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14 de abril de 2012

Virtudes cardinales: la prudencia o a propósito de Botsuana



“Pero el sabio conoce bien dónde está el prudente norte:
en adaptarse a la ocasión”
(Baltasar Gracián. El Arte de la Prudencia)


¿Recuerdan la película “Los dioses deben estar locos”? A pesar del tiempo transcurrido desde que la vi, me acuerdo a menudo de los bosquimanos que la protagonizaban, pues vivían felices en el desierto de Kalahari, en paz y armonía con la tierra que les vio nacer hace más de veinte mil años.
Desde hace mucho, la economía de Botsuana (o Botswana, como prefieran) guarda relación con el turismo de cacería y con la explotación de las minas de diamantes. Ligado a esto y como suele suceder con los indígenas de casi todo el mundo, los bosquimanos tuvieron que ganar en los tribunales lo que les correspondía por derecho natural: seguir viviendo en los territorios que siempre habían sido suyos y que, curiosamente, se llaman “Reserva de Caza del Kalahari Central”. Desde que se descubriera allí un yacimiento de diamantes en la década de los ochenta, el gobierno de Botsuana no cejó en hacer todo lo posible para que esas personas abandonaran sus hogares en la reserva. Los métodos empleados no fueron nada limpios y, desde luego, entraban en grave colisión con los más elementales derechos humanos. Baste decir que se clausuró la escuela y se cegó el único pozo de agua potable.
Aunque una primera sentencia de 2006 les dio la razón a los bosquimanos, por lo que muchos de ellos regresaron a sus casas en la reserva, no fue hasta febrero de 2011 cuando el más alto tribunal de ese país africano zanjó el asunto estableciendo que tenían derecho a utilizar el agua del pozo que se había sellado por orden gubernamental. Hasta entonces, la única agua que disfrutaban los nativos que allí resistían era la de la lluvia. ¿Se imaginan que hicieran esto con nosotros?
Me ha venido toda esta historia a la mente a propósito de una cacería real en Botsuana, de la que muchos ciudadanos de España nos hemos enterado a causa del accidente que ha tenido nuestro Jefe de Estado. Quienes me conocen o me leen, saben que estoy en contra de la caza como deporte y que me repugna saber que hay personas que matan elefantes, rinocerontes, osos, antílopes o jabalíes con la misma tranquilidad y satisfacción que yo experimento cuando me tomo el desayuno.
Habría preferido la imagen de mi supremo mandatario visitando a las organizaciones que trabajan en África vacunando a la población, repartiendo alimentos, ayudando a los niños de la guerra a reinsertarse en la sociedad o enseñando a leer.
Me gustaría sentir que respira al mismo ritmo que lo hacen en mi país quienes no saben si mañana ingresarán en el club de los cinco millones de desempleados o si podrán comprar un medicamento.
Me encantaría ser de otra forma y no una pobre mujer idealista que aprendió a ser prudente y, por eso, se calla muchas cosas.

Tal día como hoy

6 de abril de 2012

Virtudes cardinales: la templanza


In memoriam de un jubilado griego

Aplicado a las personas, "templado" no es sinónimo de "tibio", apelativo este que atribuimos a quienes prefieren aparentar equidistancia, no porque sean ecuánimes, sino porque siempre juegan a caballo vencedor. 
Por el contrario, quienes actúan con templanza anteponen la voluntad de proceder honestamente sobre el instinto de salvarse de la quema.
Europa se ha convertido en la alumna adelantada, cruel y bárbara, del Saturno que devoraba a sus hijos, pues empuja a sus habitantes más necesitados a las ascuas de la desesperación. Impone sacrificios a quienes ya no pueden ofrecer nada más, porque les han ido arrebatando empleo, subsidios, rentas, vivienda, poder adquisitivo y hasta la ilusión de vivir.
Me ha conmocionado que un jubilado de setenta y siete años se haya pegado un tiro frente al parlamento griego. De clase media y sin esperanza de mejora, contemplaba para sí un futuro de búsqueda de comida entre la basura, porque en su país los salarios y las pensiones van mermando cada día, a pesar de que los precios suben, los intereses bancarios se disparan y los políticos parlotean sin parar.
Suicidarse en esas condiciones, para mí, supone un ejemplo de templanza, pues a cualquier otro su instinto le hubiera llevado al asesinato de quienes disponen de las ilusiones ajenas. Me duele que haya sido un hombre ajeno a los desmanes de los mercados, quien haya pagado con su vida los trucos y las artimañas de esos mandatarios con el alma vendida al diablo.
En este blog he dedicado varias entradas a los griegos, ciudadanos a quienes respeto y con quienes me identifico en esta crisis que ninguno de nosotros hemos provocado y ni tan siquiera contribuido a que se mantenga indefinidamente. Me pregunto hoy cuánto conseguirá recaudar el gobierno español con la amnistía fiscal que anunció hace dos o tres días. El dinero sucio jamás aflora, porque sirve para anclar en él los principios que sostienen a un  sistema caduco, desalmado y desquiciado.
Descanse en paz quien ya no pudo aguantar más.

