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7 de septiembre de 2019

Lo importante







He terminado mis vacaciones, miro a mi alrededor y caigo en la cuenta de que todo sigue igual. El país no ha cambiado, el gobierno sigue en funciones, me esperan decenas de correos electrónicos por responder, al rey emérito lo operan y acude su familia a verlo mientras por las redes dos mujeres piden que los gallos no violen a las gallinas. Todo en orden, por tanto, para una vuelta a la rutina sin aspavientos ni sobresaltos. 

Hubo una canción interpretada por Alberto Pérez, en los setenta-ochenta, que me gustó siempre (“Nos ocupamos del mar”). Trataba de una pareja que se repartía las tareas de acuerdo a su talante, de tal forma que él hacia todo “lo que tiene importancia” y ella “todo lo importante”. En una estrofa de apenas cuatro versos se contenía buena parte de la esencia de la vida, como es la diferencia entre la importancia y lo importante. La primera no deja de ser algo artificial, de puertas afuera, pagado con el reconocimiento de los demás, mientras que lo importante muchas veces está oculto o velado; pertenece al reducto íntimo de nuestras entretelas, al remoto arcano que corona nuestras acciones, al fundamento mismo de una existencia plena. 

En este sentido, he visitado dos veces una exposición pequeña que apenas ha tenido repercusión en los medios. Trata sobre las lenguas del mundo a través de la Biblia y pudo verse en Caixa Fórum. Gracias a la "Colección Pere Roquet" he sabido que algunos idiomas no han desaparecido porque existe una biblia escrita en él que leen un racimo de personas, a falta de otros textos. Hoy en día perviven 7.111 lenguas diferentes, de las que 3.116 son ágrafas. Dentro de cien años, ¿cuántas quedarán? Por poner un ejemplo, en Tierra del Fuego hay un idioma, el yagán, que llegó a tener un vocabulario de cuarenta mil palabras. Actualmente solo cuenta con una hablante nativa, Cristina Calderón, de 91 años. 

Si pensamos en lo que tiene importancia, abrazaremos la idea de que tenemos que hablar inglés porque supuestamente nos abre las puertas laborales, nos ayuda a viajar y a navegar por Internet y nos quieren hacer creer que no saber inglés es ser semianalfabeto. Ahora bien, si nos ocupamos de lo importante, emplearemos los medios que tengamos a nuestro alcance para evitar que desaparezca un idioma, pues no se trata solamente de una forma de expresión oral o escrita, sino que el lenguaje configura y moldea nuestra estructura cerebral y social y, por tanto, nos define como personas. 

Estando enzarzada en estos y otros pensamientos, se me presentó la emperatriz Isabel de Austria, Sissi para los parientes y amigos. Como sabe que la aprecio y entre nosotras no hay más protocolo que el usted con que me dirijo a ella, pues es mayor que yo, fue directa al grano para comentarme que lo más importante que hizo en su vida fue aprender húngaro y griego, para apoyar a ambos países y acercarse a sus gentes. Mientras cepillaban su larga melena y la coronaban con horquillas y pasadores, ella repasaba verbos, declinaciones y palabras muy alejadas de su alemán nativo. Con la lengua magiar aprendió también a amar y en Corfú, hablando griego, se sintió libre. 

Hay pueblos que conservan su identidad gracias a la lengua de sus habitantes y, así, los amish y los menonitas son capaces de apartarse de cuanto les rodea porque pervive en ellos la lengua de sus antepasados. Al igual que muchos de los hebreos con los que he hablado en Israel este verano, que conservan el español de Sefarat aunque no hayan venido nunca a España y esto, lejos de hacerles vulnerables, les da la fuerza necesaria para agruparse el 10 de agosto a orar, cantar y conmemorar su expulsión de España. 

Siguiendo con lo que es importante y a propósito de esos bebés aquejados con el llamado síndrome del hombre lobo por tomar un omeprazol adulterado, más allá de declaraciones, sanciones e indemnizaciones, deberíamos preguntarnos por qué se prescribe a niños pequeños un medicamento que, sin adulterar, se sabe que puede provocar demencia senil y otras dolencias en adultos que lo toman habitualmente. 

Parece que el omeprazol se ha convertido en el inglés de las farmacéuticas, eso que se extiende y expande, arrollando a otros remedios más antiguos, más experimentados y menos rentables, pero eficaces. Así, rara es la persona a la que no le prescriben omeprazol antes o después,  a pesar de que no es tan inocuo como se dijo ni tan beneficioso a la larga. 

