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15 de mayo de 2010

Vasos


Vasos llenos de aire, vacíos del líquido que contuvieron, prestos para rellenarlos de palabras, como éstas:

Detesto los partidos, en tanto que profetas. 
Hace falta una gran ignorancia para predecir en política y en cualquier cosa viviente. 
La historia es propicia a hacerlo, ya que disimula la ignorancia del pasado. 
La historia más completa solo da el 0,00001 % de la realidad observable -por las vías más burdas- y enmascara el resto.  
(Paul Valéry -1871-1945-, Los principios de An-Arquía pura y aplicada)

Apurad el vaso. 

14 de mayo de 2010

Correspondencia




El Cabildo de Gran Canaria ha lanzado a la red de redes la correspondencia de Benito Pérez Galdós. Estudiosos, aficionados o simplemente curiosos están de enhorabuena, pues seguramente a través de esas misivas podrán hacerse una idea más real y ajustada de la personalidad del escritor. Son ochocientas diez y no solo están las que él escribía, sino también las que recibía. Me imagino que, en su vida, remitió y le llegaron muchas más... ¿dónde habrán ido?

Hoy apenas existe correspondencia epistolar a la antigua usanza, es decir, la del papel que transporta sentimientos, emociones, que anuncia eventos, que nos acompaña en la soledad, nos divierte a ratos, nos acoge... en fin, la que nos hace sentirnos importantes para otras personas. Pero eso no quiere decir que no escribamos. Si juntáramos todas y cada una de las líneas virtuales que emitimos cada día, probablemente envolveríamos el planeta unas cuantas veces. No sé si esta modalidad posee el mismo tono, trascendencia y peculiaridad que las cartas que viajan en sobre, porque aún hoy nos sobresalta o alegra recibir una de éstas, cosa que con el correo electrónico he notado que no pasa igual.

Ahora bien, me temo que, con el transcurso del tiempo, resultará mucho más difícil recopilar la correspondencia de nadie. Ahora escribimos en el aire, como los funambulistas, pero "con red".

http://www.lascartasdeperezgaldos.es/

13 de mayo de 2010

Deus ex machina

¡Menos mal que no somos Grecia! Por un momento creí que aquí tampoco dábamos pie con bola, que venían malos tiempos para quienes cobran algo de la Administración, que nos iban a subir los impuestos, que vendrían recortes de gasto público, que la gente se empobrecería en proporciones no recordadas en casi un siglo (estamos a tiro de diecinueve años para el centenario de la Gran Depresión y dicen que la de ahora es peor...) En fin, futuro negro el que yo, desde mi ignorancia supina, pensé que se cernía sobre nuestras cabezas. Pero menos mal que aquí no iba a pasar nada de esto, sino que "viento en popa, a toda vela", continuaríamos liderando el acontecimiento planetario. Menos mal, ya digo. ¡Qué peso se me quita de encima! Debe de haber sido un sueño ver y oír a un Presidente de Gobierno expeliendo en el Congreso disposiciones gemelas a las que, semanas atrás, llovieron sobre los helenos.

Aquí no ha pasado nada. Tonta de mí, no me fié de cuando esa misma persona, hasta hace unos días, proclamaba a los cuatro vientos que aquí no iba a ocurrir lo de Grecia y que no se iban a adoptar los mismos recortes.... ¡Ay, qué cabeza la mía y qué mal talante tengo! Mira que desear el regreso de todas las tropas que España ha diseminado por el orbe, en guerras y ocupaciones que ni nos van ni nos vienen, si seguro que con eso no se ahorra nada. Mira que pedir, a estas alturas, la intervención de los grandes capitales (algunos protegidos por esas s.i.c.a.v. tan modernas y avanzadas) ¿Dónde voy yo aspirando a que desaparezcan esos altos cargos y gastos caprichosos, que se multiplican hasta por tres entre las diversas Administraciones de nuestro país? ¡Menos mal que ya me he enterado bien de todo! Lo que ha sucedido es que, al final de la tragedia, alguna deidad ha bajado en su grúa y, entre versos de dramático lirismo, el héroe ha reconocido su error. Esa misma deidad ha convertido al superhombre en remedio contra el mal (para los griegos clásicos, pharmakon) y, habiendo aprendido la enseñanza moral que le transmite la divinidad, nos la muestra a la plebe: ¡Pueblo, la Unión Europea y Obama (perdón, los dioses) me han hablado y yo os digo....!

Y llegado este punto, a mí sí me gustaría ser como Grecia, porque sus maestros, policías, carteros, conductores, pensionistas, etc. se rebelaron contra dioses tan falsos como las monedas que nos unen, incluso sabiendo que todas las tragedias acaban como acaban.