NOTA: Sí, han visto bien. La fotografía es de Auschwitz-Birkenau, una instantánea que tomé el verano pasado. Hagan ustedes todas las asociaciones de ideas que quieran entre la imagen y el texto. A mí me sobran las palabras.

  

19 de marzo de 2012

De ensaladas vitales



A veces veo mi vida como una ensalada donde se mezclan verduras y hortalizas por doquier. Unos días, la lechuga no me sienta bien del todo; en otras ocasiones, echaría más alcaparras; de cuando me excedo con el aguacate.
Siempre son los mismos ingredientes, en mayor o menor cantidad, combinados de una forma o de otra. Pero casi siempre es igual. Ahora bien, ¿qué hace que me guste tanto mi vida-ensalada? La forma de sazonar, que cambia a menudo y casi nunca depende directamente de mí. Por eso, cuando esta mañana se paró el arco iris en el techo de mi salón, descubrí una nueva manera de aliñar mi plato principal.
Mientras siga con fuerzas para maravillarme ante un efecto luminoso que hemos contemplado miles de veces, sabré que tengo ensalada para rato.
Que aproveche.



14 de marzo de 2012

Mario Gas y los signos de puntuación



Aprendí a escribir muy temprano. Ciertos pedagogos dirían que demasiado temprano. Como en mi familia nunca los hubo (los pedagogos titulados), me educaron por libre. En lo que a letras se refiere, el responsable de que con dos años y medio me entretuviera rellenando cuartillas con palabritas y frases cortas fue mi abuelo Miguel, que jamás escatimó tiempo y tesón en acercar a su nieta a la cultura y la ciencia (hola, yayo; sabes que pienso en ti a menudo).
Ya en el colegio, recuerdo los ratos que dedicábamos a hacer dictados y cómo mi mentalidad infantil se aliaba con unos signos de puntuación más que con otros. Por ejemplo, los dos puntos me recordaban a un gato que me arañó, así que me caían mal. Pero el punto y coma era como trazar una pincelada de tinta china y me parecía simpático. Ahora bien, mi favorito era el punto final. A medida que la profesora avanzaba en el dictado, yo notaba la intensidad dramática de lo que se nos estaba contando y preveía que llegaba ese rasgo redondo que rubricaba todo el texto. El lápiz temblaba de emoción y se preparaba para dibujarlo distinto a los otros puntos que jalonaban los párrafos anteriores. Un punto final es como una fanfarria, una guirnalda, el barquillo del helado.
El domingo pasado asistí a la representación de “Follies” en el Teatro Español. Me llevé una agradable sorpresa cuando vi aparecer en el escenario a su director, Mario Gas, que esa tarde interpretaba un personaje de la obra, Dimitri Weissmann. Adoro a Gas. Como normalmente es otro actor quien representa al señor Weissmann, presentí que aquella aparición no era casual, máxime cuando ya se sabía que la nueva corporación consistorial iba a prescindir de él al frente del buque insignia de los teatros municipales. Efectivamente, Weissmann-Gas daba carpetazo a una etapa de candilejas esplendorosas; sus diálogos lo remachaban y los espectadores aplaudíamos no exentos de complicidad.
Mi lápiz, esta vez imaginario, volvió a emocionarse atisbando el punto y final a la que, para mí, ha sido la mejor etapa del Teatro Español. Una programación interesante, arriesgada a veces; unos montajes sin carcoma ni olor a naftalina; un compromiso con la cultura de veras y, lo que no es menos importante, la demostración de que el teatro público no tiene por qué ser cutre, populachero  o vacío.
El punto final de Mario Gas es rotundo, elegante y de precisa grafía. Traza una línea clara sobre lo que, como ciudadana, pido a los políticos y gestores: no jueguen con la cultura.