Así que doy todo mi apoyo a las madres y padres de esos bebés a los que, por el interés de algunos, les ha crecido un vello hirsuto donde no debería haber ni un pelo. Ojalá no se convierta en un nuevo episodio de aquella talidomida y respondan eficazmente quienes deban responder, se repare el daño causado y pidan perdón, porque pedir perdón es lo menos que alguien puede hacer. Pero si no es así, los ciudadanos de a pie tendremos que levantar otra piedra en el muro que cantaban los Pink Floyd, para que nos aislemos de tanta importancia que desatiende lo importante. 


NOTA: Este articulo forma parte de mi intervención “En paralelo”, dentro del programa radiofónico “Te cuento a gotas”, que puede escucharse aquí: https://www.ivoox.com/como-nace-musico-autodidacta-lenguas-agrafas-lenguas-audios-mp3_rf_41012576_1.html

Fotografía ©️A. Quintana. Jerusalén (Israel), 9 de agosto de 2019 

4 de julio de 2019

Distopías








Confieso que la mayoría de las historias que me atrajeron y entretuvieron de pequeña y jovencita eran distopías, es decir, lo contrario de utopía. Al igual que yo, son muchos quienes han incorporado a su vida simios que dirigen el mundo, personas que memorizan libros porque su gobierno los quema o sociedades en las que alfa, beta o épsilon no son letras griegas, sino las castas de su pluscuamperfecta organización. Pensábamos que aquellas narraciones en realidad eran moralejas destinadas a evitar la perdición de la Humanidad, porque nos avisaban de lo que no había que hacer y nos compelían a ser mejores en el más amplio sentido de la palabra. 

Sin embargo, con el paso del tiempo, lo que fue ficción se ha hecho realidad y vivimos abducidos por elementos distópicos. Quizá la búsqueda sin cuartel de un estado de felicidad continua nos ha llevado a caer en las trampas que nosotros mismos hemos creado, dando lugar a una existencia ajena a la realidad a fuerza de vivir en paraísos artificiales. 

Hace unos años, por motivos profesionales conocí a una pareja cuya causa de ruptura se desató por un juego virtual en el que cada uno tenía su propio avatar y ese avatar era libre para vivir, trabajar y amar como quisiera. Por supuesto, se jugaba en línea con otros participantes. Nuestra pareja fundó en el cielo de Internet una empresa dedicada a construir urbanizaciones en paraísos recónditos y, sin salir de casa, de la mano de sus avatares emprendieron una vida de ejecutivos exitosos, adinerados y famosos. Ahora bien, los celos anidaron en el corazón del marido, temeroso de que su mujer se hubiera enamorado de otro avatar hermoso y rubio, como la cerveza que cantaba la Piquer. Y los conocí así, deshechos por dentro, en trámites de divorcio y hablando de sus vidas virtuales con la trascendencia e importancia que adquieren las cosas que se viven y experimentan. 

Todos conocemos personas que viven en esa Matrix que han creado las redes sociales, que se enfadan si alguien no reacciona ante una foto en Instagram y que miden su éxito social en base a los seguidores que tengan. Algunos, incluso, osan presentarse a sí mismos como gente influyente, no por la profundidad de sus pensamientos, sino por difundir lo que el Gran Hermano fomenta, es decir, la vida gregaria, acrítica, superficial y aparentemente feliz. 

Al hilo de esto, dos 'influyentes' han iniciado una colecta en youtube para irse de vacaciones. Necesitan 10.000 euros para viajar por África. Catalin y Elena, que así se llaman los angelitos, han llegado a decir sin despeinarse ni sonrojarse que trabajar no es una opción porque tener el impacto que ellos tienen  en las redes no es compatible con doblar la espalda. Se ven a sí mismos como seres incuestionables y necesarios para el avance del género humano y, en el fondo, no los culpo, porque esa Matrix en que vivimos nos hace creer que cinco mil o cien mil personas siguiendo nuestras monerías son el mundo entero. Vamos, que somos tontos de remate y, además, cortos de vista. 

El filósofo Vattimo nos propone abrazarnos al pensamiento débil, esa especie de anarquía no sangrienta opuesta al pensamiento tradicional. Este profesor de hermenéutica nos recuerda el abandono de la violencia, el control sobre la destrucción de la naturaleza y, en definitiva, una interpretación menos neurótica de la existencia. Se trata de propiciar áreas de libertad para los sujetos débiles, de emancipar a las personas y, fortaleciendo esa autonomía, ir destruyendo el estado de cosas, ir desvelando la Matrix y que el Gran Hermano deje de tener poder sobre nosotros. 

Mientras pensaba sobre esto, me acordé de la orangutana Sandra, a quien la justicia bonaerense le ha reconocido que es persona no humana, sujeto de derechos. Veo una fotografía de ella entreteniéndose con una revista y en su mirada me reconozco con siete años, observando un mundo de simios que nos mostraban el futuro a través de las huellas del pasado. Quizá la década próxima, mientras las personas humanas sigan babeando ante quienes se autodenominan influyentes o desfilando al son que les marcan, otras personas no humanas humanicen la Tierra porque, como nos canta el coro en el cuarto movimiento de la 9ª de Beethoven, hemos de buscar la razón del mundo más allá de las estrellas.


