Visitas

28 de febrero de 2013

Miradas



Somos conscientes de que nos exponemos a las miradas de mucha gente. Desde el bebé que, sentado en su carrito, atraviesa nuestras lentes oscuras con sus ojos de hada, capaces de adivinarnos el pensamiento, hasta el funcionario que apenas levanta la vista y únicamente repara en nuestro bulto humano para despedirnos, devolvernos un papel sellado o instar a que nos acerquemos al mostrador. 

Al caminar, comprar un champú, tomar el ascensor, atravesar el parque o subir al tren, cientos de ojos nos rozan y en milésimas de segundo nos absorben. Todos hacemos lo mismo, por lo que debemos de tener la memoria inconsciente (o un recodo del cerebro que se le asemeje) repleta de caras.  

¿Qué ven de nosotros los extraños que nos miran? Supongo que los tacones hablarán de mí tanto como el currículum vitae, pero ¿cuánto hay de esta mujer en ambas cosas? Presiento que nuestra verdadera identidad se compone de miles de fichas y que, para completar el rompecabezas, se necesita vida y media. Mientras tanto, que sigan mirando, pero de frente.

12 de febrero de 2013

Renunciar




¿Será este el verbo de la temporada? Por activa o pasiva, últimamente aparece mucho. Sin ir más lejos, el Papa comunicó ayer su retirada y hace poco también lo hizo la reina Beatriz de Holanda. Además, las calles se lo piden cada día a políticos de cualquier bandera, al Jefe del Estado y a quienes configuran los pilares de este capitalismo que se desmorona, aunque ninguno de ellos hace caso, tan apegados están a lo que representan.

Hay quien renuncia inducido por algo o alguien. Entonces, quien lo hace se siente despojado, mancillado, frustrado y seguramente a la espera de que el viento cambie de rumbo. De esta manera aglutinará odio, sed de venganza y permanecerá emboscado esperando la oportunidad de tomar revancha. No hay peor cosa que sentir la humillación de que nos pidan retirarnos.

Por contra, quien renuncia de manera voluntaria es coherente consigo mismo y generoso con los demás, aparte de feliz. Y digo feliz porque, en general, cuando tomamos la decisión de apartarnos de algo se nos calma el ánimo y el rostro se relaja. No olviden que, para los budistas, el desapego es la fuente de la satisfacción y, en consecuencia, el primer escalón hacia la iluminación. Por eso, a los que no dimiten hay que seguir insistiéndoles en que prueben a hacerlo, para que no pierdan la oportunidad de ser felices en esta vida y, de paso, dejarnos tranquilos a los demás.