Hay en el exterior una batalla furibunda/ pronto golpeará sus ventanas y crujirán sus muros/ porque los tiempos están cambiando. (Bob Dylan)
Los primeros normandos que arribaron a Sicilia iban “de Cruzada”, esto es, a luchar contra los musulmanes y tomar el territorio para la cristiandad. Nosotros también tuvimos nuestra Reconquista, por lo que no nos sorprende la cantidad de iglesias e imágenes diseminadas por toda la isla. Me han llamado la atención aquellas en las que se aprecia el influjo oriental, casi casi como en Bizancio, llevándoles a compartir el rito católico con el ortodoxo. También he visitado catedrales en las que algunas de sus columnas de la nave central provenían de antiguos templos griegos o romanos (paganos, en suma). Se diría que, desde siempre, las cosas se han ido acomodando al paso del tiempo, integrando elementos y flexibilizando posturas, para acercarse a la realidad.
En Noto, un pueblecito plagado de palacios barrocos y casas solariegas, el museo de la catedral alberga los porta-mitras que aparecen en la fotografía de arriba. Observándolos hoy, no he podido por menos que imaginarme cómo serán las ropas y atuendos de las obispas y cardenalas, cuando el derecho canónico permita que las mujeres accedan al sacerdocio, igualándose así a las anglicanas y luteranas.
Este verano, una norma vaticana declaró que la ordenación de mujeres es un delito de fuero eclesiástico, perseguible por los tribunales de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se pretende exterminar de raíz el tema de las ordenaciones de sacerdotisas que, de unos años a esta parte, vienen practicándose en algunos lugares. Pero me parece a mí que esta salida de la iglesia oficial, más que resolver el problema a favor del dogma, lo que ha hecho es evidenciar aún más lo anacrónico de la organización eclesial, en un mundo donde las mujeres ya están presentes en la mayoría de los estamentos. Cuesta asumir que no haya párrocas, cuando existen teólogas, profesoras de religión, santas que hacen milagros, doctoras de la Iglesia, ha habido abadesas de ilimitados poderes y hoy casi siempre son mujeres quienes se encargan de leer, pasar el cepillo o cantar en las misas.
Como me gusta pensar bien, creo que tarde o temprano todo esto se enmendará, porque “los tiempos están cambiando”.
Nota: Dedicado a Rosa, Pilar, Mª Carmen, Lourdes, Conchita y tantas otras.