NOTAS: 
Este texto sirvió de base al espacio “En Paralelo”, de la revista radiofónica “Te cuento a gotas” correspondiente a julio de 2019. Si quieres escucharlo entero: https://www.ivoox.com/37816920

Fotografía ©️Amparo Quintana - Calle Alameda (Madrid), 9 de febrero de 2019


13 de junio de 2019

Cordones








Desde la última vez que charlamos en este mundo paralelo y a propósito de unos cordones para zapatos que me han regalado, no dejo de darle vueltas a las ataduras mentales y sociales que nos asaltan casi a diario. A veces nos las imponemos nosotros mismos, pero en muchas ocasiones es el propio sistema o las costumbres lo que nos amarra a multitud de cosas o ideas. 

En abril y mayo de este año, ha habido elecciones en España y, en dos jornadas electorales, se ha renovado prácticamente la totalidad de las instituciones elegibles  que tenemos aquí. Tras los resultados, no han faltado voces llamando a tender cordones sanitarios para evitar que algún partido contrario a ellos pueda tener alguna parcela de poder o decida el color de un municipio, comunidad autónoma o altere el aspecto de algún grupo parlamentario. Se diría que todos somos demócratas hasta que la libertad de las urnas nos es desfavorable y, cuando esto pasa, salen a pasear las cinchas de los manejos y las maniobras, que algunos llaman madurez democrática. 

En el tarot de Marsella, la carta del diablo nos presenta a dos acólitos sujetos por sendas cuerdas atadas a sus cuellos. Lejos de rebelarse, esos esclavos aparecen sonrientes y ajenos al demonio que maneja sus cordeles. Se creen libres y especiales, ignoran que están atados a la voluntad y deseos de otro, igual que ocurre con el ciudadano medio. 

Cada cita electoral abre la puerta a combinaciones y pactos que quizá jamás quisieron los votantes, por más que se empeñen los políticos de todos los partidos en decir lo contrario. El día después de las urnas,  esos votantes son borrados de un plumazo y pasan a ser sustituidos por los verdaderos intereses de tales políticos, que abjurando del principio de soberanía popular, se vuelven prestidigitadores de cartón piedra y secuestran durante cuatro años la ilusión de quienes votaron y creyeron en su voto, de la misma forma que Zeus raptó a Europa mientras esta jugaba alegre, confiada y despreocupada en un prado. 

Hablando de confianza, estos días ha saltado a los medios la noticia de que varios deportistas de élite están siendo investigados por amañar partidos de fútbol en comandita con casas de apuestas. Como el asunto se encuentra en trámite judicial, no voy a tocar el tema legal. Lo traigo aquí por el asunto este de los cordones y cuerdas que me quita el sueño, pues para mí que quienes han participado en estos engaños, lejos de ser libres, se han echado la soga al cuello. Y explico esto: en toda estafa se encuentra la semilla del sometimiento al espejismo del éxito y el estafador, lejos de ser amo, es un cautivo del ansia de dinero. Su poderío no es más que una pistola con la que juega cada noche a la ruleta rusa, hasta que el ¡pum! de la última bala da al traste con su castillo de naipes. 

Y ahora le toca el turno a una noticia que me encanta: en Japón han reunido 19.000 firmas para pedir al gobierno que legisle contra la obligación que imponen ciertas empresas de llevar zapatos de tacón a sus trabajadoras. Hartas de terminar su jornada laboral con los pies, la espalda y el ánimo maltrechos, esta iniciativa, que empezó con un simple mensaje en internet, se encuentra ahora en la mesa de los ministros y ha dado origen al movimiento #Kutoo, que insta a las féminas a calzarse como ellas quieran y se sientan mejor. Por las redes circulan numerosas fotografías de camareras, profesoras, oficinistas, dependientas, etc. en sus respectivos puestos de trabajo con deportivas, bailarinas, alpargatas, zuecos, etc. 

Al hilo de esta noticia, me ha saltado a la cara otra procedente de Rusia. Allí, la empresa metalúrgica Tatprof ha emprendido lo que llama “maratón de feminidad” anunciando incentivos para aquellas empleadas que se pongan vestido y acudan a trabajar bien maquilladas. Sus directivos lo fundamentan en que quieren “embellecer” los días de trabajo y crear buen ambiente en una plantilla donde el 70% de los asalariados son hombres. Se quejan de que la mayoría de las mujeres usan pantalones. 

Si yo trabajara en esa empresa, aprovecharía para pedir que incentivaran a los hombres que, durante un mes, acudieran a trabajar vestidos con falda y zapatos de tacón, en un maratón de sofisticación que, por supuesto, incluiría unas uñas y unos dientes impolutos. 

