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8 de mayo de 2023

Palabras, pensamientos y acciones o los fuelles de la historia

 


Luis Rojas Marcos suele decir que es bueno hablar consigo mismo porque, lejos de cuanto algunos sostenían hace tiempo, hablar solos no es sinónimo de locura, sino que puede librarnos de ella. Si bien casi todos reconocemos haber hablado con nuestro yo invisible durante la infancia, son pocos los que dicen hacerlo a la edad adulta y, sinceramente, reflexionando de cara a escribir esto, por un instante pensé que esta servidora no hablaba sola, salvo algunas regañinas que de vez en cuando me dedico. Ahora bien, ¿qué entendemos por hablar solos? Si lo circunscribimos a una especie de mesa redonda o tertulia con nosotros desdoblados, va a ser difícil llevarlo a cabo, pero si en esa ecuación tiene cabida lo que pensamos, lo que escribimos, lo que bailamos cuando estamos a solas o los gestos que hacemos frente al espejo, entonces resulta que, yo al menos, no paro de parlotear con mi entidad personal. 


Quizá la comunicación sea de aquellas cosas que nos mantienen cuerdos. Si no tenemos interlocutores físicos, nuestra voz interior se proyecta hacia el infinito y entra en diálogo con la mente que la alberga, rebotando a veces en animales, plantas u objetos, con quienes somos capaces de mantener charlas circulares,. Ríanse si quieren, pero yo he llegado a saber que un cuadro me pedía un cambio de lugar y muchas noches, cuando apago la cocina, el exuberante pothos que vive en ella me da un beso lanzándome el agüilla de sus hojas. Estoy segura de que muchos de ustedes, al oír esto, pensarán que he perdido el oremus y encontrarán más de una respuesta lógica o bienpensada a estas cosas. No importa; son libres de seguir creyendo en la dicotomía entre cuerpo y espíritu, día y noche, ciencia y religión. Yo lo respeto. 


Con apenas diez años vi la película “El niño salvaje”, de François Truffaut, que me provocó una tremenda fascinación por la historia que contaba y sembró para siempre mi curiosidad por las vías a través de las cuales somos capaces de aprender. Soy de un tiempo en el que aún circulaba la frase “la letra con sangre entra”, aunque ni en el colegio ni en la familia me dedicaron castigos físicos o humillaciones si fallaba en algo; es justo reconocerlo. Ese refrán, junto al de “quien bien te quiere te hará llorar”, me permití arrumbarlos en el foso de las mentiras, donde todavía siguen.


Esas letras que entraron en mí sin sufrimiento alguno me acompañan desde que tengo memoria. Nebrija escribió en su ‘Gramática’ que “entre todas las cosas que por experiencia los ombres hallaron o por revelación divina nos fueron demostradas para polir e adornar la vida umana, ninguna otra fue tan necessaria ni que mayores provechos nos acarreasse que la invención de las letras”. Me pregunto cómo serían los primeros humanos a quienes se les ocurrió trasladar a grafemas conceptos concretos y abstractos. Tampoco sé si eso surgió como pasatiempo o fue buscado por necesidad, pero con ello facilitaron la transmisión del conocimiento y estoy segura de que, sin letras, el mundo sería mucho peor.


Los romanos escribían y leían en casi todas las clases sociales, sin distinción de sexos.  La Alta Edad Media supuso un retroceso en este punto, recluyéndose las letras en el clero y otros estamentos. La historia de la humanidad es un fuelle que a veces se hincha para absorber aire y otras lo expulsa para avivar el fuego; si vivimos en fase de expulsión, es probable que coincidamos con una etapa de prosperidad en el más amplio sentido de la palabra; pero si nos toca lo otro, el pensamiento se sumirá en una larga noche. En la actualidad, creo que estamos sin fuelle, pues ni absorbe suficiente aire ni lo expulsa como debe. Seguramente será una etapa de transición, como cuando cayó el Imperio romano o desapareció el austrohúngaro. 


Con la llegada de la primavera, la sección cinéfila de mis compañeros de piso está programando un cinefórum diseñado a partir de las ideas contenidas en las páginas número 3 de un centenar de libros elegidos al azar. Para San Isidro pondrán “El vientre del arquitecto” y al coloquio han invitado al mismísimo Marco Vitruvio Polión, que llegó a los Madriles el pasado día 2, en medio de un rifirrafe protocolario que animó y sonrojó a la Puerta del Sol, que vivió algo así como una carga de los mamelucos, pero en cañí. 


Desde su llegada, Vitruvio pasa revista a cada una de las obras que siembran nuestra ciudad, incluidos los arreglos de fachadas. No podemos negar que es un profesional como la copa de un pino, pues cualquier otro, a su edad y siendo la primera vez que sale de la Península Itálica, estaría abanicándose en una hamaca. Sin embargo, él prefiere tomar el pulso arquitectónico a la ciudad y debo decir que lo encuentro más rejuvenecido que en las representaciones que existen de él en museos y palacios.  


A todo esto, los del cinefórum han convencido a Zoroastro para que haga de proyector y andan entretenidos haciendo pruebas. Por la noche los oigo quejarse de que, cuando nuestro Zaratustra se desdobla, las imágenes aparecen con rayas doradas y el sonido, en lugar de ser los diálogos de los personajes, son los pensamientos del persa. En este caldo de cultivo, Clara Campoamor y María Estuardo han abierto una casa de apuestas con el temita de a quién le va a tocar sustituir a Zoroastro. De momento por quien más pujan es por Vladimir Lenin, a quien no le hace gracia alguna permanecer flotando durante casi dos horas y permitir que de sus ojos salgan rayos con imágenes de alto contenido burgués.  Por eso ha dicho que tiene una cita importante en la estrella Canopo, aunque todos sabemos que eso no es cierto. Yo, para tranquilizarlo, le digo que acabarán dando con la fórmula para que todo salga perfecto con Zoroastro, pues a este le hace mucha ilusión proyectar la película y no sé si estaría dispuesto a que lo sustituyeran. 


