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10 de febrero de 2012

Virtudes cardinales: la justicia


Quien la posee de veras apenas es consciente de que la tiene, pues se trata de una virtud que se aloja normalmente en los sentimientos de los demás. Son los de fuera quienes aprecian que alguien actúa con justicia y, por eso, casi nadie coincide sobre lo que es en realidad.
Nos hemos acostumbrado a  percibir lo justo o injusto de una decisión mirando a través de nuestro prisma personal, tantas veces alterado, muchas veces manipulado y siempre acomodado a nuestra conciencia, esa compañera que casi todos decimos tener tranquila (por lo que me pregunto a menudo si existe en verdad eso que llamamos conciencia).
Si la justicia fue, para los romanos, la constante y perpetua voluntad de conceder a cada uno su derecho (y así la consideran muchos todavía hoy), tendremos que convenir que hay derechos incompatibles unos con otros: mi derecho a escribir puede chocar con el derecho de mi vecino a que lo nombre, por ejemplo, y él puede percibir como injusto que yo cuente en este blog o en otra parte lo que hace, piensa o sufre. Esto puede explicar que, de un tiempo a esta parte, casi nadie esté conforme con la mayoría de las sentencias que se dictan en nuestro país. 
Pero limitar la justicia a lo que se hace en los tribunales es achicar su esencia, pues ser personas justas nos concierne a todos, no solo a los jueces.  Por eso pido disculpas públicamente por las veces que he podido ser  injusta.

9 de febrero de 2012

Otras vidas


P. es un mendigo asentado en el centro de la ciudad. Lo acompañan dos canes hembras a las que cuida como si se tratara de sus hijas. Cuando se acerca alguien que no es del agrado de los animales, lo manifiestan de manera elocuente a base de ladridos, pero nunca pierden la compostura y jamás abandonan su posición al lado del dueño. ¿He dicho hijas? Tal vez debería decir compañeras, unidas a él con un vínculo más fuerte que el que nos transmiten la sangre, el matrimonio y una de esas hipotecas a largo plazo.
Por la noche, después de las últimas caricias y una ración más de pienso, las perras acuden a un refugio, al resguardo de las inclemencias meteorológicas y de los posibles bandarras. P., sin embargo, prepara su lecho en la entrada de una óptica.  Bajo dos o tres capas de cobertores, duerme al abrigo del cielo de Madrid.
Alguna vez, al amparo de las sobras, lo han pegado, le han intentado robar y quién sabe qué tropelías más. No estaban sus fieles camaradas para defenderlo.
Con la ola de frío siberiano que hemos tenido recientemente, me he preguntado por P. y por otros Z., X., A o M.  que habitan el mismo espacio que nosotros y, no obstante, a veces son invisibles.
Suelo hablar con P. y con sus chicas peludas y les puedo asegurar que, a través de sus ojos, veo el corto pasillo que separa la comodidad y el buen pasar  de la pobreza y el out side.
Y mientras yo siga siendo consciente de lo frágiles que son las cosas, me alegraré de que P. tenga dos seres que lo cuidan y lo aman.


NOTA: Por respeto a P. escojo la foto de alguno de esos bancos que sirven de casa mucha gente.

13 de enero de 2012

La ley del embudo



En la foto se aprecia a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, conduciendo sin cinturón de seguridad y con su teléfono móvil en la mano.
Comprendo la fragilidad humana y lo mucho que cuesta, a veces, no pisar la línea roja de lo legal y espero que, a partir de ahora, este señor sea igual de comprensivo con las finanzas de algunos países de la UE.

Fuente de a fotografía: Revisa "Oggi".

5 de enero de 2012

Fe, esperanza y alegría


  
Queridos Reyes Magos: 
No os escribo desde hace muchos, muchos años. Sin embargo, eso no quiere decir que me haya olvidado de vosotros o que haya dejado de creer en la magia. Al contrario, a medida que cumplo años me doy más cuenta de que la mayor parte de las cosas escapan a la lógica y a los corsés racionales.
¿Os acordáis todavía de mí? Ya no llevo trenzas, pero sigo con las gafas puestas y continúan sin gustarme las muñecas. Es decir, que apenas he cambiado por fuera y por dentro. Lo que sí han variado son las circunstancias: esta carta no os la dejaré en el buzón, como antaño, sino que os llegará por vía telemática, que viene a ser casi como los prodigios que hacéis vosotros, pues se trata de letras sin tinta y sin papel que, a pesar de ser inmateriales, permanecerán atrapadas en la red durante al menos medio siglo, al alcance de cualquiera.
Si no recuerdo mal, mi pacto con vosotros consistía en pedir pocas cosas para mí y no olvidarme de los demás. Siempre respeté este acuerdo no escrito y cada año me sorprendíais con vuestra generosidad, dejándome mucho más de lo que yo había pedido. En fin, veamos cómo me sale ahora, pues no niego que he perdido entrenamiento:

"Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:
Este año me he portado bien, algunos incluso dicen que soy buena persona, pero reconozco que esto no tiene mérito, porque casi todo el mundo es bueno. Así que sigo siendo del montón y por eso os pido que no paséis de largo esta noche, que miréis mi ventana y trepéis hasta ella.
Solo os pido dos cosas: fe y esperanza o, mejor dicho, que no se me acaben nunca, pues necesito seguir creyendo en que el mundo avanza y mejora, en que lo prioritario es la gente y no las cosas, en que la astucia no cotiza ni se valora, en que todos somos libres desde que nacemos hasta que morimos.
Quiero que el planeta se recupere y restañe sus heridas, que los pueblos sean dueños de sus recursos naturales, que ningún animal nos mire a los humanos con recelo, que el agua y el aire sean solo eso y lo sean para todos.
Magos de Oriente, traedme, por favor, el gozo de contemplar cómo las personas han aprendido a respetarse y a dialogar.
Por último, que nunca les falte la alegría a quienes siguen este blog o lo leen de vez en cuando.
Os quiere, Amparo.
PD: Os dejo algo en el salón para que repongáis fuerzas. Lo he cocinado yo misma y espero que os guste."