Seguro que habrá mujeres que, por unos rublos más, se presten gustosamente a enseñar las rodillas y el carmín, porque no echemos en el olvido la carta del tarot que antes les comenté, esa de las cuerdas que los esclavos no notan en sus cuellos. 

Y para terminar, ha venido a visitarme Joseph Carey Merrick. Quizá por su nombre no les suene (eso le dije yo, cuando me habló por el portero automático), pero si les digo que fue conocido como"El Hombre Elefante”, seguramente que sí saben quién es. Este inglés decimonónico me pide que les anime a cortar los cordones que nos atan a lo establecido y a lo políticamente correcto, que para él no son más que prejuicios y estereotipos. 

Le tocó vivir en la Tierra aquejado del síndrome de Proteus, lo que le originó enormes malformaciones en su cuerpo y rostro que empezaron a manifestarse al año y medio de edad. 

Como consecuencia de esto, fue rechazado por su familia y por la sociedad en general, pasando varios años en ferias. Era exhibido como un fenómeno de la naturaleza hasta que una actriz llamada señora Kendall le ayudó a cortar con esa situación, reuniendo fondos para ayudarle. De esta forma, nuestro Ganehsa victoriano emprendió una vida dentro de toda la normalidad que podía tener; sobresalió por su carácter amable y dulce, aprendió a leer y escribir, compuso poemas y algunos de ellos se cantan como himnos aún hoy en las iglesias baptistas, como las estrofas que escribió junto al pastor protestante Isaac Watts y que quiero leerles a modo de despedida. Los cuatro primeros versos son de Merrick y los cuatro siguientes,  de Watts: 

“Es vierto que mi forma es muy extraña,
pero culparme por ello es culpar a Dios; 
si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
procuraría no fallar en complacerte. 

Si yo pudiese alcanzar de polo a polo 
o abarcar el océano con mis brazos, 
pediría que se me midiese por mi alma. 
La mente es la medida del hombre”

Muchas gracias por su atención. Saque las tijeras y corte sus cordones. hágase el favor de ser usted mismo. No lo piense más. 

NOTA: Este articulo forma parte de mis intervención “En paralelo”, dentro del programa radiofónico “Te cuento a gotas”, que puede escucharse aquí: https://www.ivoox.com/ataduras-invisibles-libertad-hombres-nombre-de-audios-mp3_rf_37062149_1.html


Fotografía ©️A. Quintana. Madrid, 17 de agosto de 2018 

28 de mayo de 2019

Cuestión de lenguaje






Hace años oí a alguien decir que las palabras, en lugar de transmitir ideas, las enturbian y lo cierto es que cada uno de nosotros seguro que tenemos decenas de anécdotas donde o nos han malinterpretado los mensajes o, incluso, hemos malinterpretado las palabras o los gestos de alguna persona. Y esa es una carga, cual pecado original, que arrastramos las personas desde que nacemos; quizá por eso se utilizan cada vez menos palabras. Algunos estudios afirman que un ciudadano medio español no utiliza más allá de 1000 y solo los muy cultos alcanzan los 5000 vocablos. Es más, algunos jóvenes utilizan solamente 240 palabras.

El artista chino Xu Bing ha escrito la novela ‘Libro desde el suelo' con ocho mil emoticonos y ni una sola palabra. El autor ha explicado que, cuando tenía once años de edad, le causó un gran impacto el cambio de alfabeto con la Revolución Cultural China, lo que generó una especie de trauma social colectivo, pues todo el mundo tuvo que volver a aprender a leer y escribir y a reconocer los nuevos pictogramas alumbrados por el pensamiento maoísta. Muchas personas se convirtieron en prácticamente analfabetas, unas por sus dificultades para “reeducarse” y otras por su negativa consciente a ser “reeducadas”, lo que determinó en ocasiones su deportación a campos de trabajo por rebelarse. 

Esta tarea de hacer comprensible para todos las andanzas de unos personajes a base de símbolos universales y sencillos dibujos, como si fuera otra encarnación del esperanto escrito, contrasta con la utilización críptica del lenguaje, es decir, el empeño que a veces se pone en que aquello que se plasma o se dice solo lo entienda un grupo reducido de gente. No quiero referirme a quienes lo hacen con fines ilícitos, llamando zapatos, por ejemplo, a lo que no es sino fardos de droga, sino a quienes recurren a esa comunicación cifrada para protegerse o proteger a otros. Pensemos en las muchas resistencias que surgieron y aún surgen a causa de las guerras y pensemos también en aquellos que ven en la metáfora y la clave el único remedio para no acabar en la hoguera del pensamiento establecido a causa de su lenguaje. 