NOTA: Y mi lápiz iba apuntando las palabras que me decía mi abuelo: “escribe claro, Pinoccio”.

8 de marzo de 2012

Películas




A veces la vida nos sorprende y deja que vivamos en primera persona cosas que, hasta ese momento, solo habíamos visto en pantalla. Y lo malo es que, en el mundo real, lejos de tratarse de producciones cuidadas e impecables, nos toca protagonizar, a nuestro pesar,  pelis de serie B, cuando no Z. Menos mal que, pasado el tiempo, nadie recuerda esas piezas tan malas. Pero, mientras dura la experiencia, pasamos del estupor  al enfado y de este a la tristeza.
Si en ciertas películas el asesino siempre es el mayordomo, quien manda un anónimo (o cuatro) siempre anda cerca.

5 de marzo de 2012

Dalla



Descubrí a Lucio Dalla a través de sus discos y no fue hasta el verano de 2008 cuando, por fin, pude verlo en directo.  Encima del escenario, cruzándolo micrófono en mano o bien sentado al piano, me di cuenta de que los seres como él no mueren nunca.
Y mientras escribo estas torpes líneas, en mi mac se escucha ..."leggiamo i giornali con dentro la novità, parliamo di debiti, mutui di soldi, rifuiti e pracarietà. Noi siemo i re della cività..." (*)

(*) Broadway, 2009.


4 de marzo de 2012

Virtudes cardinales: la fortaleza




Admiro a las personas que, cuando se les presenta alguna dificultad, se revisten de la flexibilidad que poseen los juncos para hacer frente a los vendavales. Valientes, que no temerarios, encaran los aprietos con la constancia que nace de sus propias convicciones y con la esperanza de ganarle la partida a los problemas. A menudo son tachados de bobalicones, pues vivimos en una sociedad que ensalza al descreído, pero ellos sobrevuelan los obstáculos con el vigor que les dicta su recta razón... y siempre triunfan, pues su naturaleza es paciente.

Me gustan esas personas que observan, callan y aguantan los reveses como esos muros centenarios que sobreviven a guerras, terremotos o incendios

10 de febrero de 2012

Virtudes cardinales: la justicia


Quien la posee de veras apenas es consciente de que la tiene, pues se trata de una virtud que se aloja normalmente en los sentimientos de los demás. Son los de fuera quienes aprecian que alguien actúa con justicia y, por eso, casi nadie coincide sobre lo que es en realidad.
Nos hemos acostumbrado a  percibir lo justo o injusto de una decisión mirando a través de nuestro prisma personal, tantas veces alterado, muchas veces manipulado y siempre acomodado a nuestra conciencia, esa compañera que casi todos decimos tener tranquila (por lo que me pregunto a menudo si existe en verdad eso que llamamos conciencia).
Si la justicia fue, para los romanos, la constante y perpetua voluntad de conceder a cada uno su derecho (y así la consideran muchos todavía hoy), tendremos que convenir que hay derechos incompatibles unos con otros: mi derecho a escribir puede chocar con el derecho de mi vecino a que lo nombre, por ejemplo, y él puede percibir como injusto que yo cuente en este blog o en otra parte lo que hace, piensa o sufre. Esto puede explicar que, de un tiempo a esta parte, casi nadie esté conforme con la mayoría de las sentencias que se dictan en nuestro país. 
Pero limitar la justicia a lo que se hace en los tribunales es achicar su esencia, pues ser personas justas nos concierne a todos, no solo a los jueces.  Por eso pido disculpas públicamente por las veces que he podido ser  injusta.