3 de mayo de 2010

Alan Bennett y las flores del Corán


Hacia el final de la obra teatral "Los chicos de Historia", Bennett pone en boca del protagonista Héctor unas palabras que impulsan a dar a la gente aquello que nos ha sido entregado. Estando escrita en un contexto académico, la cita se refiere a los conocimientos. Literalmente, este profesor (encarnado en Josep María Pou) les pide a sus alumnos que "pasen el testigo", que para mí es algo así como "vaciaros, lo que sabéis no os pertenece del todo, debéis compartirlo".

Esta idea nos conecta con la generosidad, hermosa palabra de la que todos hablan, pero que no siempre practican. ¿Quién es generoso? Probablemente el que se mueve por fines distintos a los meramente materiales, procurando el favor o bienestar ajeno por delante del propio. La raíz "gen" me evoca  generalidad, genealogía, gentes... y, por tanto, se me antoja cualidad exclusivamente humana. Por eso me gusta, porque está alcance de todos con democrática simplicidad. No es cosa de titanes o superhéroes, sino de imperfectas personas. En principio, todos podemos ser generosos, moralmente comprometidos con los demás.

En otra obra, cuya segunda parte de su título da nombre a este post, el viejo Ibrahim le da al joven Mo más de lo que éste se hubiera figurado nunca: "le pasa el testigo" hasta el punto de convertirse, tras la muerte de aquél, en el árabe del barrio (hay que decir, para quienes no han visto ni la representación teatral ni la película, que Mo es francés y, además, judío) 

Por si esto fuera poco, en un momento, Ibrahim le dice a su discípulo que "las cosas que das te pertenecen para siempre y las que te quedas, las desperdicias". Y yo pregunto: ¿hay alguien ahí dispuesto a seguir desperdiciando?

Nota: He elegido una imagen de derviches giróvagos no solamente porque Ibrahim fuera sufí, sino porque estos danzantes recogen con una mano la idea mística de lo supremo y con la otra la depositan en la tierra de los hombres, es decir, "nos pasan el testigo".

30 de abril de 2010

La prescripción o el deber de perdonar






En el llamado Siglo de las Luces, Cesare Beccaria nos alumbró con un tratado sobre delitos y penas, texto al que aún hoy se remiten las voces doctas del Derecho y que todo buen jurista conoce. Es mérito de nuestro filósofo haber sentado las bases de la reforma del sistema penal europeo (también llamado "del Antiguo Régimen"), hasta entonces caracterizado por su extremada crueldad y arbitrariedad.

Beccaria sostiene que, cuanto más pronta y más cercana al delito cometido sea la pena, ésta será mas justa y más útil. Lo primero, porque al reo no se le puede mantener indefinidamente en la incertidumbre, lo que sería equiparable a lo que hoy conocemos por tortura (el tratadista habla de "tormentos" y yo propongo acordarnos de Guantánamo para comprender esto) Y será más útil porque, cuanto menor sea el periodo de tiempo transcurrido entre el delito y la pena, tanto más fuerte y legítima es la asociación de tales conceptos y, por tanto, de que a toda pena es consecuencia de un delito.

También explica que, una vez conocidas las pruebas del delito, es necesario concederle al  reo un tiempo y la posibilidad de justificar su acción (lo que hoy equivaldría a la fase de instrucción), subrayando que ese tiempo debe ser breve, de modo que no perjudique a la prontitud de la pena y, por supuesto, introduce la idea de la prescripción de los delitos y de las penas, diferenciando entre los más graves y los más leves.

Parece, pues, que es consustancial a la razón dotar al tiempo de efectos curativos, en el sentido de considerar contrario a la naturaleza humana tener a alguien bajo sospecha toda su vida. Todas las religiones y buena parte de las corrientes filosóficas han sabido de esto y han elevado las ideas de clemencia, misericordia y absolución a la categoría de valores indiscutibles. Pero es que, además, dicen médicos y psicólogos que resulta beneficioso para la mente humana perdonar lo que nos hacen, no anclarse en un sufrimiento que muchas veces conlleva un desmesurado deseo de venganza, lo que agrava la amargura y el desconsuelo.

Por eso es necesario que el paso del tiempo siga siendo instrumento de perdón. Una sociedad que no dispensa, ni borra, ni olvida, no se alivia de sus propias rémoras, no se libera de viejas ataduras y no avanza, por más que lo pretendan disfrazar.

Y para finalizar, algo que dice Beccaria en el capítulo XII del tratado que aquí comento: Un cuerpo político, muy lejos de obrar por pasión, es el moderador tranquilo de las pasiones de cada uno. Al buen entendedor....