En este sentido, el otro día me encontré con Anne Lister en mi mundo paralelo del siglo diecinueve. Pues bien, la Sra. Lister o Mister Black, como la apodaban en el York de su época, utilizó una mezcla de álgebra y griego clásico para relatar en sus diarios los encuentros amorosos y sexuales que tenía, relatados con gran realismo. Esa jerga propia, inventada por ella, no se descifró hasta 1980, queriendo el destino que su vida quedara al descubierto en un tiempo probablemente más tolerante no solo para las lesbianas, sino para las personas que enarbolan la bandera de la libertad personal. De hecho, sus diarios se encuentran bajo la custodia de la UNESCO desde 2011. 

Hablando de banderas, la iglesia de la Santísima Trinidad de York luce desde el verano de 2018 una con los colores del arcoíris para celebrar que Anne Lister selló en ese templo, allá por 1834, su compromiso con otra mujer. 

Curiosamente, a la bandera le acompañaba un cartel de homenaje que literalmente decía: ”Emprendedora de género inconformista. Celebró su compromiso marital, sin reconocimiento legal, con Ann Walker en esta iglesia”. Ante las protestas de miles de ingleses por los eufemismos empleados, se sustituyeron esas frases por estas otras: “Lesbiana y autora de su diario. Tomó el sacramento aquí para sellar su compromiso con Ann Walker”.

Siguiendo con los eufemismos y aprovechando que hoy es 1 de mayo, recordemos que se festeja el Día de los Trabajadores en casi todo el mundo, fecha consagrada en homenaje a los Mártires de Chicago. Se llama así a los sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas. Dichas reivindicaciones se iniciaron con una huelga el 1 de mayo de 1886, fecha a la que le siguieron jornadas de algaradas, protestas, detenciones,  muertos y heridos. 

La conmemoración del Primero de Mayo como fiesta clave del movimiento obrero tuvo un gran impulso por parte de la Segunda Internacional hasta el punto que, para guardar las distancias con los postulados marxistas y anarquistas, en 1954 Pío XII consagró ese día a san José Obrero, que es como los niños de mi generación conocimos la susodicha fecha hasta que  la oficialidad del término se fue mezclando con generalísimas trombosis y el pobre san José tuvo que conformarse con tener solo el 19 de marzo, como si su estrella se empeñara en señalarle que su esencia es la de padre putativo por encima de abnegado artesano que saca adelante a su familia.

Pero no crean ustedes que esta mixtificación se circunscribe a la Iglesia católica; países como Estados Unidos o Canadá no celebran el Primero de Mayo por temor a que esta fecha reforzara el movimiento socialista. En su lugar se festeja el Labor Day el primer lunes de septiembre, realizando un desfile, y parecen no haberse percatado de que, a fuerza de nombrarla, la festividad de mayo se encuentra tan sobada y vacía de contenido que en el lenguaje de la gente se ha apagado el halo de luz rojiza que otrora tuvo.

Palabras, símbolos o gestos, no olvidemos que tras ellos se acurrucan los pensamientos, emociones y deseos de quien los verbaliza, escribe o dibuja, de ahí que, como a menudo nos recuerda Luis Rojas Marcos, deberíamos hablar continuamente con nosotros mismos para permanecer cuerdos y, si esto les da vergüenza, al menos sean conscientes de que la línea que nos une y separa de los otros seres vivos es una mera cuestión de lenguaje. 

Fotografía ©️ A. Quintana. Madrid (Moncloa, 4 de uno de 2018). 

Esta entrada sirve de base al espacio "En paralelo" del podcasts "Te cuento a gotas" del mes de mayo de 2019 y que puede escucharse aquí: https://www.ivoox.com/por-no-empezar-nuevo-entre-amores-audios-mp3_rf_35291630_1.html

19 de abril de 2019

La memoria paradójica





Hasta hace poco,  a quienes les costaba retener datos les gustaba proclamar que la memoria es la inteligencia de los torpes, como si el recuerdo fuera incompatible con la capacidad de entender el mundo y a las personas que lo habitan. 

Parece que, afortunadamente, se ha superado este pensamiento tan negativo y, como en tantas otras cosas, nos hemos dejado arrastrar de un extremo a otro, pues en la actualidad tenemos memora y media, queramos o no queramos recordar. 

Valle Inclán escribió que “las cosas no son como las vemos, sino como la recordamos”. Podríamos estar horas y horas analizando el concepto que encierra esta frase, pero por hoy me basta para mostrarme disconforme con lo que en nuestro país (y supongo que en otros) están haciendo al amparo de una memoria que cambia vertiginosamente como las aguas del río de Heráclito, que es y no es porque todo es un continuo devenir. 