Mientras estas cosas pasan, en el mundo ordinario cada vez se confunde más lo real con lo imaginario, no solo porque raro es el día que no surge una noticia acerca de la inteligencia artificial y sus hipotéticos peligros para la especie humana, sino porque suceden cosas como la coronación de Carlos III, cuya ceremonia me parece haberla visto en algunos libros de Lewis Carroll, o porque la esposa del presidente Petro me parece desobediente al discurso anticapitalista y antiimperialista de su marido, porque alterna con la reina de España tan pichi. 


Mientras ordeno unas carpetas, una corriente de aire me anuncia que Vitruvio me  observa en silencio. 

— ¿Qué tal está, Marco? Verá que esta casa es muy entretenida, si bien es cierto que no abundan personajes de su época — me atrevo a decirle. 

— La vida es igual en todas épocas. Las mismas pasiones, los mismos sentimientos… Cambia el envoltorio. Hablando de envoltorio, la arquitectura es una imitación de la naturaleza. De igual manera que los pájaros y las abejas construyen sus nidos y panales, los seres humanos edifican. Mis antepasados los griegos inventaron los órdenes arquitectónicos dando un sentido de la proporción en búsqueda constante de la chispa primigenia o de la geometría sagrada. Todo en la naturaleza participa de las mismas secuencias aritméticas y los números que las encarnan terminan fundiéndose en el uno. 

— Para mí el uno es el comienzo de algo, el loco del tarot, un arquetipo — intervengo.

— A esa unidad se llega por la conjunción del círculo y el cuadrado, que son los patrones geométricos que fundamentan el orden cósmico. Por tanto, domina Quintana, si aspira a transitar libre por este mundo y el que la espera, dibuje con su mente un cuadrado y un círculo y métase dentro. Un tal Da Vinci me lo copió; puede inspirarse en él. Eso será su isla, su zona en comunión con lo que a usted más le guste. 

— A mí me gusta el polvo de las estrellas — me apresuro a decirle.

— Pues polvo de estrella será porque todo cuanto existe, visible o invisible, forman las plantillas fundamentales para la vida en el universo.


Y yo, que soy obediente, me guarecí en el espacio que forman el círculo y el cuadrado de mi imaginación. Llegué a una isla;  en la de enfrente estaba Guilligan con el resto de náufragos. Y en mi ínsula comencé a danzar como los giróvagos y a hablar conmigo misma, desdoblada como Zoroastro. 


Por lo demás, desde la última vez que me dirigí a ustedes, la NASA nos ha deleitado estos días con imágenes de un agujero negro esparciendo un chorro de energía, cual fuelle de los que antes referí. Asimismo, se confirma que hay agua surcando las profundidades del globo terráqueo, la guerra sigue, los políticos también… ¿Y nosotros, cuándo expulsaremos el aire de nuestro fuelle? Mientras esto llega, les deseo que los pensamientos, palabras y acciones sean buenas, porque así hablaba Zaratustra. 


NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 7 de mayo de 2023.
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. “La cuna” (c. 1949). José Horna diseñó y ensambló la pieza (madera tallada, red, cordón y argollas de metal) y Leonora Carrington la pintó al óleo. En el detalle que aparece en esta aquí, la artista muestra a Zoroastro dialogando con otras especies. Exposición “Leonora Carrington. Revelación”, Fundación Mapfre, Madrid, 24 de febrero de 2023.  
  • Música para acompañar: Tema principal de la serie “La isla de Guilligan, compuesta por Morton Stevens.

8 de marzo de 2023

Ocho de marzo

 


En Karlovy Vary sigue en pie la única estatua que recuerda que la antigua Checoslovaquia fue un país satélite de la Unión Soviética. Demolidas por su propia ley de memoria democrática aquellas imágenes que ensalzaban a los padres del socialismo y el comunismo, en esa apacible ciudad balnearia permanece la efigie de Carlos Marx. Se encuentra ubicada en un hermoso parque, junto al consulado ruso. Cuentan que la han respetado para homenajear su faceta de filósofo y economista, a la vez que supone un reconocimiento por haber sido uno de sus visitantes más ilustres, pues allí acudió varias veces a tomar aguas termales y, entre traguito y traguito del líquido elemento, redactó El Capital. 


Como es bien sabido, tuvo siete hijos reconocidos, seis con su mujer y otro con una criada a la que solo quiso para limpiar, encender la lumbre o hacer los guisos. Tampoco es desconocida su faceta conservadora y puritana que le llevó a prohibir la entrada en su casa a la mujer de Federico Engels, porque no estaban casados. 


Por su parte, Fidel Castro alardeó en vida de haber tenido unas 35.000 amantes. Millar arriba, millar abajo, lo cierto es que existen numerosos testimonios de mujeres afirmando haber pasado por el tálamo del barbudo de Sierra Maestra,  no siempre de manera voluntaria. En fin, igual que su compañero el Che u otros revolucionarios y libertadores, sean de izquierdas o de derechas, de los cinco continentes. 


Elena Poniatowska ha escrito mucho sobre las adelitas y soldaderas, esas mujeres que participaron en la revolución mexicana aunque los libros en los que hemos estudiado solo enmarcan los rostros de Pancho Villa o Emiliano Zapata, a pesar de que ellas desempeñaron un importante papel luchando, financiando y alimentando a los ejércitos, haciendo de espías, de enfermeras y de lo que se terciara durante la guerra.


Vivimos unos tiempos donde, a fuerza de simplificar, vemos solo la paja en el ojo ajeno y cierta opinión pública tiende a asociar la emancipación e igualdad de la mujer con las huestes llamadas progresistas, lo que en sí mismo no es del todo cierto. Lidia Falcón fundó el Partido Feminista de España a finales de los años setenta y en 2020 esta formación fue expulsada de Izquierda Unida por estar en desacuerdo con la llamada ‘ley trans’ que preparaba el gobierno. No comparto la opinión de la Sra. Falcón, pero tampoco soporto que se castigue la libertad de pensamiento y de expresión. Y eso fue lo que sucedió, según mi parecer. Por cierto, mi corazón está con las Alicias, Dianas, Pepas o Manolis que acuden al Registro Civil sin necesidad de dar explicaciones.  


— Toc, toc, toc — Golpean el armario y tras la puerta atisbo a Leonora Carrington con una joven. 

— Le presento a mi tocaya Eleanor Marx, que anda buscando a su padre por toda la galaxia. ¿Sabe usted si está aquí? 

