta.
¿Por qué crees que te han nominado? Porque, en el fondo, a mi “nominatrix” le hacen gracia mis cosas.

En cuanto a los blogs que nomino, debo decir que algunos de los que más me gustan ya están nominados. Supongo que no pasaría nada por volver a respaldarlos, pero también hay que dar oportunidad a otros. Así pues, son estos:  Partisana Carteles por el mundoExcentricidades de la Emperatriz Penca Otro blog de poesía La entretenida  El otro noroeste Stultifer La Vie en Noir  EfimeríasNoticias y punto Maribel Pont

Y por último, ahí van mis once preguntas a los once nominados:

¿Por qué escribes un blog?
¿Cómo surgió la idea de empezar a escribirlo?
¿Quién te gustaría que te siguiera y aun no tienes constancia de que lo haga?
¿Qué aporta tu blog al panorama general?
¿Cuántos blogs ajenos sigues?
 ¿Por qué piensas que te he nominado?
¿Has escrito algo en tu blog de lo que luego te hayas arrepentido?
¿Cuál es el comentario, si se puede decir, que más te haya dolido?
¿A quién recomendarías tu blog?
Si no fuera tuyo, ¿seguirías tu blog?
¿Tu blog tiene fecha de caducidad o lo concibes como algo eterno?

Espero que esta iniciativa sirva al menos, para mantenernos vivos y no acabe yéndose por la alcantarilla. Gracias por vuestra paciencia y hasta otra.



1 de marzo de 2013

“… y Dios parecía dormido”




A pesar de que no he conocido ninguna, o tal vez por eso mismo, crecí con historias de la guerra y la posguerra. Y digo “la” porque es la que ha marcado a varias generaciones de españoles y, de alguna manera, todos somos hijos de tamaño dislate, aunque afortunadamente naciéramos muchos años después.

Aquellos relatos, me los contara quien me los contara, siempre eran tristes, porque, en el fondo, todos sentían que habían perdido la inocencia y el candor de quien confía en sus semejantes. Yo me imaginaba la guerra como el hacha que cercena los pies a un corredor y pronto me di cuenta de que es mejor no cruzarte con ese jinete apocalíptico, que siembra la geografía de hambre y muerte, marchita las ilusiones, impone las reglas del juego y provoca la injusticia que más duele, que no es otra que la de las cosas cotidianas.

Cuando estrenaron la película “Canciones para después de una guerra”, de Basilio Martín Patino, mi padre era joven. Él fue un niño de la posguerra, de la escasez que inundaba las calles de Madrid, a la que no podía sustraerse, porque tenía ojos en la cara y, a pesar de que no le faltó lo indispensable (y algo más) en esa España del racionamiento y el estraperlo, creció sabiendo que también era víctima de la sinrazón, de la brutalidad y de la tropelía que ni él ni sus compañeros de clase ni sus amigos de juegos habían provocado.

Al terminar el filme y encenderse las luces de la sala, observé que mi padre tenía los ojos enrojecidos y la congoja a la altura del cuello. Haciéndose el fuerte ante sus hijos adolescentes, nos incitó a que habláramos nosotros. Si algo recuerdo de nuestra conversación mientras nos llevaba a la casa de mi madre, fue la idea de que unos pocos montan el guirigay y todos los demás sufren las consecuencias.

Estos años de crisis están sumiendo a la población en una posguerra teñida de sepia. No ha habido guerra previa con tanques ni bombardeos aéreos, porque ahora todo es más sofisticado y sutil. En esta España que parecía desarrollada y moderna, son muchas las familias que viven de la pensión de los abuelos, también se suicidan personas abrumadas por las deudas, hay niños que van al colegio malcomidos, gente que pierde su casa, ancianos que no pueden comprar las medicinas, cierran empresas, surgen esclavos, se llenan a diario los comedores sociales y desde arriba dicen que “entre todos” debemos seguir haciendo esfuerzos para levantar el país y salir de este bache.

Como siempre, quien no ha provocado el caos ni está contribuyendo a aumentarlo, se ve obligado a subir al ring para pelear con los frutos que han dado políticas ineficaces llevadas a cabo por gente inútil aupada y respaldada por tahúres y vividores. Y yo ahora me pregunto quién, dentro de cuarenta años, pondrá música a la película que entre todos estamos rodando.

Benedicto XVI, en su última aparición pública hace dos días, ha dicho que “las aguas bajaban agitadas y Dios parecía dormido”. Si cualquier dios, no solo el católico, encarna la esperanza y la fuerza, tal vez lo tengan secuestrado, narcotizado y amordazado.  

28 de febrero de 2013

Miradas



Somos conscientes de que nos exponemos a las miradas de mucha gente. Desde el bebé que, sentado en su carrito, atraviesa nuestras lentes oscuras con sus ojos de hada, capaces de adivinarnos el pensamiento, hasta el funcionario que apenas levanta la vista y únicamente repara en nuestro bulto humano para despedirnos, devolvernos un papel sellado o instar a que nos acerquemos al mostrador. 

Al caminar, comprar un champú, tomar el ascensor, atravesar el parque o subir al tren, cientos de ojos nos rozan y en milésimas de segundo nos absorben. Todos hacemos lo mismo, por lo que debemos de tener la memoria inconsciente (o un recodo del cerebro que se le asemeje) repleta de caras.  

¿Qué ven de nosotros los extraños que nos miran? Supongo que los tacones hablarán de mí tanto como el currículum vitae, pero ¿cuánto hay de esta mujer en ambas cosas? Presiento que nuestra verdadera identidad se compone de miles de fichas y que, para completar el rompecabezas, se necesita vida y media. Mientras tanto, que sigan mirando, pero de frente.