Muchas personas del mundo entero se han pasado siglos luchando contra las memorias oficiales, es decir, aquellas que borraban los acontecimientos que disgustaban al gobernante de turno. El pensamiento único es lo opuesto a la memoria, porque el recuerdo anida en los corazones de los seres, no en decretos ni órdenes ni poses. 

Curiosamente, esto lo podemos decir sin apuros cuando se trata de EE. UU., Rusia, Corea del Norte o el mismo Marte, si nos llegaran vestigios de allí. Pero cuidado con hacerlo sobre el aquí y ahora patrio, porque los guardianes de la memoria puede que te acusen de recordar en vano. 

Quienes nacimos antes de aquellos “veinticinco años de paz”, sabemos que ocultar los recuerdos a golpe de cincel o pintura no sirve de gran cosa, pues la terquedad de la historia hace que afloren como los pentimentos de un cuadro y, cuando lo hacen, nacen con más fuerza. Porque el problema no es cambiar nombres a calles, abrir tumbas o quitar placas, sino retrotraernos a épocas antiguas y encender nuevas hogueras. 

Desde que se anunció, hace un año, que los restos de un dictador muerto en 1975  iban a sacarse del mausoleo donde ha permanecido más de cuarenta años y que casi nadie visitaba, la curiosidad que mató al gato ha herido al gobierno y tenemos ahora un Cuelgamuros lleno de turistas que hacen colas para ver la tumba. Son las paradojas que surgen cuando nos empeñamos en amoldar la memoria al pensamiento político. 

Igualmente sucede con los nombres de algunas calles y plazas, reemplazadas por otros protagonistas de la guerra del 36, solo que del bando perdedor y que, por este motivo, provocan el rechazo de muchos ciudadanos que no se identifican con ninguno de los frentes que mantuvieron la lucha. Y es que, como en el verso de Yorgos Seferis, “allí donde la toques, la memoria duele”. 

Por otro lado y hablando también del pasado, la última película de Quentin Tarantino nos llevará al año 1969, a unos hechos que conmocionaron a la sociedad americana y también la europea: el brutal asesinato de Sharon Tate a manos de los seguidores de una secta. Muchos de nuestros oyentes lo recordarán o habrán leído crónicas al respecto. 

Tratándose de una obra artística, sabemos que el director podrá adornar las imágenes y los diálogos como le parezca más adecuado y beneficie más al resultado de su film. Curiosamente, puede que este recorra mejor el camino de los recuerdos porque, al contrario de los políticos, Quentin sabe que la memoria habita en el alma de las personas y los animales. De ahí que, aún sin haberla visto porque no se ha estrenado en España, mi corazón salta al ritmo de la música de Los Bravos, recordando a aquellos astronautas que llegaron a la Luna unos días antes del macabro suceso que la película relata  y a un Juan Carlos de Borbón nombrado sucesor de quien está enterrado en Cuelgamuros. 

El resto es historia familiar, como la de ustedes. Que disfruten de su buena memoria.


NOTAS: Este texto sirvió de base al espacio “en Paralelo”, dentro del podcasts “Te cuento a gotas” correspondiente a abril de 2019: https://www.ivoox.com/vidas-memorias-fantasias-audios-mp3_rf_34394024_1.html

©️Fotografía, A. Quintana. Zamora, 8 de marzo de 2019. 

3 de marzo de 2019

Yo y las pseudociencias




Eso, en esencia, es el fascismo: la propiedad del Estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder privado” 
(Franklin D. Roosevelt)


Las mentes preclaras de quienes gobiernan mi país llaman pseudociencias a ciertos tratamientos terapéuticos que, según ellos, se encuentran más cerca de la charlatanería y el fraude que de verdaderos métodos curativos. Utilizan ese vocablo en tono despectivo, humillante, ufanándose de que solo hay un dios y ellos son su profeta. 

No contento con el varapalo que hace unos meses le dio la Unión Europea, cuando esta supranacionalidad se negó a prohibir la homeopatía y la acupuntura, y sabedor de que una mentira repetida hasta la saciedad se “convierte” en una verdad, el Gobierno de España sigue con su matraca presuntamente racionalista, moderna y avanzada y ha elaborado una lista con cien materias de las que él denomina pseudociencias, plasmado su mensaje en un vídeo que, además de ridículo y feo, resulta engañoso. El objetivo no es otro que mezclar churras con merinas, confundir a los ciudadanos y maquillar la realidad, no sé si a sabiendas o por pura ignorancia, porque vergüenza me da pensar que una ministra de sanidad y  un ministro de ciencia estén tan verdes en estas cosas.