— La tertulia de los filósofos es a las ocho, en la cocina; pero la de los economistas   no se hace hasta el mes que viene, porque andan de excursión por Bruselas. Ahora bien, su señor padre también frecuenta la de políticos y estadistas. Esos no tienen fecha ni hora fija, pues últimamente andan muy ajetreados con las entrevistas que les hace Diderot para la Nueva Enciclopedia. Pero tome asiento, por favor, que voy a echar un vistazo.  


Eleanor ha tenido la gentileza de hacerse visible ante mí con el rostro de Romola Garai, la actriz que encarnó su vida hace poco en el cine, lo que contribuye a hablarnos con familiaridad. Abre un bolsillo de su vestido y saca de él un ejemplar de Madame Bovary en inglés, la obra que tradujo ella. 


— Suelo viajar con este libro, porque de toda mi obra intelectual creo que es la que más huella ha dejado. 


La encuentro un poco triste y me aclara que muchos suicidas arrastran la melancolía eternamente. Mientras la Carrington nos lee el tarot, me va desgranando los pasajes más importantes de su vida terrenal. Fue una mujer fuerte que, según me dice, aguantó las infidelidades de su pareja en la creencia de que los revolucionarios no podían ser sentimentales ni celosos, esas flaquezas burguesas. Sus ideas la llevaron muy pronto a militar en organizaciones socialistas, ayudando a refugiados de la Comuna de París o interesándose por la cuestión irlandesa. Escritora, editora, pensadora, activista sindical y política, entre ella y El Capitán, como llama afectuosamente a Engels, ordenaron y clasificaron los escritos de Carlos Marx tras la muerte de este, para preservar su legado. También me habla de Helene Demuth, la doméstica cuyo hijo fue el secreto a voces de la familia.  


— A pesar de que El Capitán quiso darle su apellido, para proteger el matrimonio de mis padres, finalmente fue adoptado por una familia obrera de Londres. Eso sí, siempre tuvimos contacto y fuimos muy amigos. 


Sus manos se vuelven azuladas cada vez que las mueve, tal vez por el veneno que tomó para morir. Eligió esa salida cuando descubrió que su vida sentimental era una farsa al servicio de su compañero. Desarmada por los acontecimientos, enfrentada a sus propias ideas de libertad, cargó con una culpa que no era suya e hizo mutis. 


— Me vine abajo al verme apresada por aquellas cosas contra las que estaba luchando en la calle, en las asambleas, en las instituciones. Aborrecí la doble vida que llevaba mi pareja, lo sucio que jugó conmigo casándose a escondidas con otra.  De repente me dieron asco mis años junto a él, pero también me avergoncé de ser tan frágil ante el amor y pensé que el destino me trataba como mi padre había tratado a Helene. Por eso busco a mi progenitor; tememos que hablar largamente, pero me rehúye.  


Una duda me asalta mientras me habla y me pregunto cómo se han conocido Eleanor Marx y Leonora Carrington y esta, que es una verdadera maga, capaz de leer el pensamiento antes de que se forme en mis entrañas, me informa de que en los Pirineos, cerca del Baztán, hay un camino oculto a las personas vivas por el que transitan y se reúnen las almas de las mujeres indómitas, aquellas cuya patria es la libertad de pensamiento, lejos de etiquetas y clasificaciones, las que se ríen y cantan porque sí. 


Dedicado a las niñas iraníes en envenenadas por ir a la escuela.  Ellas también son protagonistas del 8M. 



NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 5 de marzo de 2023 y que puede escucharse aquí: https://www.ivoox.com/ellas-locas-un-homenaje-a-mujeres-atrevidas-audios-mp3_rf_104198797_1.html
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. Metro de Madrid, 19 de febrero de 2023.  
  • Música para acompañar: “Dancing in the Dark”, versión de Downtown Boys, sobre el tema de Bruce Springsteen, para la banda sonora de la película “Miss Marx”. 

7 de febrero de 2023

Animal es quien tiene alma

 



Los cuernos de los rinocerontes se encogen. Y no es comer pasto en mal estado o por falta de calcio, sino porque la caza desmedida de estos animales desde principios del siglo XX, para hacerse con sus preciados apéndices, conlleva una presión ecológica en la especie, que ya está modificando su cuerpo. Investigadores de la Universidad de Cambridge han informado de este asunto, tras observar que los cuernos de rinoceronte han disminuido en tamaño década tras década desde hace cien años aproximadamente y apuntan que es una manera de evolución forzada que la especie está tomando para protegerse a sí misma. 


Por su parte, los cangrejos ermitaños demuestran unas dotes para la compra inmobiliaria muy superiores a las de algunos humanos. Como tienen que elegir bien la concha que van a habitar, que la puedan transportar todo el rato encima y, a la par, los proteja de corrientes marinas, depredadores, desecaciones si son cangrejos terrestres, etc. no adquieren lo primero que se encuentran o se tiran a una oferta sin más, no. Deben elegir la mejor casa posible, lo que les ha proporcionado unas capacidades cognitivas bastante apreciables. Por ejemplo, cuando estos animales encuentran una caracola interesante, lo primero que hacen es evaluarla con la vista, informándose de qué tipo es, su tamaño y color, que para eso los ermitaños son muy cuidadosos. Si al cangrejo le gusta lo que ve, se aproxima para hacer un mejor análisis. Con las patas explora su posible guarida por todos lados y la mide usando sus pinzas a modo de regla o compás.


Por si esto fuera poco, antes de mudarse a su nuevo hotel, lo limpian bien, dándole a la caracola todas las vueltas que sean necesarias hasta que salga la arena que pueda haber en el interior. Pero no crean que esas vueltas las dan a tontas y a locas, no. La tarea doméstica la desempeñan con metodología punta: si la caracola está boca arriba, las hacen girar en el sentido de las agujas del reloj, pues si las girasen en el otro sentido, la arena se iría al fondo de la espiral.


Como una de las tareas fundamentales de los científicos es ponerlo todo en duda, no hace mucho que decidieron chinchar un poco a estos animales tan simpáticos.  Para ello buscaron conchas cuya helicoide girara en sentido contrario (no hacia la derecha, como casi todas, sino hacia la izquierda). No tuvieron mas remedio que reconocer que los cangrejos ermitaños son inteligentes, porque les daban vueltas

en el sentido contrario a las agujas del reloj, sacando así la arena con éxito. 


