Vengo observando, a tenor de la prensa, que muchas personas, tras su paso por hospitales y tratamientos psiquiátricos, acaban suicidándose o atacando a quienes conviven con ellas. ¿Acaso no sirven las terapias utilizadas? ¿Será que sus dolencias no tienen cura? Siempre me he resistido a ser pesimista y prefiero pensar que algún día la medicina dará en el centro de la diana también con los enfermos psíquicos. Ahora bien, ¿cuándo será eso?
Tengo una amiga que toma un cóctel de fármacos diarios para contener su extravío. Lleva así desde los veintitrés años y ya es una mujer adulta. Me parece mucho tiempo para que su vida se reduzca a contar píldoras y caminar al paso que éstas le permiten. Ni ella ni los que sufren como ella han merecido tan bárbaro destino.
NOTA: Rebuscando entre papeles, he dado con un relato que escribí hace veinte años, más o menos. Empezaba como transcribo a continuación:
“Laura se despertó con un ruido, como un pequeño golpe que lejanamente le avisara de algún evento. Tras dar la luz, tardó unos instantes en poder vislumbrar con claridad lo que había ante ella, ya que la miopía, unida al súbito despertar, desajustaba sus ojos y hacía que las imágenes aparecieran envueltas en un papel de celofán algo manoseado. A decir la verdad, cuando se incorporó y dirigió la vista al frente, no vio ninguna sangre ni fue consciente de lo que pasaba, pero una vez más su intuición le susurró que aquella Maite que ahora se presentaba en el dormitorio luciendo una hierática imagen, extraña y pálida como nunca la había visto antes y que no emitía sonido alguno, acababa de representar la función más importante de su vida, el acto por el que -injustamente- sería recordada durante los años venideros.
Cuando al cabo de las horas y ya fuera de peligro, en la sala de urgencias de un hospital cercano a su domicilio, pudo empezar a analizar los acontecimientos, se preguntó una y otra vez de dónde demonios salió la cuchilla, porque en la casa de esas dos mujeres se usaban otros métodos para depilarse. Además, no vivía con ellas ningún hombre y, por otra parte, Maite estaba mucho mejor, según los médicos que una semana antes le habían dado de alta tras su breve paso por un sanatorio psiquiátrico, a causa de una crisis depresiva que le dio el tres de abril. Según los facultativos, ni había una causa objetiva ni un peligro real de suicidio y, sin embargo, aquella noche algo le alertó los sentidos, alterando así las previsiones médicas”.