Utilizo la homeopatía desde 1985 y la acupuntura desde un poco más tarde, a principios de los noventa. En ambas modalidades he acudido a profesionales de la medicina que llamaremos “ortodoxa”, es decir, titulados en universidades españolas y con posgrados realizados en países no sospechosos de brujería. Siempre me han recibido en consultas médicas al uso y los homeópatas me han extendido recetas con remedios que los farmacéuticos de mi ciudad me han vendido sin problema. Los acupuntores han manipulado las agujas y la moxa con una pulcritud que a veces no he encontrado en las batas y las cabelleras de algunos de atención primaria. Y hasta ahora me ha ido muy bien con mis gránulos y mis punciones, al igual que a millones de personas. 

Me extraña mucho que estos políticos no sepan que los conocimientos homeopáticos vienen utilizándose oficialmente desde principios del siglo XIX gracias a Hahnemann, que no era ningún hechicero, sino un médico e investigador químico. No puedo creerme que tampoco sepan que existe un museo dedicado a este científico en la localidad de Sibiu, ni que en las boticas alemanas, francesas, austriacas, checas, italianas y rumanas (por citar solo las que he frecuentado más cuando he caído pachucha en algún viaje), al solicitar un remedio para el mal de turno y si no llevas receta, lo primero que te preguntan es si lo quieres homeopático o alopático. 

Igualmente me sonroja creer que los gobernantes no han leído u oído jamás que la acupuntura se viene usando desde aproximadamente el siglo VI a.C.  con resultados contrastados. Así que, como no puedo imaginármelos tan iletrados, quizá tengan razón quienes arguyen razones menos claras, como haber sucumbido al lobby de la industria farmacéutica, nada inocente y muy  poco noble cuando regala viajes y otras prebendas a médicos que prescriben sus últimos productos o cuando lanzan al mercado medicamentos cada vez más caros que acaban desterrando de las oficinas de farmacia otros mucho menos costosos e igual o más efectivos, pues suele tratarse de específicos antiguos y utilizados hasta la saciedad. 

Me gustaría que este gobierno pomposo y paternalista ejerciera la libertad que pregona y dejara que cada cual se cure como quiera. Llevan su ideología de fuegos artificiales hasta la paradoja de plantearse legalizar la eutanasia y la asistencia al suicidio y querer enderezarnos a quienes queremos estar sanos con terapias sin efectos secundarios. En lo que a mí concierne, seguiré usando los remedios que me dé la gana, en uso de mi libertad. No soy quién para criticar a quien acude a cromoterapia, flores de Bach o se tira de un puente. Detesto el paternalismo, el pensamiento único y el paso de la oca, con lo que también respetaré que esos ministros se traten con omeprazol la acidez de estómago que el bicarbonato quizá pueda calmarles, conscientes de que la OMS ya nos ha dicho que el primero, a la larga, causa demencia. 


©️Fotografía A. Quintana. Las Palmas de Gran Canaria, 25 de octubre de 2018.



7 de diciembre de 2018

Agua de Estigia





Solo te ruego que no confíes tus oráculos 
a hojas que, revueltas, sean juguete de los vientos”
(Virgilio - Eneida, Libro VI)



Las ramas de los árboles conforman el mundo: acogen con calidez, protegen de la lluvia, ofrecen sombra, prestan su madera para que algunos seres planten ahí sus moradas y dibujan los paisajes de nuestra memoria. En la mía estás tú cuando aún no habías nacido y, sin embargo, ya eras rama en el árbol familiar, pues te esperaba conforme a las instrucciones que di a la cigüeña en aquella carta escrita con letras temblonas, salidas de mi mano preescolar y que apenas podía sostener el lápiz, a pesar del esfuerzo de nuestro abuelo. Se aprende por necesidad, dijo Kafka, y mi necesidad a los dos años era compartir el tiempo con un hermano. 

Hace once días que al árbol le falta una rama y, mientras la brecha va sacudiendo la savia hacia el barro, escudriño el Caronte que tu tocayo Patinir pintó hace siglos y te imagino en esa barca cruzando el lago que te lleva a una orilla distinta, tras haberle pagado el óbolo acordado. 

Las monedas que nos cubren los ojos cuando atravesamos las sombras no son dinero, no son de metal, sino de agua que baña los sentimientos y arrasa las espinas que otrora agujerearon la fe, la esperanza y el amor. El barquero de Hades sabe ahora que mis heridas se han cerrado. Vuela, rama, hacia la luz. 


©️Fotografía A. Quintana. Estación de Lago - Madrid, 6 de diciembre de 2018.



8 de septiembre de 2018

El placer de estar ahí








“Si se limpian las puertas de la percepción, 
todas las cosas aparecen como son, es decir infinitas”
(William Blake)

El 22 de abril de 1912, Egon Schiele se encontraba encarcelado, injustamente investigado por dibujar cosas obscenas susceptibles de escandalizar y pervertir a los menores. A él le debemos una lapidaria frase: “El arte no puede ser moderno; el arte es eterno”.