Pero ahí no para la cosa, una vez impoluto el cascarón, nuestro cangrejo decide si el cambio merece la pena; es posible que, una vez dentro, no termine de convencerlos y regresen a su anterior domicilio. Y llegado a este punto, los investigadores han descubierto que los ermitaño poseen una buena memoria, pues recuerdan las conchas que ya han habitado o inspeccionado anteriormente, dado que pasan menos tiempo analizándolas en comparación con las nuevas.


Como casi todos saben, la palabra animal procede del latín animal-animalis, es decir, el ser dotado de soplo vital o respiración. Las civilizaciones antiguas (desde la griega a la hitita, pasando por la nipona) asociaban ese hálito vital al alma que dota de movimiento al cuerpo; de ahí que seamos seres animados.


Ser animal es algo que nos caracteriza a las personas, por lo que no comprendo cómo algunos de mis congéneres usan el maravilloso vocablo “animalista” para despreciar a quienes abogamos por los derechos de los animales. 


A principios de los años noventa subscribí una petición al Parlamento Europeo  para que se reconocieran legalmente diversos derechos a los grandes primates, esos primos casi hermanos nuestros. Era la primera vez que ‘algunos utópicos’ (así nos llamaban medios de comunicación de todo el espectro ideológico) hacíamos algo parecido. Gracias a este pequeño paso, poco a poco las legislaciones han ido incorporando normas de defensa de los animales, mayormente centradas en lo que algunos llaman mascotas y así, por ejemplo, en España ya es posible tener en cuenta a los hijos o hermanos de otra especie en caso de ruptura, separación o divorcio. 


Hace poco que hemos celebrado san Antón, como cada año. Es un gozo ver a perros, gatos, loros, tortugas, ovejas, peces, etc. asistir a misa o recibir en la calle una bendición bien merecida, pues los animales no solo hacen compañía, sino que enseñan a vivir.


— Ya tenia yo ganas de venir por aquí. 

Se me aparece a horcajadas en el sillón un señor con pinta de cuadro de Goya, a juzgar por su casaca y sus pantalones. 

— Me llamo Félix de Azara y estoy en su morada por invitación expresa del rey Carlos IV. 

— ¿Carlos IV? Aparte de Sissi y que yo sepa, en mi casa no se ha manifestado ningún espectro de la realeza. Pero la emperatriz de Austria lleva conmigo muchísimos años, desde que nos encontramos en Villaricos comprando tomates y nos tratamos como amigas. 

— El rey no ha venido nunca, pero me ha indicado que tiene usted aquí alojado a un buen número de personalidades y estoy buscando a un tal Darwin. 

— El tal Darwin desayuna y cena de lunes a viernes, porque anda ahora muy atareado midiendo las huevas de los centollos. Algunos domingos expone en el salón sus descubrimientos a otros colegas naturalistas.  

— Perfecto. Me alojaré aquí, pues ardo en deseos de hablar con él. 


Pronto se arremolinaron junto al nuevo huésped otros fantasmitas curiosos, incluidos Benito, mi querido hámster, lo que fue aprovechado por Voltaire para deshacerse elegantemente del acoso al que le somete una Mata-Hari más desbocada que de costumbre.


Mientras llega Darwin, Carolina Coronado obsequia al nuevo con uno de sus poemas, que es la forma indirecta de pedirme que le ofrezca algo de beber o comer a tan apuesto caballero. Pero resulta que don Félix pertenece a una clase de espíritus que se toman muy en serio su naturaleza etérea y se jactan de haber superado los deseos y necesidades mortales. 


Terminados los juegos florales, nos enteramos que este brigadier de la Armada no fue un militar cualquiera, sino que, aprovechando su estancia de veintiún años en Sudamérica, realizó el primer estudio de la flora y de la fauna de lo que hoy lamamos Paraguay y Uruguay. Sus trabajos científicos los publicaría a principios del siglo XIX en Madrid y París. En ellos corrigió las clasificaciones naturalistas del conde de  Buffon y se adelantó en medio siglo a las observaciones que llevaron a Darwin a elaborar su teorías sobre el origen de las especies.


— Quiero por tanto, abrazar a mi colega inglés y ponerme a su disposición para colaborar en cuanto sea menester. No he venido en son de reivindicación, sino de paz. 


Hermosas palabras que me sirven para recordarles a mis afectuosas apariciones que acabamos de celebrar juntos el Día Europeo de la Mediación y agradecerles que se hayan acercado a rendir homenaje al gigante guipuzcoano, que en vida fue cosificado como todavía algunos cosifican a los animales. Sus intervenciones en el cinefórum de conflictos salieron por mi boca. 


Por lo demás, en mi país siguen sin rectificar ni dimitir quienes deberían. Y mientras tanto, no puedo ni llamarles animales, porque no estoy muy segura de que tengan alma. 



NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 22 de enero de 2023 y que puede escucharse aquí: https://www.ivoox.com/ermitanos-metaversos-barqueros-no-van-a-audios-mp3_rf_102718715_1.html
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. Quinta de la Fuente del Berro. Madrid, 17 de septiembre de 2021. 
  • Música para acompañar: “El hombre puso nombre a los animales”, versión de Javier Krahe, Joaquin Sabina, Alberto Perez y Antonio Sánchez sobre la celebérrima “Man Gave Names to All the Animals”, de Bob Dylan. 

7 de diciembre de 2022

Arquímedes sin teorema

 


Sabida es mi afición por el reino mineral, por aquello que aparentemente no tiene vida, pero en realidad posee todas las coordenadas vitales de cuantos planetas, estrellas y satélites habitan el cielo. Mientras que el vegetal y el animal están sometidos a un plazo, el otro alberga la eternidad, como esas piedras con que los judíos agasajan las tumbas de sus allegados y testimonian, de paso, la fortaleza de su recuerdo.


