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28 de mayo de 2010

El payaso cojo


Algunas veces he visto a un payaso realizar toda una suerte de malabares y equilibrios aprovechando los cambios de semáforo. Concretamente, me lo suelo encontrar en Mateo Inurria con Plaza de Castilla y en Virgen del Puerto con calle Segovia. Cuando el disco está en rojo y los coches se detienen, ese muchacho aprovecha para hacer piruetas, jugar con pelotas y esbozar siempre la mejor de sus sonrisas. Lo veo muy profesional, entregado a su trabajo, concentrado en lo suyo.

Los payasos caen bien en general y, encima, éste tiene bastante mérito, pues le falta la pierna izquierda y, aun así, no hay quien lo gane en hacer el pino, sostenerse sobre un solo brazo o caminar cabeza abajo. Sorprende su pericia, que denota no poca fuerza de voluntad y muchas horas de entrenamiento. Este payaso no lleva muletas, se traslada de la acera a la calzada a saltos sobre su único pie y da la impresión de que nadie lo ayuda, pues siempre lo he visto solo.

Cuánto me acordé ayer de él, pues anduvieron cojos en el hemiciclo parlamentario, aunque allí todos se sirvieron de trucos y muletas.






Un voto, please

Un solo voto es muy importante. Quien diga lo contrario, miente u oculta algo. Por un voto se aprobó ayer en el Congreso un controvertido decreto gubernamental. Como todo el mundo conoce de qué se trata, eludo repetir la noticia que ha abierto telediarios y sido portada de periódicos. Me pregunto qué legitimidad profunda puede dar un solo voto de más, pero así son las reglas del juego que tenemos. C’est la vie! En cualquier caso, pone de relieve la notable división que existe en temas que deberían concitar un verdadero consenso. Pero, insisto, estas son las pautas con que nos regimos y permiten que, por conseguir un voto más que los adversarios en las próximas elecciones, los diputados hicieran ayer lo que hicieron. En fin, no me negará nadie que esta gente siempre está en campaña. Se trata, pues, de mantener posiciones, de dar buenos cuartos al pregonero (de las radios y demás medios) y seguir a lo suyo, que es sumar adeptos.

De esta forma, por continuar congraciados con potencias que en esta crisis  económica únicamente persiguen sus intereses particulares, los que gobiernan  nuestro país defendieron lo que hasta entonces se libraban mucho de justificar.

En cuanto al resto, tampoco se salvan: buscando tu voto o el mío, la oposición se libró de aportar mejores ideas. Por un voto, los convergentes se abstuvieron. Por un voto, los minoritarios opinaron en contra. Por un voto, por un voto, por un voto... Para que luego pienses que tu papeleta no vale. Pues algo ha de importar, cuando se la disputan tanto. Y es que, traducido a escaños,  cuando los problemas aprietan, a veces las cosas se “ganan” por un solo voto.