9 de febrero de 2012

Otras vidas


P. es un mendigo asentado en el centro de la ciudad. Lo acompañan dos canes hembras a las que cuida como si se tratara de sus hijas. Cuando se acerca alguien que no es del agrado de los animales, lo manifiestan de manera elocuente a base de ladridos, pero nunca pierden la compostura y jamás abandonan su posición al lado del dueño. ¿He dicho hijas? Tal vez debería decir compañeras, unidas a él con un vínculo más fuerte que el que nos transmiten la sangre, el matrimonio y una de esas hipotecas a largo plazo.
Por la noche, después de las últimas caricias y una ración más de pienso, las perras acuden a un refugio, al resguardo de las inclemencias meteorológicas y de los posibles bandarras. P., sin embargo, prepara su lecho en la entrada de una óptica.  Bajo dos o tres capas de cobertores, duerme al abrigo del cielo de Madrid.
Alguna vez, al amparo de las sobras, lo han pegado, le han intentado robar y quién sabe qué tropelías más. No estaban sus fieles camaradas para defenderlo.
Con la ola de frío siberiano que hemos tenido recientemente, me he preguntado por P. y por otros Z., X., A o M.  que habitan el mismo espacio que nosotros y, no obstante, a veces son invisibles.
Suelo hablar con P. y con sus chicas peludas y les puedo asegurar que, a través de sus ojos, veo el corto pasillo que separa la comodidad y el buen pasar  de la pobreza y el out side.
Y mientras yo siga siendo consciente de lo frágiles que son las cosas, me alegraré de que P. tenga dos seres que lo cuidan y lo aman.


NOTA: Por respeto a P. escojo la foto de alguno de esos bancos que sirven de casa mucha gente.

13 de enero de 2012

La ley del embudo



En la foto se aprecia a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, conduciendo sin cinturón de seguridad y con su teléfono móvil en la mano.
Comprendo la fragilidad humana y lo mucho que cuesta, a veces, no pisar la línea roja de lo legal y espero que, a partir de ahora, este señor sea igual de comprensivo con las finanzas de algunos países de la UE.

Fuente de a fotografía: Revisa "Oggi".

5 de enero de 2012

Fe, esperanza y alegría


  
Queridos Reyes Magos: 
No os escribo desde hace muchos, muchos años. Sin embargo, eso no quiere decir que me haya olvidado de vosotros o que haya dejado de creer en la magia. Al contrario, a medida que cumplo años me doy más cuenta de que la mayor parte de las cosas escapan a la lógica y a los corsés racionales.
¿Os acordáis todavía de mí? Ya no llevo trenzas, pero sigo con las gafas puestas y continúan sin gustarme las muñecas. Es decir, que apenas he cambiado por fuera y por dentro. Lo que sí han variado son las circunstancias: esta carta no os la dejaré en el buzón, como antaño, sino que os llegará por vía telemática, que viene a ser casi como los prodigios que hacéis vosotros, pues se trata de letras sin tinta y sin papel que, a pesar de ser inmateriales, permanecerán atrapadas en la red durante al menos medio siglo, al alcance de cualquiera.
Si no recuerdo mal, mi pacto con vosotros consistía en pedir pocas cosas para mí y no olvidarme de los demás. Siempre respeté este acuerdo no escrito y cada año me sorprendíais con vuestra generosidad, dejándome mucho más de lo que yo había pedido. En fin, veamos cómo me sale ahora, pues no niego que he perdido entrenamiento:

"Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:
Este año me he portado bien, algunos incluso dicen que soy buena persona, pero reconozco que esto no tiene mérito, porque casi todo el mundo es bueno. Así que sigo siendo del montón y por eso os pido que no paséis de largo esta noche, que miréis mi ventana y trepéis hasta ella.
Solo os pido dos cosas: fe y esperanza o, mejor dicho, que no se me acaben nunca, pues necesito seguir creyendo en que el mundo avanza y mejora, en que lo prioritario es la gente y no las cosas, en que la astucia no cotiza ni se valora, en que todos somos libres desde que nacemos hasta que morimos.
Quiero que el planeta se recupere y restañe sus heridas, que los pueblos sean dueños de sus recursos naturales, que ningún animal nos mire a los humanos con recelo, que el agua y el aire sean solo eso y lo sean para todos.
Magos de Oriente, traedme, por favor, el gozo de contemplar cómo las personas han aprendido a respetarse y a dialogar.
Por último, que nunca les falte la alegría a quienes siguen este blog o lo leen de vez en cuando.
Os quiere, Amparo.
PD: Os dejo algo en el salón para que repongáis fuerzas. Lo he cocinado yo misma y espero que os guste."