¿Qué es el paso del tiempo? En mi casa, con los etéreos inquilinos que me visitan, evidentemente nada, una mera convención para pasar el rato contando años, meses o minutos. Esto mismo ocurre en dos islas del Pacífico, las Diomedes, también conocidas como “Isla de Mañana” e “Isla de Ayer”. A solo tres millas de distancia,  entre ambas hay casi un día de diferencia, pues se hallan emplazadas en el Estrecho de Bering, entre Alaska y Siberia, a ambos lados de la línea internacional de cambio de fecha que atraviesa el océano y que marca el límite entre una jornada y la siguiente. En invierno se forma una plataforma de hielo entre ambas y sus habitantes pueden transitar de una a otra, aunque es ilegal, porque se trata de países distintos en continentes diferentes y con relaciones políticas no tan amistosas. ¿Pero quién se resiste a jugar con el tiempo? Caminas una corta distancia y ¡zas! viajas 21 horas adelante o atrás. 


Por eso, cuando hablamos de memoria, debemos precisar muy bien a qué nos referimos, no vaya a ser que algunos recuerdos sean en realidad anticipos del mañana, anuncios del ayer o quimeras del presente. La idea aristotélica de eternidad, es decir, lo que perdura siempre, contradice el nihilismo que se ha apoderado de nuestra época, ese cinismo con que muchos hombres y mujeres dirigentes mienten con descaro y a sabiendas de que la remembranza de los ciudadanos cada vez se debilita más a costa del empacho de redes sociales y periódicos digitales. A propósito de esto, algunos científicos vaticinan que el ser humano será, dentro de cien años, encorvado y con las manos en forma de garra, precisamente por el abuso de teléfonos móviles para cualquier cosa excepto llamar. Desde antiguo sabemos que, en la evolución de nuestra especie, mano y cerebro van unidos, siendo aquella una prolongación de este. Las áreas motoras y sensoriales de la mano ocupan una extensa superficie en la corteza cerebral, siendo capaces nuestros dedos y palmas de hacer muchísimas más cosas que cuando vivíamos en los árboles. Si se retrotraen nuestras extremidades a una garra, ¿estaremos involucionando? Y peor aún, ¿cómo influirá eso en nuestros cerebros? ¿Seremos capaces de analizar y razonar sobre cuestiones y cosas más allá de las pantallas? 


Una revista especializada ha difundido un trabajo según el cual, antes de nuestro universo, antes del Big Bang, existía un antiuniverso. Unos profesores del Instituto de Física Teórica de Canadá proponen que en ese antiuniverso el tiempo corre en dirección opuesta y la antimateria es la que gobierna. Sería como cuando vemos algo reflejado en un espejo: al levantar el brazo derecho, nuestra imagen proyecta su izquierdo. ¿Qué les parecería a ustedes que quedáramos allí un día? Debe de ser mucho más emocionante que el metaverso. 


De lo que no cabe duda es de que la ciencia no es implacable ni exacta o, si no, que se lo digan a la almeja Cymatioa cooki, que se creía extinguida hace 40.000 años y resulta que vive tranquilamente frente a la costa de California. Fue descubierta de manera accidental por un ecólogo marino que buscaba babosas para sus estudios; se dio de frente con la concha de un bivalvo blanco desconocido salvo en su modalidad fósil. Tras los análisis oportunos y múltiples viajes a la localización del hallazgo para verificar si existía una colonia de esos moluscos, se ha concluido que, en efecto, la simpática almeja ha resucitado para la ciencia. El cooki de su nombre se debe a Edna Cook, que fue una famosa coleccionista de conchas y caracolas. 


Otro tipo de universo es el de los dibujos animados, construido por las historias, ilustraciones, movimientos y sonidos que han ideado unos artistas y muchas veces son ejecutados por otras personas. Si decimos Cenicienta, Fantasía o Peter Pan, asociamos esos títulos a un señor llamado Walt Disney, es decir, el padre de esas tres películas míticas. Pero no nacieron por generación espontánea, sino que también tuvieron madre, pues en realidad se deben al genio y creatividad de la dibujante Mary Blair, que llegó a la productora en 1940 y aquello supuso una revolución en cuanto al color y líneas, definiendo un estilo inconfundible. Su forma de trabajar, marcada por un estilo audaz y rompedor en la época, fueron claves para que se hiciera rápidamente un hueco en el estudio. Fue enviada por el presidente Roosevelt a varios países iberoamericanos, donde siguió evolucionado y buscando nuevos caminos como supervisora arte. 


— ¿Sabe usted cuántos granos de arena son necesarios para llenar el Universo? 


Quien me habla así es un Arquímedes perdido, porque no se halla con el plato de ducha que le ofrezco, en lugar de una bañera o tinaja, que en realidad es lo que me pidió para las demostraciones de su teorema más popular. 

— Dígame, no tengo ni idea —  le respondo. 

— Los jóvenes han abandonado la costumbre de pensar por sí mismos y, claro, usted prefiere que yo se lo diga. 

— Creo que me lo explicará de todos modos, señor Arquímedes, pues de lo contrario usted no se habría hecho visible en esta tarde tan lluviosa y desapacible. 

— Cierto. Cuando llueve me dedico a poner a punto mis nuevos artefactos mecánicos, muchos de ellos meras variaciones de otros anteriores. Mire, señorita, el número de granos de arena necesarios es 10 elevado a 63. Lo demostré a base de cálculos geométricos y no fue fácil. 


Y como es un día frío, mientras preparo té suficiente para mis sabios inquilinos, él me explica que lo primero que tuvo que hacer fue inventar cómo denominar el número más grande y llego al 1 seguido por 80.000 billones de ceros. Después, tuvo que calcular el tamaño del Universo y por último, se basó en el volumen de las semillas de amapola para deducir cuántos granos de arena llenarían ese universo más idealizado que real. 


Arquímedes de Siracusa, que llegó a mi casa el mes pasado, ha hecho peña con los cuánticos, a quienes considera casi oráculos y magos. También discute mucho con Descartes, pues sabido es el poco tacto que este último tiene para decir las cosas y anda un poco resabiado haciéndole demostraciones “desde la razón” y la geometría analítica que refutan algunos planteamientos del griego. Ahora bien, su colega del alma es la perrita Laika, que le ha explicado que en la Luna existen un cráter y una cordillera a los que pusieron su nombre, así como un asteroide que anda por ahí orbitando. 


