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22 de diciembre de 2010

Cruce de caminos


Dicen que la casualidad no existe y a mí me gusta pensar que es así. Por eso creo que hay algo de maravilloso en lo que ha pasado. Les cuento:
El lugar donde trabajo colabora con algunas entidades para que el alumnado de ciertos cursos realice sus prácticas. En los primeros meses de este año que ahora termina, contamos con la presencia de una chica que se trasladaba semanalmente desde su Vizcaya natal. Terminado su prácticum, volví a tener noticias suyas en una sola ocasión, al poco tiempo de concluir su etapa de aprendizaje.
Pero hace dos días volvió a escribirme y, entre otras cosas, me facilitaba una fotografía muy parecida a la que yo he colgado en mi post siciliano VIII. Ella la tomó la primavera pasada. Yo la hice en agosto. Vean y comparen. Esta es su instantánea:


Y esta la mía:


Si ya es coincidencia que, viajando a Sicilia en fechas diferentes, vayamos a pasar por la misma calle sin habernos puesto de acuerdo, díganme si no es sorprendente que a las dos nos inspire la misma casa y el modo de tender la ropa.
Gracias otra vez, Eva. Espero que no te moleste esta referencia personal.

Navidad, Saturnales o la Marimorena


Me gusta la Navidad o, mejor dicho, el tiempo navideño. Observo este paréntesis en la rutina y comienzo a percibir los buenos augurios del solsticio. Ya falta menos para que los días comiencen a crecer y, como ser gaseoso que soy (mi elemento es el aire), reconozco pequeños y paulatinos cambios en las alboradas, que orean otros aromas, otros sabores, otros colores.
El Sol regresa a nuestras vidas por estas fechas; quizá por eso lo invocamos sembrando brillos y destellos a nuestro alrededor, a la par que nos entregamos a ritos que hunden sus raíces en tiempos lejanos. No es casual que los cristianos tomaran prestada de los romanos y otros pueblos anteriores la data conmemorativa del nacimiento de su dios hecho hombre y que se le reconozca como “la luz del mundo”. Al fin y al cabo, lo llamemos como lo llamemos, son días en que se celebra el destierro de las tinieblas.
Feliz Navidad a todas y a todos.

16 de diciembre de 2010

Soledad



Entro en un bar y pido un té con limón. Tienen puesta la televisión, donde entrevistan a una señora de edad incierta que enseña a cámara la fotografía (bastante ampliada, para que se viera bien) de la persona a la que ella tilda de ‘asesino’. Dos mujeres que, sentadas a mi derecha, comparten barra conmigo, comentan la noticia y ofrecen su opinión al respecto. El camarero entra en la charla y dicta su veredicto: “esto se arreglaba con dos tiros en la espalda” (al de la foto, por supuesto) y remata la faena aconsejando el tipo de arma: una parabellum. Otras personas presentes en el local afirman cosas parecidas. Pago mi té y salgo pitando de ahí.
Ya en la calle me pregunto por qué razón causa más alarma (para el Gobierno) un conflicto laboral, que la actitud agresiva con que muchos compatriotas zanjarían los casos de violencia, justficando a estas alturas el Talión más intransigente. Intentando explicarme lo inexplicable, pienso que las dictaduras largas desgastan tanto a las sociedades, que estas no se recuperan en muchísimo tiempo, aunque el sátrapa esté muerto y remuerto.
¿Pero, en el fondo, no es lo mismo gestionar el problema de los aeropuertos a golpe de tanqueta, que aplicar el fanatismo delictivo a ciertos crímenes? ¿Cuál es la causa y cuál es el efecto?
Mientras se me agolpaban en la frente pensamientos de todo tipo, supe que nado a contracorriente y noté de pronto el sabor de la soledad.

1 de diciembre de 2010

Episodios sicilianos (y VIII): Cuidando la ropa


¿Cuál es el cometido del santo de la hornacina? ¿Protege la ropa de la lluvia, de los ladrones...? ¿Vela por que no se caiga el tendedero?

19:30


Hace años, viendo un programa de la RAI, se me heló el corazón al escuchar a Giulio Andreotti, entonces procesado por corrupción, justificarse y legitimar sus acciones en lo que para él era la naturaleza normal de la política. Vino a decirnos, a los idiotas de siempre, que todos los Estados, desde que el mundo es mundo, han tenido sus cloacas, sus cadáveres en los armarios y sus trapos sucios. Este anciano ha ocupado siempre cargos relevantes desde la segunda mitad del siglo XX, por lo que sabía de qué hablaba.
Esta semana la prensa se despacha a gusto con las últimas filtraciones de Wikileaks, que en algunos puntos afectan a España, concretamente en lo relativo a la guerra de Irak, el caso Couso, Guantánamo, etc. Como hace mucho que dejé de confiar en los políticos (la vez que confié nos metieron en la OTAN los mismos que se manifestaban conmigo a favor de la neutralidad), nada de lo supuestamente filtrado me sorprende, pero no quita que, en caso de ser cierto y como me ocurrió al escuchar a Andreotti, sienta una honda amargura y tremenda tristeza.
Vaya por delante que creo firmemente en la presunción de inocencia y que desearía con todas mis fuerzas que nada de lo aparecido en esos informes fuera verdad, pero parece que algo de realidad sí recogen, malgré tout. Así que respiren hondo, saquen el pañuelo o suspiren cuanto quieran, porque no ha cambiado nada desde los tiempos de Julio César. Nuestros dirigentes, que permanecen sentados cuando desfila la bandera estadounidense, al parecer intentan tapar la responsabilidad de los marines en la muerte de un cámara de televisión español. Nuestros dirigentes, que cuando estaban en la oposición enarbolaron el “no a la guerra”, siguen enviando militares a diferentes puntos bélicos del planeta. Nuestros dirigentes, que abrazan el principio de “justicia universal”, aparentemente están detrás del intento de que los tribunales no procesen a determinados americanos por un crimen de guerra. Nuestros dirigentes ponen velas en todos los altares, en aras de lo que para los diplomáticos norteamericanos, según Wikileaks, es un claro afán de no perder votantes.
En la obra teatral 19:30, de Patxi Amezcua, los personajes hablan de “sacrificar las torres para salvar a la reina”. ¿Quién será la torre?