Adoptó el apellido de su marido y no lo empañó ni comerció con él. Al contrario, lo dotó de luz y cualidades propias, impregnándolo de la naturalidad con la que hablaba de su profesión-pasión: la enseñanza. De esta faceta yo resaltaría lo que la oí decir una vez: "no queremos (en el colegio que dirigía) que los niños sean los mejores, sino poder sacar lo mejor de cada niño".
¡Cuántos problemas nos evitaríamos si hubiera mucha gente que pensara así!