Arquímedes significa “el que se preocupa”. Gracias a gente como él, que se ocupa de antemano de aquellas cosas que nos facilitaran la existencia, el mundo a veces nos resulta maravilloso, a pesar de esas leyes que parecen escritas bajo los efectos de estupefacientes adulterados, de los virus y enfermedades con que abren los telediarios, de algunas amantes reales despechadas que cobran por contar secretos de alcoba y cacerías, de la violencia verbal que recorre el mundo, de las políticas y políticos que deberían esfumarse para siempre y no lo hacen, del negocio de la mentira o del miedo que nos inoculan cada mañana, como si con ello persiguieran que no salgamos de casa, que no nos relacionemos con nadie, que no pensemos sino lo que nos indican las redes y los diarios digitales… en suma, que no seamos personas. 


Quienes nos negamos a esa involución del ser humano y aún apostamos por la vida, estaremos eternamente agradecidos a quienes nos mostraron un camino donde pensar libremente es tocar con las manos ese universo que algunos soñaron lleno de arena, aunque no tengan bañeras con que demostrar teoremas. 



NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 6 de diciembre de 2022 y correspondiente a este mismo mes.
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. Restos de la maquinaria de un barco que en tiempos sirvió para generar electricidad en la estación de Atocha. La Neomudéjar, Madrid, 7 de mayo de 2022. 
  • Música para acompañar: “What a Wonderful World”, de Bob Thiele y George David Weiss, interpretada por Louis Armstrong.

28 de septiembre de 2022

Mi reina no es de este mundo o cómo avanza el tiempo

 



Sabido es por todos que el tiempo avanza y, aunque a algunas nos encantaría poseer una manivela para detenerlo o hacerlo retroceder a nuestro antojo, lo cierto es que la flecha del tiempo va hacia delante desde que sale del arco universal. A veces me imagino que hay un dios común que suelta una saeta que viaja eternamente y jamás hace diana. Algunos científicos nos han explicado que esto deriva directamente de una de la segunda ley de la termodinámica, es decir aquella que mantiene que las partículas de los sistemas físicos tienden a aumentar su aleatoriedad, pasando del orden al desorden. Y es en este caos donde surge el ansia del tiempo por avanzar, porque cuanto más desordenado se vuelve un sistema, más difícil le resulta encontrar el camino de vuelta a un estado ordenado, como mucha gente en una noche de farra, que a veces no recuerda cómo han llegado a ciertos lugares ni dónde dejó el coche; o yo misma por la calle Preciados en época navideña, que voy caminando en una sola dirección ansiando salir de la muchedumbre. 


Por su parte, otros investigadores acaban de decirnos que, efectivamente, ahora los días son más cortos, el eje de la Tierra ha cambiado ligeramente y nuestro reloj  común va un poco adelantado respecto a la pauta que había hasta este momento.  Lo cierto es que ya lo sospechábamos, por lo poco que nos cunde a veces y lo rápido que pasan las semanas y los años; pero aquellos que necesitan el refrendo científico para todo cuanto les circunda se habrán quedado mucho más tranquilos.


Ahora bien, si pongo las dos noticias en relación, ¿podemos concluir que vivimos acelerados porque hay mucho más caos y tenemos una necesidad imperiosa de salir de allí a toda costa? Parece la maldición de Dios a Caín: “errante y vagabundo serás en la tierra” (Gn. 4, 12).


Hablando de otra cosa, pero que también tiene que ver con el tiempo, no eñe si se han enterado de que la reina Isabel II del Reino Unido e Irlanda del Norte ha fallecido hace unos días. Tras ella también se nos han ido Jean Luc Godard e Irene Papas, nivel internacional, y Javier Marías en la piel de toro. Mis amigos espectrales han hecho una porra para averiguar quién de ellos será el primero en venir a mi casa. Hasta el momento, van empatadas la monarca y la actriz, hasta el punto de que mi buena Sissi volará un día de estos hacia su tocaya para invitarla a tomar el té cualquier tarde. Así que voy a ensayar bien cómo hacer unos ricos emparedados de pepino, para agasajarla convenientemente el día que le dé por venir.


— Ejem, ejem, ejem… — carraspea alguien a mi espalda. Me vuelvo y aparece ante mí Oliver Cromwell. Lo reconozco porque se ha puesto la careta de Richard Harris, cuya interpretación del político inglés me subyugó tanto en la infancia, cuando vi la película, que desde entonces asocio al republicano con el actor; no lo puedo remediar. 

— Cuánto honor, señor Cromwell. Jamás imaginé que acabara usted paseándose por aquí. 

— Mire, entre permanecer como un pasmarote en la esquina del Parlamento y darme una vuelta por el mundo, prefiero esto último. Además, en los últimos días las palomas andan muy revueltas en Londres y me ensucian sin parar. Por favor, si pudiera presentarme a la colonia británica que alberga usted en su casa, se lo agradecería.  


Y le llevo a un rincón donde ahora conversan dos físicos cuánticos con Guillermo de Ochkam y Francis Bacon. Le explico al recién llegado que Hobbes no está porque anda por el Camino de Santiago con Rousseau y María de Molina, lo que no parece hacerle mucha gracia, pues me da la impresión de que en realidad ha venido buscándolo a él. 


— Tenga en cuenta, don Oliverio, que en el estado etéreo en que se encuentran ustedes  yo no puedo retener a nadie. Seguro que regresa pronto.

— ¿Admite usted a gente de la realeza? — me espeta de repente. 

— Yo no prohíbo la entrada a nadie y, de hecho, una de mis mejores amigas fue emperatriz de Austria. Libertaria, pero emperatriz. Y ahora soy fan de la reina Camila, pero esta vive aún, así que no la verá por aquí.  

— La emperatriz es encantadora, amigo. Hasta yo he caído rendido ante ella; lástima que no soy su tipo y no me quiere ni para jugar al ajedrez. Me presento,  me llamo Leon Trostki, pero puedes llamarme Leo, como hacen casi todos.  