11 de diciembre de 2011

Señas de identidad





La mayoría de las personas hacemos, decimos o tenemos algo que nos caracteriza. Puede ser el peinado, tal vez la forma de arrastrar las eses, quizá la manía de morderse las uñas, un refrán que repetimos o esa sonrisa al despertar.
Por eso me ha gustado siempre analizar los retratos pictóricos. Además de lo que el modelo quiere que se recoja en el lienzo, papel o tabla,  normalmente aparece la interpretación del artista, esa lupa que agranda un rasgo, flecha imaginaria que desvía nuestra mirada hacia el ángulo que el pintor desea que miremos.
La cuestión radica, por tanto, en cómo nos vemos y cómo nos ven los demás, teniendo en cuenta que la imagen interior nace de la clemencia con que nos tratamos a nosotros mismos.
Me ha llamado la atención el dibujo infantil que aparece más arriba. O a la tal Elena le gusta mucho ir en coche, o acaba de comprarse uno y no para de hablar del mismo, o tal vez lo utiliza para sacar a pasear al personaje menudo que ha inmortalizado su efigie con acuarelas. Sea cual fuere la razón de tan automovilístico retrato, parece que la máquina es su seña de identidad para alguno o algunos.
Estos días, además, han aparecido en prensa diversos artículos sobre la vida y milagros de la Sra. Merkel, algunos de los cuales confieso haber leído. Me ha llamado la atención que, según se recoge, en su despacho tiene un retrato de Catalina la Grande. ¿Se identificará la canciller con tan augusta dama? Me imagino que, si adorna su oficina con él, al menos la admira, pues no se concibe que alguien distribuya por las paredes o muebles de sus habitáculos reproducciones de los seres que más odie, salvo para hacer diana con dardos o perdigones. Mas no creo que sea el caso de doña Ángela, por lo hagiográfico de los artículos a que me he referido.
De entrada, yo encuentro una coincidencia en que los padres de ambas fueron fervientes luteranos, aunque no así sus hijas, ya que la emperatriz se bautizó ya mayorcita con aguas ortodoxas y nuestra contemporánea pertenece a un club fundado por católicos, que, por otro lado, siguen siendo los más numerosos. Si ambas mujeres, cada una en su época, optaron por nublar las creencias de sus progenitores lo fue por acceder a los círculos de poder que las llevarían a ser emperatriz a una y canciller a otra.
Asimismo, durante el mandato de Catalina, el imperio ruso amplió sus fronteras fagocitando países como Crimea, Ucrania, Bielorrusia o Lituania, entre otros, a costa del Imperio Otomano y de Polonia. Para Merkel, el bienestar de Alemania pasa por poner a sus pies a todos los territorios europeos. Y para conseguirlo,  no se necesita ya colocar tanques, bombardear ciudades o cambiar fronteras. En estos tiempos, cuando la soberanía nacional es letra mojada, alguien a quien solo han votado algunos de sus compatriotas se saca de la manga una ocurrencia diaria para fortalecer Alemania a costa de asfixiar a los demás miembros de la eurozona, especialmente a los del sur. Lo último, ya saben, es la amenaza constante a aquellos países que se atrevan a gastar un céntimo más del tope de endeudamiento decidido por ella y los trilaterales que la apoyan.
Lo que más me hiela la sangre es que conquista la voluntad de casi todos los gobernantes europeos y, a quienes no convence, misteriosamente quedan apartados del cargo, apareciendo en su lugar tecnócratas adscritos a la Comisión Trilateral.
No quiero bromear con estas cosas, pero me pregunto si no ha comenzado ya el IV Reich.
En fin, esta página podría haber sido diferente, si en vez del retrato de Catalina la Grande, presidiera el despacho de Ángela Merkel el de Goethe, Mozart, Gandhi o el mismo Lutero.

NOTA: Pueden entretenerse comprobando quiénes pertenecen a la Trilateral en este enlace. Verán los nombres de los actuales presidentes de gobierno italiano y griego.