29 de abril de 2010

Creadores

Parece que en la naturaleza de las personas habita el deseo de crear vida a partir de elementos inanimados, pues son tantos los mitos y leyendas basados en esto, que se diría fuese nuestra máxima aspiración. La materia más extendida para llevar a cabo ese momento creativo suele ser el barro: desde que Dios lo utilizó para que naciera Adán, en cualquier latitud surge alguien que convierte un trozo de arcilla en un ser más o menos autónomo y, desde luego, siempre imperfecto. Ahí está el Golem de Praga, sin ir más lejos...

Otro tanto cabe decir de Frankenstein. En este caso, la criatura procede indirectamente de la tierra, pues ya sabemos que su cuerpo lo componen fragmentos muertos de seres humanos. Mas la idea es la misma: insuflar vida donde antes no la había y con un fin que trasciende la propia naturaleza de su hacedor. Se diría que éste busca perfeccionar algo, progresar, emular a los dioses, doblegar la naturaleza, o simplemente valerse de algo capaz de llevar a cabo lo que él no puede o no se atreve. Lástima que, en todos los casos que conozco, los creadores no contaron con la capacidad que tenían sus hijos de rebelarse y, por tanto, no previeron las consecuencias de su inspiración.

28 de abril de 2010

Dejar huella


Hace algo más de un año, leí en la prensa que un monje tibetano, tras años y años de orar en la misma posición, había dejado las huellas de sus pies impresas en el suelo. Se decía que rezaba unas mil veces diarias y que, siendo más joven, lo hacía hasta tres mil. Me imagino que el cálculo es aproximado, pero desde luego hace honor a la constancia del religioso y a la fe que tiene en cuanto hace.

No sé si en el monasterio dejarán esas huellas para siempre, como una especie de reliquia. Pero lo que está claro es que, aparte de la madera, nuestro monje habrá dejado su impronta en los corazones de cuantos hayan compartido su vida de retiro y oración. Y quizá sea esa la huella más importante e indeleble: el recuerdo que de cada cual puedan tener los otros y el influjo que podamos ejercer en los más próximos. Por eso es importante concentrarse en cuanto hacemos, como este budista, que no ha dejado al azar ni la posición de sus dedos.

26 de abril de 2010

Andar andenes



Hasta en los andenes vacíos suceden cosas. El tiempo no se detiene, los pensamientos bullen y la calma aquí no es sinónimo de paralización. Un cartel nos enseña su risa, pone voz a nuestros pensamientos y hasta discutimos con él la oportunidad o no de cuanto anuncia. Los raíles se aproximan entre sí, se cruzan y separan millones de veces en peculiar Moebius... Tan sólo se interrumpe el lazo cuando un convoy se detiene. Las puertas se abren. Nadie sube. Bajan dos mudas charlando.




25 de abril de 2010

Caos

Como en el mito de la caverna, de vez en cuando hay alguien que se desata las ligaduras y sale al exterior. Cuando regresa para describir a los otros cautivos qué ha visto fuera, los demás no creen lo que dice, porque es más fácil seguir acomodados en el pensamiento mayoritario, dormitar viendo las imágenes que nuestros ojos miran sin sobresalto, que nuestro cerebro clasifica rápidamente y que nuestro corazón no se esfuerza en comprender.

Paremos, paremos y reflexionemos sobre lo que ocurre últimamente en nuestro país: otra vez los unos contra los otros, tirios y troyanos, montescos y capuletos, buenos y malos..., esas dos Españas machadianas llenas de ira y revancha, incapaces de perdonar y, por tanto, inservibles. ¿Hasta cuándo? ¿Veremos alguna vez un cambio verdadero? ¿Cómo hemos honrado hasta ahora a los muertos y represaliados? ¿Los estamos dignificando o, por el contrario, resucitamos su estigmatización?

Paremos, paremos de una vez y levantemos el velo que cubre esta farsa: pensemos en quiénes se benefician de tanto dolor y cuáles son sus intereses. Son los mismos personajes que, desde hace tiempo, están empeñados en subvertir el orden de las cosas, legislando a golpe de martillo, abocando al Derecho Penal a las cloacas, impostando su pretendida defensa de los derechos y libertades fundamentales, haciendo pasar por avanzado lo que en realidad es una nueva cara del totalitarismo.

Paremos, paremos y comprendamos que es muy peligroso jugar con la seguridad jurídica, cambiar las normas a nuestro analfabeto capricho electoral y con pretendida retroactividad.

Y a quienes, en la platónica caverna, jalean todo esto, sepan que están contribuyendo a que un día no se salven ni ellos mismos, como amargamente cantaba el personaje de Brecht.

Abril en Portugal...

... O capitanes intrépidos.