Poco a poco, Cromwell se va integrando y abriendo; hasta cuenta chistes sobre pastores protestantes que, salvo Valle Inclán, nadie entiende. Me gusta tenerlo entre mis fantasmas, porque en cierta forma encarna el espíritu contradictorio de la humanidad. Alabado por unos, denostado por otros, disolvió un parlamento que desde el siglo XIX cuenta con su estatua en lugar prominente, frente al busto del rey Carlos I, que fue ejecutado bajo su mandato. Abolió la monarquía y esa misma monarquía lo asume como parte integrante de su propia historia, sin rechistar ni tapar la memoria; sin escandalizarse ni mirar para otro lado, porque quien no asume sus derrotas está abocado a no saber ganar.


A Isabel II le ha sucedido su hijo Carlos, que a priori no cuenta con los mismos piropos dedicados a su madre. La ceremonia de proclamación del nuevo rey tuvo para mí una importancia capital, llena de trascendencia jurídica a través de los símbolos y las fórmulas de aceptación y juramento. El monarca asume un compromiso directo con los ciudadanos, las instituciones y los territorios del Reino Unido. Se trata de un pacto no solo político, sino casi espiritual y es probable que, por eso mismo, hasta  los republicanos británicos sientan la corona como un emblema de su país, la vitola que envuelve su Estado, el bizcocho que esconden las capas de chantilly de una tarta. 


Y sin salir de Inglaterra, pienso en las abejas que habitan los jardines de Buckingham, a quienes el apicultor real (un señor de setenta y nueve años) les ha explicado que su ama ha muerto y que deben producir miel para el nuevo rey, a quien han de respetar. Va de colmena en colmena susurrándoles el nombre del nuevo soberano, para que estén informadas y evitar sorpresas y sustos; para que no hinquen su aguijón en la carne de los nuevos inquilinos del palacio de su pensil.  


Por lo demás, vivimos tiempos de avances y hallazgos porque acaba de descubrirse en Pontevedra un nuevo mineral. Lo han bautizado con el nombre de ermenoíta y se trata de un fosfato de aluminio de color casi blanco cuyas utilidades están aún por desarrollar. También los astrofísicos andan a vueltas con cambios raros en ciertas órbitas de cuerpos celestes, lo que demuestra que nada es tan inamovible y estable como aparece en los tratados y nos dictan las aulas. 


Mientras tanto, una nueva investigación nos avisa de que las ballenas jorobadas del Pacífico Sur están conectadas entre sí a través de una misma canción. Como lo oyen: cetáceos cantantes. En una distancia de más de 14.000 kilómetros, los investigadores han escuchado a las ballenas jorobadas intercambiando los mismos hits parades. Esto es así porque, durante la temporada de reproducción, los machos de esta especie entonan canciones de apareamiento tan complejas como el jazz, a juicio de los observadores. Cada colonia de ellas tiene un coro de vocalizaciones ligeramente diferente, lo que las distingue y caracteriza como a nosotros nos puede definir un acento o un dialecto. Sin embargo, de vez en cuando, una población de jorobadas experimenta una revolución musical y todos los temas que cantan se reemplazan por otros nuevos, aprendidos durante sus viajes migratorios. 


Como vemos, la flecha del tiempo va hacia adelante, tanto en el océano como en tierra firme y en los jardines de Buckingham. Tal vez por eso, en el caos de Windsor ha surgido la reina Camila, la prudente. Vaya para ella, para las abejas reales y para las ballenas cantantes mi más sincera admiración.



NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 25 de septiembre de 2022.
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. Madrid, 12 de agosto de 2022. 
  • Música para acompañar: “Killer Queen”, de Freddie Mercury, interpretada por Queen. 

2 de julio de 2022

El mal de Voltaire o la resistencia del grafeno

 



Investigadores de la Universidad de Maryland han descubierto recientemente una propiedad inesperada en el grafeno, esa sustancia compuesta de carbono, que es bidimensional y cuyos átomos forman una superficie ligeramente ondulada. Es como una red de agujeros hexagonales, todos ellos ordenaditos y sin roturas, no vayan ustedes a creer que es una red cualquiera. Es además el material más resistente de la naturaleza. Pues bien, ahora resulta que, además de esto, sus extraordinaria propiedades podrían desvelar la existencia de un universo paralelo al nuestro, resolver las dudas sobre la constante cosmológica y explicar cómo se formaron las partículas elementales. 


Este descubrimiento, como muchos de los que se ha sucedido a través de la Historia, ha sido inesperado, apareciendo casi de repente, pero parece que podemos concluir que nuestro mundo, nuestra realidad, nuestro universo es paralelo de otro y ambos interactúan constantemente entre sí. Puedo imaginarme a los científicos lanzando su ¡eureka! y escuchándose ese grito de alegría en el otro mundo, dicho sea esto sin connotaciones mortuorias, sino literales.  


En fin, comprenderán todos que, ante esa noticia, me sentí eufórica y corrí a compartirla con mis inquilinos para explicarles que, en los experimentos sobre las propiedades eléctricas de las láminas de grafeno apiladas, prevalecen unas condiciones energéticas especiales que se repiten siempre, produciendo resultados que se parecen a pequeños universos. Vamos, que a partir de ahora mi casa se llama "Villa Grafeno”. 


La verdad es que mis compañeros de piso, obviamente, no se han sorprendido tanto, porque ellos van y vienen a su antojo de un universo a otro, lo mismo les da que estos sean paralelos o convergentes, están en otro plano y las leyes del tiempo y el espacio no guardan secretos para sus etéreas personalidades.  Pero agradezco que hayan entendido que los humanos nos alegramos cuando los acontecimientos suponen una especie de refrendo a nuestras creencias. Tal es así que Didetot anda documentándose sobre el tema, para llevarlo a la Nueva Enciclopedia, con el permiso de un Voltaire que estos días no ha parado del Museo del Prado al Reina Sofía y de allí al Palacio Real, pasando por La Granja de San Ildefonso e IFEMA.  Se nos ha quedado en los huesos con tanto trajín y, como él dice, «tantos ojos que no ven y tantos oídos que no oyen». Ha resultado que no es tan fuerte como el grafeno que estudia su adorado “Didot”, como familiarmente le llama. 


— ¿A qué se refiere, François-Marie? 

