¡
Menos mal que no somos
Grecia! Por un momento creí que
aquí tampoco dábamos pie con bola, que venían malos tiempos para quienes cobran algo de la Administración, que nos iban a subir los impuestos, que vendrían recortes de gasto público, que la gente se empobrecería en proporciones no recordadas en casi un siglo (estamos a tiro de diecinueve años para el centenario de la Gran Depresión y dicen que la de ahora es peor...) En fin, futuro negro el que yo, desde mi ignorancia supina, pensé que se cernía sobre nuestras cabezas. Pero menos mal que aquí no iba a pasar nada de esto, sino que "viento en popa, a toda vela", continuaríamos liderando el acontecimiento planetario. Menos mal, ya digo. ¡Qué peso se me quita de encima! D
ebe de haber sido un sueño ver y oír a un Presidente de Gobierno expeliendo en el Congreso
disposiciones gemelas a las que, semanas atrás, llovieron sobre los helenos.
Aquí no ha pasado nada. T
onta de mí, no me fié de cuando esa misma persona, hasta hace unos días, proclamaba a los cuatro vientos que aquí no iba a ocurrir lo de
Grecia y que no se iban a adoptar los mismos recortes.... ¡Ay, qué cabeza la mía y qué mal talante tengo! Mira que desear el regreso de todas las tropas que España ha diseminado por el orbe, en guerras y
ocupaciones que ni nos van ni nos vienen, si seguro que con eso no se ahorra nada. Mira que pedir, a estas alturas, la intervención de los grandes capitales (algunos protegidos por esas s.i.c.a.v. tan modernas y avanzadas) ¿Dónde voy yo aspirando a que desaparezcan esos altos cargos y gastos caprichosos, que se multiplican hasta por tres entre las diversas Administraciones de nuestro país? ¡Menos mal que ya me he enterado bien de todo! Lo que ha
sucedido es que, al final de la tragedia, alguna deidad ha bajado en su grúa y, entre versos de dramático lirismo, el héroe ha reconocido su error. Esa misma deidad ha
convertido al superhombre en remedio contra el mal (para los griegos clásicos,
pharmakon) y, habiendo aprendido la enseñanza moral que le transmite la divinidad, nos la muestra a la plebe: ¡Pueblo, la Unión Europea y Obama (perdón, los dioses) me han hablado y yo os digo....!
Y llegado este punto, a mí sí me gustaría ser como
Grecia, porque sus maestros, policías, carteros, conductores,
pensionistas, etc. se rebelaron contra dioses tan falsos como las monedas que nos unen, incluso sabiendo que todas las tragedias acaban como acaban.