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25 de abril de 2010

Caos

Como en el mito de la caverna, de vez en cuando hay alguien que se desata las ligaduras y sale al exterior. Cuando regresa para describir a los otros cautivos qué ha visto fuera, los demás no creen lo que dice, porque es más fácil seguir acomodados en el pensamiento mayoritario, dormitar viendo las imágenes que nuestros ojos miran sin sobresalto, que nuestro cerebro clasifica rápidamente y que nuestro corazón no se esfuerza en comprender.

Paremos, paremos y reflexionemos sobre lo que ocurre últimamente en nuestro país: otra vez los unos contra los otros, tirios y troyanos, montescos y capuletos, buenos y malos..., esas dos Españas machadianas llenas de ira y revancha, incapaces de perdonar y, por tanto, inservibles. ¿Hasta cuándo? ¿Veremos alguna vez un cambio verdadero? ¿Cómo hemos honrado hasta ahora a los muertos y represaliados? ¿Los estamos dignificando o, por el contrario, resucitamos su estigmatización?

Paremos, paremos de una vez y levantemos el velo que cubre esta farsa: pensemos en quiénes se benefician de tanto dolor y cuáles son sus intereses. Son los mismos personajes que, desde hace tiempo, están empeñados en subvertir el orden de las cosas, legislando a golpe de martillo, abocando al Derecho Penal a las cloacas, impostando su pretendida defensa de los derechos y libertades fundamentales, haciendo pasar por avanzado lo que en realidad es una nueva cara del totalitarismo.

Paremos, paremos y comprendamos que es muy peligroso jugar con la seguridad jurídica, cambiar las normas a nuestro analfabeto capricho electoral y con pretendida retroactividad.

Y a quienes, en la platónica caverna, jalean todo esto, sepan que están contribuyendo a que un día no se salven ni ellos mismos, como amargamente cantaba el personaje de Brecht.