— ¡Ay, madame Quintana! No entiendo por qué se ha reunido toda esa pléyade de mandatarios y acompañantes alejados de la gente. ¡Así cualquiera! Esos sí que han disfrutado de un mundo paralelo artificial y vacacional, decidiendo sobre cuestiones que le afectan a usted y a sus semejantes, pero sin tenerles en cuenta. Lamento decirle, Quintana, que estos de ahora son como los de Troya, como los de siempre; se amparan en el bien común para reforzar su bien particular (y alarga la u, como queriendo subrayar la traición que supone buscar acomodo personal y regalías disfrazadas de vocación y entrega abnegada en la res publica. ¡Qué gente he visto, madame! Unos ‘horgtegas’ de mucho cuidado como dicen por aquí.


Y luego me explica, bastante apesadumbrado, que él acudió a esas reuniones para comprender y tomar nota de un concepto que en sus tiempos no existía: la supranacionalidad.


— Y lo único que me he encontrado, ‘señoga’ mía, es el ansia por gastar más y más en armamento, acentuar lo que ustedes los mortales llaman la política de bloques y que salga el sol por Antequera. 


Como veo que la situación le supera y lo noto entristecido, prefiero no comentarle que se ha vuelto un castizo manejando refranes y dichos. Cualquier día me despierta cantándome el Caballero de Gracia…


Tal fue su experiencia que lleva recluido en el cajón de las toallas intentando reponerse; no habla con sus amigos; rechaza las tisanas que le ofrecen Sissi y Clara Campoamor y de vez en cuando se le oye suspirar y hasta llorar. Nos tiene muy preocupados a todos, porque si se hunde Voltaire, nos vamos pique. Cómo serán estas cosas del mundo etéreo que hasta Rousseau se ha manifestado anoche y,  olvidando las tensiones que ambos mantuvieron en vida, le trajo algunas florecillas silvestres  que dijo haber cogido sin estropear el entorno (ya sabemos que Juan Jacobo es muy mirado para eso de cuidar la naturaleza). 


De vez en cuando me llegan por telepatía los pensamientos del filósofo parisino (lo hace adrede, para conversar de forma muda y ahorrar energía) y sufre por contemplar cómo sin mentir de manera estricta, hay personas que sin embargo engañan. Para él, al fin y al cabo un aristócrata del pensamiento y de las costumbres, no existe perdón para el político que manipula, que siembra cizaña y que juega al ajedrez en tableros ajenos, es decir, en territorios que no son propios. Creo que odia profundamente lo que la OTAN supone y le chirría que hayan mencionado en la cumbre algunas de sus frases más célebres para pervertirlas porque, según Voltaire, no saben qué es la verdadera libertad, ni el derecho de los ciudadanos a pensar, opinar y manifestarse libremente. 


Lo dejo tranquilo, con la esperanza de que se recupere esta semana, pues regresa su querida Raffaella con nuevas coreografías. 


Por otro lado, parte de mis ocupas se han aficionado al fútbol femenino. La causa fue que hace dos meses la constelación de Libra, que anda un poco desubicada buscando su perdido equilibrio natural, me acompañó al teatro, a ver “Ladies Football Club”, una obra dirigida por Sergio Peris Mencheta en la que se recoge la peripecia del primer club de fútbol femenino de la historia, inglés como no podía ser de otra manera. Eran mujeres que, mientras los varones de sus familias fueron reclutados para marchar al frente en la guerra del catorce, entraron a trabajar en una fábrica de armamento, pues había que llevar el pan a casa. Un día, durante el descanso, se pusieron a jugar con el prototipo de una de esas bombas que, aunque destinadas a ejércitos enemigos, podrían despistarse y acabar en la trinchera de alguno de sus hombres. 


De ese juego recreativo pasaron a formar un verdadero equipo y competir con otras féminas y algunos jovencitos que, por edad, podrían ser sus hijos. Se ataviaron con uniformes negros confeccionados por ellas mismas y no tuvieron más remedio que acatar la regla que les imponía salir al campo con un gorro en la cabeza, ocultando el pelo.


A fuerza de cosechar fama y algunos éxitos deportivos, de enfrentarse a la escuadra alemana, provocar que surgiera la afición por los equipos femeninos y subir la moral de los hogares semivacíos, tras el armisticio regresan los maridos, padres, hermanos e hijos a sus respectivos domicilios y a los trabajos que abandonaron por razones patrióticas. Entonces las mujeres vuelven al sitio que tenían adjudicado antes de la I Guerra Mundial, es decir, a las tareas domésticas y al ocio que esos maridos, padres, hermanos e hijos entendían que era el más adecuado para ellas.  


Tanto es así que el fútbol femenino se prohibió en el Reino Unido y no se legalizó hasta los años setenta del siglo veinte. No perdamos, pues, de vista, que ejercer nuestra libertad al final depende de quien decide en qué batalla embarcarnos.


Se repite por ahí con demasiada frecuencia aquella frase de Flavio Vegecio Renato que parece conminarnos a prepararnos para la guerra si deseamos la paz, a mostrarnos fuertes frente al enemigo y que los adversarios no detecten nuestras flaquezas, como si los seres fuéramos débiles o fuertes en correlación al mal que estén dispuestos a provocar. Nadie piensa en el grafeno, cuya solidez y resistencia de sus átomos convive con su aspecto casi transparente, de apariencia frágil.  


Algunas personas son invitadas a visitar museos y comer cerca de esculturas y otras obras de arte, a pasear enseñando sus colas de pavos reales como como si el mundo se hubiera detenido, fotografiando cuadros que no permiten fotografiar al ciudadano medio, mientras al fondo una orquesta de Kiev entona melodías ucranianas. Eso sí, los banquetes son de estrella Michelín. 


Creo que entiendo lo que le sucede a Voltaire y me encerraré con él en el cajón de las toallas, hasta que llegue la Carrà. 



NOTAS: 

  • Este artículo forma parte de mi intervención “En paralelo, noticias de estos tiempos y de otros”, dentro del podcast “Te cuento a gotas” grabado el 2 de julio de 2022 y correspondiente a este mismo mes.
  • Fotografía ©️Amparo Quintana. “Marat Sade”, Naves del Español en Matadero. Madrid, 13 de febrero de 2021.
  • Música para acompañar: “La guerra que vendrá”, de Luis E. Aute.