En efecto, al hablar de arte, no podemos escudriñarlo como se hace con una bacteria al microscopio, pues la obra artística trasciende de clasificaciones. Existen cuadros, frescos o esculturas cuya data solo aporta información acerca del momento en que sus autores tuvieron el gusto o el coraje de hacerlos, pero suscitan las mismas emociones a los ojos de sus coetáneos que a los de generaciones posteriores. A veces decimos que esto o lo otro no fue entendido en su tiempo, pero he llegado a la conclusión de que lo que conturbó en 1900 también es capaz de hacerlo en 2018. 

El arte es eterno y, así, el Goethe de 1786 anotó el 3 de diciembre de aquel año que empezaba a gustarle la antigüedad romana, su historia, las inscripciones, monedas y todas las cosas que, según él, le habían hecho sentir lo mismo que su amor por las ciencias naturales. Como no acertaba el alemán a quedarse con un aspecto de Roma, zanjó la cuestión escribiendo ese mismo día que era el entorno lo que le hacía sentir y experimentar el placer de estar ahí. 

Eso es el arte, el entorno de lo bello, de lo apriorísticamente inútil, de la necesidad de lo innecesario. Lo mismo lo configuran las manos de un orfebre que la tinta del bolígrafo de quien escribe versos... y nos envuelve en un viaje sin billete de vuelta. 


©️Fotografía: A. Quintana. Paestum, 8 de agosto de 2018.



Lungomare


"La verdad no está en un sueño, 
sino en muchos sueños"
(Pier Paolo Pasolini)


El pensamiento del corazón me llevó al Jardín de Minerva, donde averigüé que el aire de mi balanza se convierte en tierra cuando mis males se curan. “Contraria contrarii curantur”.

Las calles recitan pensamientos y escupen dibujos, como salmodia especial en un mundo donde solo unos pocos se detienen a escuchar lo que no hace ruido. A lo lejos, atisbo a Pasolini en forma de teatro o, mejor dicho, como fantasma que lo habitará por siempre. Fantasma bueno, fantasma amigo, espíritu quieto en un mar que rompe sus olas contra toda la fealdad e ignominia. 



©️Fotografía A. Quintana. Salerno, 11 de agosto de 2018.

31 de marzo de 2018

Mao no es Mao






A estas alturas, las sorpresas que me puedo encontrar en una exposición de Warhol me las proporcionan las personas que acuden a ver sus obras. Ni que decir tiene que aún concita a un buen número de jóvenes ávidos de fotografiarse con sus vacas multicolores y los retratos serigrafiados. Ahora bien, echo en falta una interpretación certera de su obra porque, si para Magrittte una pipa no era una pipa, para el bueno de Andy muchas de sus cosas no se entienden desde la interpretación lineal y absurda que lo relegan al capacho de los diseñadores publicitarios. Quiero decir que sus producciones están llenas de crítica y humor ácido, como el aparentemente inofensivo plátano de la Velvet, cuya piel, sin embargo, te hace resbalar si no pisas con destreza. 

El otro día,  ante el retrato de Mao, escuché en la boca de una veinteañera lo que, para Arrabal o cualquier ácrata de pro sería el culmen del retruécano. Dirigiéndose a quien me pareció era su madre (una mujer de mi edad, aproximadamente, pero más enseñorada yo, a juzgar por el aspecto), le espeta sin pestañear lo siguiente: “aquí está el coreano otra vez; lo vemos en todas partes”. La supuesta progenitora no corrigió el error, pero si lo comento aquí es porque me marché a mi casa pensando en el vuelco que ha dado el mundo y en que lo que creíamos importante hace dos o tres décadas,  ha perdido interés. 

No me sorprende tanto que alguien confunda a Mao con Kim Jong-un, cuando la vestimenta, las facciones y lo que transmiten son casi lo mismo: un régimen dictatorial y represivo. Lo que me sorprende es que esa criatura (y seguramente algunos más de quienes hayan visto o vayan a ver la exposición) no sea capaz de deducir que, habiendo fallecido Warhol en los años ochenta (como ponía en los carteles que se supone debía leer a la entrada), resulta imposible que hubiera inmortalizado al actual presidente norcoreano. 

Con independencia de que me duela que la gente consuma cultura como quien engulle bollos o se compra camisetas, es decir, sin pensar y sin sentir, lo cierto es que, en mi reflexión postrera, llegué a la conclusión de que Mao dejó de serlo cuando una mañana vimos su apellido escrito en piyin, y el Tse-Tung con que crecimos se disolvió en el agua de un Zedong posmoderno que, tras estrechar la mano de Nixon en 1972, empezó a sentar las bases de lo que sería su imagen para las generaciones venideras: nadie. 


©️ Fotografía A. Quintana. Madrid, marzo de 2018. Exposición “Warhol, el arte mecánico”.