Todo nos define y dejamos la impronta de cuanto pensamos y
sentimos en las cosas más nimias. Podemos afirmar que transpiramos lo que a
menudo esconden las palabras y que nuestro humor está en aire que exhalamos. Por
eso, fotografiar letreros con distancias geográficas (como la imagen que adorna
esta entrada) conecta con lo más profundo de mí misma, pues reconozco que lo
mejor de mi vida es lo más inútil, si por utilidad entendemos lo que proporciona
un provecho cuantificable. Inútil es amar, escribir, leer cuanto se me antoja, bailar
como un zulú, ver películas, escuchar el profundo silencio de la noche...
De esta forma y parafraseando la canción de The Proclaimers que da
título a este post, yo sería la que caminara cientos de millas por el placer de
hacerlo y, mientras lo hiciera, mi mente no sería otra cosa más que mis pies marchando.
No se me ocurre otra manera de alcanzar el Polo Norte ni las estrellas.
NOTA: La fotografía está tomada en la Torre del Reloj, en Sighisoara. ¿Por qué lo escribieron en francés? Seguramente por el placer de lo inútil.